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¡QUÉ FÁCIL!




Cuando uno es niño le dicen tantas veces que tiene que Aprender que espera saberlo casi todo el día en que se haga mayor. Lo que no le decimos a los niños es que todo (perdón, casi todo) lo que van a aprender no es necesariamente bueno, no le va a hacer crecer como persona. 

Les enseñamos que deben ser buenas personas, generosas, solidarias, estudiosas y/o trabajadoras, honradas… Pero claro, estas cosas o calan o no calan. Si se enseñan con palabras, es como la tormenta, moja y se seca rápido, deben mostrarse con el ejemplo y calar, como la llovizna que va empapando la tierra, lentamente, para que fertilice.

Realmente parece muy sencillo ser padre o madre si uno tiene los criterios claros de lo que está bien y de lo que está mal. Luego, eso sí, hay que lidiar con los que reaccionan, los niños, adolescentes y  jóvenes, porque ellos, como es natural, reaccionan y no siempre de acuerdo con lo que los padres opinan o quieren.

Lo cierto es que el hecho de tener claras algunas cosas no significa que no implique esfuerzo desarrollarlas. Mucho, pero que mucho esfuerzo  cuesta llevar a la práctica lo que uno sabe en teoría.

Cualquier niño sabe que tiene que estudiar para aprobar, pero prefiere la Tv, la Play,  el ocio en general. En mi época, igual, otras aficiones, pero la misma cuestión.

Que uno lo sepa, no significa que sea fácil.

El problema surge porque esa honradez primaria, la de no engañarse a sí mismo, eso de que prefiero jugar a estudiar, desaparece con el tiempo, a medida que hemos aprendido y la convertimos en una descarada mentira como “tengo que trabajar mucho”, cuando, en realidad, intento evitar la visita a un familiar, y eso de “no hay forma de que saque tiempo para nada” como excusa para no hacer algo que se debía hacer.

Vamos, lo peor de lo que aprendemos es que nos creemos nuestras propias mentiras y no priorizamos lo que es importante o, al menos, no lo equilibramos con eso que se llama “una de cal y otra de arena”.

Y desde niños aprendemos a mentir, a ser ingratos, porque nos mentimos, a ser insolidarios porque tenemos que defendernos de los demás, a ser egoístas, porque hay que ser feliz… Sí, qué fácil es aprender a disfrazarnos.




Abimis 2



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