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Mi amor a la danza

El amor a la Danza es algo que corre en las venas de mi familia. Y no lo digo porque seamos una familia llena de talento y bailarines, al revés, ninguno en esta familia nació con ese talento, pero todos tenemos un gran amor a la danza, especialmente mi papá.

Mi papá empezó a apreciar el Ballet desde que era muy chico, y cuando tuvo edad suficiente, trabajó para poder pagarse sus propias clases de ballet y de muchos otros tipos de baile. Él se aseguró de pasarme este cariño y apreciación a la danza desde el momento en que nací. Recuerdo momentos de muy chica donde los dos nos poníamos a bailar alguna especie de flamenco en la cocina, ambos aplaudiendo y zapateando volviendo loca a mí mamá. También recuerdo los domingos en el Teatro de la Ciudad, viendo cualquier puesta

en escena del Ballet de Monterrey, o ir escuchando los discos del Lago de los Cisnes y El Cascanueces en el carro. A pesar de que mí papá ya no sigue bailando, creo que una parte de él siente que lo hace cuando yo lo hago, y gracias a él, aprendí a apreciar la danza desde el primer día.

Desde que empecé a tomar clases de ballet constante y adecuadamente, que fue hasta después de cumplir 12 años (un poco tarde), me enamoré de bailar. Ya no era solo observar los pasos que hacían en el Ballet, si no aprender y conocer este nuevo mundo lleno de posibilidades. A pesar de encontrarme con muchas dificultades al hacerlo, he amado todo. Desde las clases en el salón escuchando la música de piano en ballet, o días llenos de ensayos y funciones de doce horas. Amo y aprecio cada una de las cosas que incluye bailar, pero creo que nunca había apreciado tanto la danza hasta que entré a Bailar con el Corazón A.C..

Bailar con el Corazón A.C. es una asociación civil en Monterrey que da clases de baile a personas con todo tipo de discapacidades. Yo entré hace dos años como voluntaria para el inicio del programa Danza Azul, específico para niños con autismo. Sin embargo, después tuve que cambiarme a otros programas por cuestiones de horarios y ahí empecé a apoyar en las clases de Psicoballet, donde hay alumnas con Síndrome de Down, parálisis, entre otras discapacidades.

Cuando entré a Bailar con el Corazón A.C., entré por pura curiosidad y por intentar algo nuevo, pero no tenía idea de todo el amor y aprendizaje que me iba a encontrar.

Aparte de aprender mucho sobre discapacidades, enseñanza de ballet, entre otras cosas técnicas, nada se compara a todo lo que me han enseñado mis alumnas. Ellas, dejan sus limitaciones atrás y usan su cuerpo para manifestar su creatividad artística cada una de las clases y en el escenario. También, he descubierto la importancia de la danza como un lenguaje, ya que, al tener discapacidades cognitivas que les dificulta comunicarse con el mundo, las alumnas han podido hacer de la danza un medio de comunicación que les da la oportunidad de sentir y expresarse.

Gracias a mi experiencia en esta asociación, aprendí justo eso, a bailar con el corazón. Aprendí del amor que sienten estas niñas por la danza, que es un amor que va más allá de buscar ser una bailarina perfecta haciendo los pasos perfectos. Ellas me enseñaron a amar la danza por lo que es: una manera de sentir, compartir, expresarnos, ser nosotros mismos y ser felices.



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