Demasiado tiempo narrando sucesos, hechos parecidos que no aportan Nada concreto al receptor de la pantalla. Más bien la pantalla es un gran balde donde se depositan experiencias propias y ajenas.
No tiene valor la perfecta descripción de los sentimientos cuando se traslada al papel-pantalla lo vivido o contado, es como nacer guapo o guapa, diríamos hoy en ese lenguaje que requiere ambas terminaciones de género, y sentir la admiración como si tal hecho hubiera sido merecido y la fisonomía no fuera fortuita.
Demasiado tiempo sin nada nuevo que decir.
Quise que el blog fuera un lugar de encuentro de poetas, relatadores y cuentistas. Pero se impuso una realidad ajena a la voluntad, la muerte, sabida con anticipación de Víctor, mi marido y creador de este blog, la muerte sentida y vivida de Víctor pues no es lo mismo saber que sentir. Se sabe lo que pasa en la guerra sólo viendo la televisión pero nadie la siente salvo quien está en el combate o en el punto de la diana.
Demasiado tiempo. Alguien dijo, leí, que cada sepulcro contenía a dos, al muerto y al vivo. Sí. Morimos a la vez que el amado-a, al menos por un tiempo, días y años que, como otros días y años que no quisimos vivir lo que vivimos, le restamos a la vida. Somos jóvenes si restamos los tiempos que no quisimos estar.
El tiempo, su pasar, nos enseña cómo desaparecen los recuerdos que uno quiere retener, la infancia lejana, cómo aparecen las vivencias que uno querría olvidar y en medio de él, de ese tiempo que parece indefinido aunque sea limitado, el proceso biológico continua al margen de la voluntad propia.
Ha pasado tanto tiempo, demasiado ya, que no siento la confusión de los primeros meses, el desgarro profundo de los que les sucedieron, los momentos salpicados de pena entre intentonas de normalizar los días, las risas públicas y las lágrimas privadas.
Tanto, tanto tiempo que, en ocasiones, sólo a veces, creo que viví un sueño.
Abimis 2
