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297. Petronila se las ingenia

297. Petronila Se Las Ingenia

    Petronila, como todo ser humano normal, era presa de irresistibles apetencias sexuales. Pero la última ramera del mundo había muerto y ella era más fea que el contenido del pendrive de un pederasta. Tan sólo los animales se acercaban a ella —y no todos—, mientras que los humanos ni siquiera osaban tocarla con un puntero láser.


    Ella no tenía inconveniente alguno en reconocerse como el antónimo personificado más superlativo de la belleza, pero de nuevo debía recurrir al onanismo para poder orgasmar, y ya no le bastaba con la sobrada habilidad de sus dedos. Además, era domingo, y todo el centenar de engendros masturbatorios que utilizaba para tal fin se habían quedado sin pilas, y el establecimiento más cercano donde poder comprarlas estaba a kilómetros de distancia.

    Pero como es bien sabido, la necesidad agudiza el ingenio y este no está reñido con la fealdad. Petronila, como suele hacer cuando está en casa y tiene que esperar, abrió su computador portátil y entró en un concurrido chat con una foto falsa en su perfil —como hacen todas y todos—, y con irritante soltura verbal empezó a burlarse de las crisis existenciales de sus numerosos usuarios. 
 
    Al cabo de tres horas, y sintiéndose realizada por haber insuflado algo de cruda realidad en aquel ciberespacio de vidas vacías, desenchufó del cargador su viejo Nokia 3310 recién desempolvado y resucitado, activó la vibración, lo embutió en un guante de látex embadurnado con lubricante acuoso de alta calidad, y se lo introdujo en el coño. Luego cogió el teléfono supletorio y empezó a llamarse así misma una y Otra Vez, una y otra vez, una y otra vez.

    Una y otra vez se llamaba Petronila así misma, con la obsesión enfermiza del adicto que se gasta una fortuna en las líneas eróticas, hasta que el placer multiorgásmico la convulsionó con salvajismo y la vació en torrenciales oleadas eyaculatorias. Petronila se había quedado del todo satisfecha, y mientras recuperaba la compostura con una sonrisa y un mágico brillo en la mirada, bendijo a Antonio Meucci y a las compañías de telefonía móvil.




    


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