Yo no sabía Nada antes de venir, nunca sabemos nada. Ahora tampoco sé, pero tengo los pies cansados de caminar por las calles de Madrid, un cansancio que merece la pena (nunca mejor dicho) porque, aunque me acompañe el miedo, ya tengo más razones para saber que "sí". Que sí quiero pasear como alma en pena por el Paseo de los Melancólicos e imaginar que decoro todas las acacias lloronas con bolas de Navidad, quiero reírme de haber hecho la peor maleta de mi vida y que ya dé igual, porque tengo un exprimidor con forma de barco pero no una chaqueta que me abrigue. 

Ahora ya sé lo que es despertar habiendo conocido nuevos sabores (muchos), entre céspedes de aquí y de allá. Todo forma una historia en la que estoy sin haberlo pensado mucho. Un boceto del Guernica, un perro pachón, muchos fracasos y libros, muchos libros. Todo tiene calma cuando la piel se pone al mando, pero mejor si es entre azoteas o tendiendo bragas en la corrala con Vicen y el gato gris.

Tú cocinas, yo friego. Las rosas tienen todas las respuestas, pero no sabemos escucharlas. Ahora sigo sin saber nada, ni siquiera si probar un pastel de Belém en una noche de astros alineados fue el motivo para saber que "sí", es probable que esta música de jaquecas e incorruptibles sea uno de los motivos. 

Quiero quedarme... Por ahora.