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278. Telerrealidad

278. Telerrealidad

    Un nuevo concurso de GH salpica nuestras pantallas. Desde aquella primera y lejana edición, las pútridas hordas de la Telerrealidad, año tras año hasta el actual, se han ido reinventado así mismas sin ofrecernos un segundo de tregua. Ni siquiera en época estival, que es la estación en la que algunos programas cesan su actividad. 

    Debo suponer que están bien pagados quienes suplen a los conocidos habituales que presentan toda esa orgía excrementicia.

    Hace unos días, la porqueriza volvió a llenarse, otra vez y como siempre, con nuevos puteros, subnormales, rameras, indeseables, corruptos, chaperos, cocainómanos, astados, chulos de piscina y demás ralea. Todos elegidos de entre miles de aspirantes a vivir del Detrito, generando detrito y lucrándose de ese detrito que tanto gusta a los televidentes.

    Con todo, no deja de ser una rosa entre un vasto erial de mierda, el hecho de que son una minoría relativa la que nos jode la parrilla televisiva al resto. Somos muchos más los que conservamos el cerebro sin infectar, hostia, pero es difícil esquivar la saturación de esos programas cuando están siento emitidos a todas horas, en todos los contextos y por cualquier causa.

    En parte es lógico que jóvenes y no tan jóvenes, quieran vivir de los réditos que supone ser astro de la bronca barriobajera televisada. Para qué vas a trabajar para un empresario que a diario elabora nuevas putadas para joderte. Por qué opositar, si luego habrá un misterioso grupo de escogidos que habrán tenido acceso a las preguntas con total impunidad.

    Con un poco de suerte y acierto en las decisiones a tomar, es muy rentable ser telefamoso. Incluso la mitad del camino ya está recorrido si, por ejemplo, eres una modelo venida a menos o una cantante en decadencia. 

   En cualquier caso, la estancia en la porqueriza no va de quién está más capacitado en un escenario, ante una cámara o un micro, no. El triunfo es para el que más grita, el que mejor insulta, el que más sabe engatusar a quién sea para que mienta sobre los que conoce y sobre los que no. 

    Y sobre todo, para el que mejor caiga a los entretenidos imbéciles del otro lado de la pantalla.





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