Get Even More Visitors To Your Blog, Upgrade To A Business Listing >>

253. Fin de semana bajo presión

253. Fin De Semana Bajo Presión

    Quién sabe si por rotación planetaria o conjunción astral, pudo mi hermana contar con mi ayuda, para satisfacer con la mayor eficacia y coordinación posibles, los reclamos y necesidades de un grupo de vociferantes púberes, que a bien quiso ella en un arrebato de insensatez, hospedarles en su casa durante un par de días. Con el mayor rigor posible y templando el pulso, paso a relataros a grandes rasgos, lo acaecido aquel sufrido fin de semana de un verano lejano.

    Tengo pocos momentos de paz, por lo que escribo esto a escondidas y con el temor a ser descubierto. Llevo dos días secuestrado, satisfaciendo tan bien como puedo, las exigencias de una aulladora jauría de jovenzuelos malcriados y quisquillosos, arañando fuerzas de flaqueza de mi estabilidad mental para no caer en el síndrome de Estocolmo. Si bien es cierto que la adolescencia es bella por lo que atesora en sí misma, huye de la razón y el sosiego, en favor del exceso y la nula utilización de la lógica. 

    Mi presencia solo es requerida para nutrirlos, aun a riesgo de ser amenazado con gruñidos y gestos de desaprobación, cada vez que traigo a la mesa un plato de pescado o verdura. ¡Iluso de mí!, las criaturas salvajes sólo comen carne, chuches y polos. Suerte que mi hermana, acostumbrada a lidiar con actitudes reprobatorias, consigue salvarme una y otra vez de las fauces de esos déspotas crueles e insensibles.

    Las comidas y cenas de las que fui partícipe con la jauría no tienen desperdicio. Llevo dos días y medio intentado colar un par de frases coherentes, en lo que es una sarta delirante de insensateces que, de darse lugar, serían las mismas que habría entre el musgo seco y las larvas. A todo esto, cuando por fin lo logro, mi sobrino escupe la comida diciéndome que no sé dialogar y que no dejo que nadie lo haga, al tiempo que mi hermana me traiciona y en lugar de defenderme, prorrumpe en carcajadas que se unen a las de toda la jauría. Mientras recogemos utensilios y adecentamos la cocina, la jauría ya con sus apetencias colmadas, asaltan el congelador en tropel, se van al comedor y encienden la aborrecible caja de imágenes.

    De nada sirve que les triplique la edad: con la excusa de que molesto y no estoy en la onda, me han desterrado a la terraza desde donde los observo a través del cristal. Más que sentados, están desmadejados aquí y allá sin orden ni concierto, sintonizando un programa en el que una patulea de iletrados, jaleados por un presentador cretino, se escupen bajezas los unos a los otros, e insultan a personajes de la farándula de tres al cuarto no presentes en el plató, con el mérito incuestionable de hacerlo todos a la vez. Cuando el subidón de semejante bazofia lo requiere, el realizador del programa hace un barrido panorámico sobre el público que aplaude, cuyos rostros sonrientes, muestran evidentes carencias neuronales. 

    Pronto desatienden el televisor en favor de desgastarse en la piscina. Es tal el despliegue de energía, que la convierten en un mar embravecido. Cómo no, también teclean con asombrosa pericia sobre sus pantallas táctiles. No puedo asegurarlo, pero creo que en lugar de mandar WhatsApp al exterior, se los mandan entre ellos en detrimento del don del vocabulario, que sólo es utilizado ante una foto o tuit de supuesto ingenio. En esos momentos para, quien como yo, pertenece al gremio de los tontos que anteponen la libertad al uso de la tecnología, siento que el alma se me diluye pies abajo, y pierdo la poca fe que tenía en las generaciones venideras para capear las tormentas sociales del futuro. No obstante, para no abundar en el pesimismo, debo decir que las madres se han intercambiado información, y aseguran que sus retoños aprueban los exámenes del instituto sin utilizar métodos fraudulentos. 

    Cuando ya es noche cerrada y han repasado sus vidas y las ajenas concentradas en las redes, deciden irse a dormir dando las buenas noches como un mero trámite. Casi levito de alegría, pues eso supone mi liberación y el cumplimiento de mi compromiso. Así que, aunque todavía tengo que pasar la noche que dará paso al amanecer del lunes, escribo esto desde la prudencia y la esperanza, sabedor de que podré escapar cuerdo y de una pieza, pese a los traumatizantes episodios a los que he sido sometido.




P.S.: En la actualidad, algunos componentes de la jauría son mayores de edad y otros están a meses de serlo. También parece ser que, de momento, han desarrollado adicciones sanas, pero nunca han leído un libro. Y todo lo escriben sin vocales.




This post first appeared on La Madre Que Parió Al Pato Negro, please read the originial post: here

Share the post

253. Fin de semana bajo presión

×

Subscribe to La Madre Que Parió Al Pato Negro

Get updates delivered right to your inbox!

Thank you for your subscription

×