Para que un filósofo fuera verdadero, hacía falta creer en él. Más esto, lo hacía falso. En nuestros tiempos, no sólo hace falta creer en él, sino, además hace falta, que tú mismo te mientas. Mas esto, te hace idiota... ¿Qué queda? Unos cuantos preciosos libros de "poesía" que leer... pero ninguna verdad. Y esta magnífica certeza, queridos hermanos, es lo mejor de todo...