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Niños de la Calle: Notas para Una Historia de un Género de Cine

Creo que fue Luis Buñuel quien, con su película Los Olvidados (México, 1950), inventó el género de cine que expone la situación de los niños sin hogar o semi-sin hogar que pasan mucho tiempo en la calle, por lo menos en América Latina. En este ensayo, discutiré una serie de películas que espero, en conjunto, ayuden a definir de qué se trata este género.

Los Olvidados presenta los problemas de Pedro, un niño pobre que lucha por hacer lo correcto a pesar de ser considerado un delincuente, y de Jaibo, un joven cuya violencia proviene de la desesperación de no tener hogar y tener que luchar todos los días solo para sobrevivir, así como la falta de figuras paternas que pudieran ayudarlo o guiarlo. El final al que llega Pedro en la película fue impactante para el público de la época por su violencia y porque mostraba la absoluta falta de preocupación por la vida de niños como él por parte de muchos miembros de la sociedad. Los niños en películas como estas no son retratados como lindos o encantadores, y estos filmes no utiliza la comedia para minimizar los problemas presentados.

Películas sobre niños de la calle se han hecho tantas veces en América Latina desde aquel entonces que pueden considerarse un género íntimamente relacionado con el

desarrollo en las décadas de los 50 y los 60 de un cine de enfoque social que vendría a llamarse el Nuevo Cine Latinoamericano. La película argentina Tire Dié de Fernando Birri de 1960, sobre niños harapientos que corren detrás de los trenes, rogando a los pasajeros que les arrojen las monedas que necesitan para sobrevivir, fue una película clave de este movimiento. En Brasil, Glauber Rocha abogó por un cine comprometido con una "estética del hambre" que hiciera imposible que los espectadores del primer mundo pensaran en la pobreza como pintoresca, folclórica. o encantador.

Hubo tendencias similares en India a partir de la década de 1950 con el movimiento de cine paralelo cuando los cineastas bengalíes, como los cineastas latinoamericanos, influenciados por el cine neorealista, comenzaron a hacer películas descarnadas que eran muy diferentes de las producciones de Bollywood que eran, y siguen siendo, tan populares en India. En 1988, Mira Nair filmó Salaam Bombay sobre niños de la calle en Bombay. Es una película que, en su desolación y falta de redención, recuerda a películas

semejantes realizadas en América Latina. Aunque India produce más películas que cualquier otro país del mundo, el cine indio no había recibido mucho reconocimiento por parte de los espectadores de las Américas en el momento en que se estrenó esta película. Salaam Bombay recibió mucha crítica positiva en los países occidentales, y además una nominación al Oscar y, en el Festival de Cine de Cannes, el premio del público y la Camera d'Or. Todo esto le abrió puertas a Mira Nair. Desde entonces ha hecho muchas películas en Estados Unidos, en el Reino Unido, y en la India, ninguna de las cuales presenta un panorama tan desolado como el de Salaam Bombay.

En 2008, el director inglés Danny Boyle realizó Slumdog Millionaire, una película sobre niños de la calle en Bombay que tuvo una amplia difusión internacional y logró un enorme éxito en los países occidentales. Ganó 8 Oscares, 7 Baftas, 4 Globos de Oro y un Goya, y le fue muy bien en taquilla. Slumdog recuerda a Salaam Bombay en su descripción de las duras vidas de niños de la calle, pero da otro giro cuando el personaje principal gana el gran premio en un programa de juegos en la televisión, y la película

termina con un baile de celebración en el estilo de Bollywood. En aquel momento, cuando las películas indias estaban comenzando a llamar la atención en Occidente, Boyle hizo una película híbrida que mezclaba dos tradiciones ideológicamente opuestas en el cine indio y tuvo éxito con las audiencias occidentales para quienes ambos enfoques, aunque ya eran familiares para los indios, parecían frescos y originales. Cuando Slumdog salió en India, inicialmente no generó el mismo interés de parte del público que las películas indias que se estrenaron al mismo tiempo. Sin embargo, cuando el público se dio cuenta del éxito que tenía en Occidente, la asistencia aumentó y también tuvo éxito allí. En Inglaterra, el periódico de Rupert Murdoch, News of the World, la llamó "la película 'feel-good' de la década". Ninguna frase podría ilustrar mejor cómo esta película comercial es exactamente lo contrario, ideológicamente hablando, del tipo de filme que cineastas latinoamericanos como Glauber Rocha se propusieron hacer.

A pesar de las inevitables mercantilizaciones del género que siempre ocurrirán, en América Latina se ha continuado a hacer películas crudas que narran el dolor de los niños que luchan por sobrevivir en las calles, películas que no se ajustan a la estructura de tres actos de Hollywood, ni evaden el problema con un final feliz.

En los años setenta produjeron películas como Soy un Delincuente (dir. Clemente de la Cerda, Venezuela, 1976), sobre un niño pobre en un arrabal de Caracas obligado por sus circunstancias a cometer crimenes en contra de su voluntad.

La película brasileña Pixote (dir. Héctor Babenco, 1980) comienza en una cárcel donde un grupo de menores encarcelados forman una familia en la que Dito, un adolescente, es la figura paterna, y Lílica, una adolescente trans, asume un rol maternal con los chicos más jóvenes. El grupo logra escapar de la prisión y se comprometen a transportar drogas a Río de Janeiro, donde esperan ser bien pagados por su trabajo. Sin embargo, uno por uno, los niños caen víctimas de violencia o se alejan del grupo por otros razones. Al final, Pixote, un muchacho de 10 años sin un centavo, se queda solo, deambulando sin rumbo fijo por las vías del tren que se pierden en la distancia.

Estación Central (dir. Walter Salles, Brasil, 1998), también conocideo como Estación Central de Brasil, invierte la trayectoria de Pixote en una interesante variación del género. En esta película, es el alejamiento de la ciudad hacia el campo lo que trae la redención. Muy a menudo, la gente del campo ha emigrado a las ciudades en busca de una vida mejor, pero en su lugar se han encontrado viviendo en la pobreza, sujetos a la violencia y el abuso en barrios marginales y superpoblados. En estos lugares, es fácil para personas como ellos pasar desapercibidos y ser ignorados por los moradores de la ciudad endurecidos por la rudeza de la vida urbana. En Pixote, el movimiento fue hacia la ciudad y la promesa de recompensa económica y una vida mejor que al final no se cumplió. La Estación Central se mueve en la dirección opuesta. En la película de Salles, un niño en Río de Janeiro se queda sin hogar cuando su madre muere en un accidente de tren. Dora, una exprofesora que escribe cartas para analfabetos que a menudo tira cínicamente a la basura en lugar de enviarlas por correo, ve al niño sin hogar en la estación de tren todos los días. Al principio ella se resiste a ayudarlo, pensando en sí misma como una sobreviviente que se aprovecha de los demás y no deja que se aprovechen de ella. Pero ella se ablanda y finalmente elige llevar al niño de regreso con su familia en el campo en el norte de Brasil. A medida que se alejan de la ciudad, las personas se vuelven más sencillas, generosas y religiosas, como se puede ver en la secuencia que se desarrolla en el pequeño pueblo de Bom Jesus (Buen Jesús). Allí, necesitada de dinero, Dora ofrece su servicio de redacción de cartas a la gente buena pero sin educación del pueblo cuyos rostros amables y abiertos vemos uno tras otro mientras articulan los sentimientos que quieren transmitir a sus amigos y familiares en estas cartas. Esta vez, para la sorpresa del niño, ella envía las cartas.

La película de César Gaviria, Rodrigo D No Futuro (Colombia 1990), muestra la cultura punk nihilista de Medellín en los años ochenta. El título hace una clara referencia a los Sex Pistols y la escena punk en Inglaterra, pero la película muestra una violencia intensamente autodestructiva y suicida que no estaba presente en la escena inglesa. Aquí el tráiler (1:14):

https://www.youtube.com/watch?v=UnM3J-j1CU8

Aquí la película completa (1:32:05):

https://www.youtube.com/watch?v=pDPhXpMHflQ

El documental de Angela Boatwright de 2016, Los Punks: We Are All We Have, también muestra cómo la cultura punk se convierte en el refugio de jovenes que tienen poco en la vida, esta vez jovenes latinos en South Central y East LA. Aquí el tráiler (2:17):

https://www.youtube.com/watch?v=O9lXBKbEMwM

Se puede ver la película completa aquí en inglés, sin subtítulos en español (1:19:28):

https://www.youtube.com/watch?v=SWrZQ3XXRIg

La película mexicana Ya no estoy aquí (dir. Fernando Frías de la Parra, 2019) ya ha sido vista por mucha gente porque fue producida por Netflix. Aún la puedes encontrar allí. Representa la cultura de la cumbia que les gusta a los jovenes en las pandillas callejeras de la ciudad de Monterrey que realmente son comunidades de personas con gustos afines. Ulises es el líder de una pandilla llamada Los Terkos cuyos miembros son Kolombias, es decir fanáticos de la cumbia rebajada, un tipo de música colombiana que ha sido ralentizada para crear un sonido único de Monterrey. Los Kolombias se interesan más en expresarse a través de su particular forma de vestir y bailar esta música que en pelear con otras pandillas. Pero Ulises se ve obligado a dejar el país y a sus amigos cuando otra pandilla amenaza con matar a su familia si no lo hace. Cuando finalmente puede regresar, la cultura ha cambiado y se encuentra, en cierto modo, sin hogar, ya que la cultura por la que se define a sí mismo ya no existe. Aquí el tráiler (1:40):

https://www.dailymotion.com/video/x7tufos

En 2022, salió la película colombiana Un Varon dirigida por Fabian Hernandez. Demuestra cómo la cultura violenta de las calles de Bogotá obliga a los varones a exhibir un cierto tipo de apariencia y comportamiento masculino para sobrevivir. Hacia el comienzo de la película, Carlos, quien se encuentra separado de su familia y que vive en un albergue, debe aventurarse a las calles donde tendrá que valerse por sí mismo. A pesar de tatuarse la cara y cortarse el pelo para ajustarse a las expectativas de la moda callejera, es desafiado y empujado a involucrarse en un comportamiento violento y destructivo para demostrar su hombría una y otra vez. Este acoso continuo, yuxtaponiendose con escenas ocasionales que muestran a una persona mucho más sensible, como la de una conversación telefónica con su madre en la que habla de cuánto la extraña y llora. Como ocurre con la mayoría de las otras películas discutidas aquí, el problema central de la película queda sin resolver. Carlos no se salvará. Tendrá que sobrevivir lo mejor que pueda en este entorno hostil. Aquí el tráiler (1:30):

https://www.youtube.com/watch?v=zRXjEVoQUTg

Una nueva película dominicana que es excelente es Rafaela (dir. Tito Rodríguez, 2022). Se trata de una niña que se ve obligada a usar toda su inteligencia callejera para sobrevivir en las calles de Santo Domingo. La película fue realizada en gran parte gracias a la actriz Judith Rodríguez. Rodríguez es omnipresente en el cine dominicano y ha actuado en muchas de las mejores películas dominicanas de la era contemporánea. En 2011, sin embargo, era una joven actriz que aún no había adquirido la reputación que tiene hoy en día, y su generación de cineastas solo había comenzado a hacer las películas serias e innovadoras que lograrian reconocimiento a nivel internacional, y que hoy en día los inversionistas dominicanos quieren financiar. Ella concibió la historia en aquel tiempo y le propuso a Tito Rodríguez que la hicieran en forma de cortometraje. Tito opinó que debía ser un largometraje y desarrolló la idea con Cristian Mojica, quien escribió el guión. Entonces Judith asumió el papel de productora y presentó el proyecto a posibles inversores. Pero los inversionistas dominicanos no estaban interesados en financiar una película que presentaba lo que consideraban una imagen negativa del país y que describía condiciones que negaban que existieran. Finalmente el filme obtuvo financiación. Sin embargo, esto no quiere decir que las actitudes hayan cambiado por completo. En 2022, después de su estreno, Judith todavía tenía que refutar la afirmación de algunos críticos de que las condiciones de pobreza extrema que se muestran en el filme no existían. Al contrario, insistió, en Capotillo donde está ambientada y donde se filmó la película, el 21% de los niños no van a la escuela, el 30% de los niños en la escuela no saben leer ni escribir, y hay niños pequeños que piden comida en las calles descalzos. Rafaela es una conmovedora película en que Rodríguez ofrece una actuación increíble,

logrando una transformación física impresionante, no solo en su apariencia sino también en su forma de hablar y de moverse. La protagonista crece en la pobreza extrema en un hogar disfuncional y abusivo que la obliga a valerse por sí misma desde muy temprana edad. En este entorno, esconde la parte de sí misma que anhela algo mejor bajo la fachada de un gángster empedernido al que se le ha quitado cualquier rastro de feminidad o vulnerabilidad. Como en otras películas sobre niños de la calle mencionadas aquí - Soy un Delincuente, Un Varon - la película nos muestra el dolor de una persona sensible

obligada a mantener un exterior duro para sobrevivir el mayor tiempo posible en un entorno en el que está en constante peligro. El final, como el de Los Olvidados, es impactante porque un personaje que ha logrado obtener nuestra simpatía es tratado como si no fuera más que basura. En el caso de Rafaela, el impacto es mucho más fuerte que en Los Olvidados porque la traición que lo conduce a este punto es más profunda. La cinematografía de Oliver Mota y la edición de la película le otorga una intensidad que, durante gran parte de la película, impulsa la acción constantemente hacia adelante. Sin embargo, esto cambia al final con la poesía del largo y pausado plano final. Miramos a través de los ojos de Rafaela y vemos lo que ella ve hasta el desvanecimiento final. Aquí el tráiler (2:26):

https://www.youtube.com/watch?v=tithUDwfGsQ

Este género de cine, que se trata de niños de la calle, muestra el maltrato, la violencia, las familias disfuncionales o ausentes, y la desesperación con la que niños como estos tienen que lidiar. También muestra cómo la calle produce distintas subculturas y da lugar a nuevos tipos de música, moda y arte que pueden filtrarse y ejercer influencia en otros artistas, contribuyendo una energía creativa vital que juega un papel en la configuración de las identidades culturales y el paisaje artístico en general. Se siguen haciendo cine sobre niños de la calle. De hecho, el género es más saludable y poderoso hoy que nunca. Esto es algo que nos recuerda que los problemas que representan estas películas no han desaparecido. Tampoco han desaparecido la constante producción de las subculturas que surgen cuando la gente que tiene muy poco utiliza lo que tiene para hacer arte.



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