Los niños del paraíso, una película sumergida en el Mundo del teatro. Desde su guion, hasta los propios Personajes que lo representan. Personajes introducidos poco a poco, con líneas y acciones que pueden parecer simple presentación, pero que a lo largo del filme representan realmente su esencia. Garance, una mujer bella e inteligente, que desde los primeros minutos deja claro su amor hacia la libertad, el cual termina siendo más grande que el amor hacia un hombre, o el cariño de cualquier pretendiente. Baptiste, un personaje tímido, pero muy pasional, partes de sí que chocan en momentos claves, ganando al final la pasión. Frederick, hablador y carismático, pasional, pero aún más dedicado a su profesión, Frederick quien sufre un cambio a lo largo de la película, de ser más despreocupado y coqueto, a experimentar los terribles celos, pero capaz de usarlos a su favor, representando a Othelo. Pierre y el Conde, otros dos pretendientes de Garance, aunque Pierre, estando siempre un poco más al margen, orgulloso. Y la pobre Natalie, fiel enamorada de Baptiste.

Aun con tantos personajes, con tantos sentimientos disparando en todas direcciones, hay dos personajes quienes toman el papel de verdaderos enamorados, y por ellos también han de saber llevar todas las tragedias que esto les traiga. Baptiste y Garance. Tal como la pequeña obra de la que habla Pierre a Frederick, dos jóvenes que se enamoran, se pierden, se encuentran y vuelven a perderse.

Todos los personajes viven en este mundo teatral, tienen una visión más romántica de la vida, o en su caso más cruda, o más simple también. El soñador, el ambicioso o el fatal.  Todos escalando en ese mundo, viviendo en él, haciendo de su vida una gran obra. 

No hay diálogos al azar, cada uno representa una idea brillante. Cada línea merece toda la atención que se le pueda dar. El guion y como es representado, hasta los mismo silencios, si no les molesta ver una película que no corre en su narrativa y que se desarrolla en él clásico blanco y negro, ésta es una imperdible.