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Irene Gruss | De piedad vine a sentir
Rara cópula
Podría amar a ese hombre, cómo no,
dulcemente atenazarlo en mis rodillas
y no parar hasta que los ojos de él me mirasen
la primera vez en su vida, con asombro
o, más bien, consternación de sí mismo
pero es el subjuntivo lo que priva,
y esa su mirada en otra parte, en un mundo convexo
donde no caben cuencos sino
ese cántaro que tanto iba a la fuente que, cómo no,
la fuente se ha secado
y es una rara cópula que une y desune, rompe
con lo real lo imaginado,
¿cómo no?
Pero el arte
Lo bueno y lo malo que he perdido no ha sido arte
sino malentendidos: no saber oír,
trastabillarme;
raro cansancio hacía que diera cosas
por sentado: el abrazo;
hasta un puré era algo tan elaborado que evité pelar papas,
ya fuera por bueno
o malo, sin arte alguna, me equivocaba.
Tarde descubrí que el errar,
el perderse
podrían ser lo mismo, un oficio
extravagante. Pero el arte,
ah el arte, no es oficio
sino servir un simple puré de papas, ni muy caliente
ni tibio.
A Mirta Rosenberg, a Elizabeth Bishop
Sal
Por volver la vista atrás
pude mirar Fracaso Tras fracaso tras fracaso,
fuegos vi, la ciudad hecha fuego,
convertida en un apocalipsis precoz. Y
mi nombre perdido hacia un desierto si volteo
la cabeza hacia adelante, hacia
lo que me espera:
soy a duras penas la mujer de Lot: mi necesidad
no tiene nombre.
Irene Gruss (Buenos Aires, 1950 - 2018), De piedad vine a sentir. Ediciones En Danza. Buenos Aires. 2019.