Dentro de la conversación, mi primera línea de argumentos: el Humor tonto, básico y fácil. De mala calidad, sin gracia, en resumen intentaba convencerla de la mala calidad del producto que estaba consumiendo y que, de alguna manera, le causaba risa. Fue fácil que ella decidiera que yo no calificaba para jurado de ningún tipo de programa que fuera interesante para ella o sus congéneres. Un error de estrategia: los peones habían comenzado en mala posición y ahora la niña me tenía en jaque.
Cuando criticamos el humor de este personaje, muchas veces hacemos lo mismo que yo y cometemos el error de calificarlo. Cientos de adjetivos han llovido en las redes sobre el bodrio, que es chato, ramplón, de ínfima categoría, basura, facilista y una serie de adjetivos que muchas veces nos colocan, a Quienes lo vemos como dañino, en una posición fácil de atacar con cualquier argumento poco profundo y primarioso. Hemos visto cómo intentan rebatir, desde esa posición, a una confundida estudiante de filosfía, que intenta hilvanar palabras en un pasquín auspiciado por un grupo de conservadores; hasta al periodista por encargo, desde la misma casa de JB, lanzando cuchillos a quienes intentan criticar el programa de la Paisana.
Nos ponemos en bandeja pues. La crítica contra la Paisana Jacinta no debe ir por criticar si es vulgar o si los guiones son básicos, previsibles y repetitivos. Eso es justamente parte de la propuesta del programa y de la libertad que tenemos todos para elegir consumir o no chatarra. Es de ahí desde donde se van a agarrar quienes fungen de "liberales" o de defensores de la empresa que les paga el sueldo.
La historia del humor está llena de estereotipos. Es la caricatura lo que nos da risa, la ruptura de lo normal, de lo cotidiano: la exageración. Lo que pasa con La Paisana Jacinta, y lo que debemos criticar, es que estamos fortaleciendo un estereotipo proveniente del racismo, con el que se califica de manera negativa a una persona (o grupo de personas) por su origen, costumbres e idioma.
Hoy la congresista de procedencia andina, Hilaria Supa, ha recibido una andanada de insultos racistas por las redes sociales luego de pedir que se levantara del aire el programa de marras. Este tipo de programas conecta al personaje de ficción (a la Paisana Jacinta), con la Gente que no tuvo al castellano como lengua materna, a quienes vienen de la sierra, a quienes usan una vestimenta particular de una zona geográfica diferente a Lima (a "las paisanas", como Hilaria Supa) y crea un vínculo que se refuerza en cada sketch, en cada chiste, en cada broma que se repite hasta el hartazgo; con cada adaptación de esta dinámica en el colegio, en la universidad, en el trabajo. Aparece "la paisana real" y es fácil conectar con el insulto que los personajes dan a la de ficción: "¡tú qué vas a saber oye llama!" o escribir en el facebook, insultando a la congresista de carne y hueso, pero paisana al fin: "¡anda serrana regresa a tu tierra!
La historia del humor está llena de estereotipos. Es la caricatura lo que nos da risa, la ruptura de lo normal, de lo cotidiano: la exageración. Lo que pasa con La Paisana Jacinta, y lo que debemos criticar, es que estamos fortaleciendo un estereotipo proveniente del racismo, con el que se califica de manera negativa a una persona (o grupo de personas) por su origen, costumbres e idioma.
Mira el experimento de la puerta del auto
¿Por qué habrá pasado esto? María Fernanda (mi hija): "Porque en las películas siempre vemos a los negros como ladrones y delincuentes".
Hay programas de humor para niños, para adultos, para tontos e inteligentes. Para gente que no quiere pensar, para gente que sí. Argumentar sobre el problema de la Paisana Jacinta y los demás programas que denigran y restan legitimidad a grupos por su género, origen o idioma criticándolos por su "tipo de humor" o poniendo en duda su "calidad", es ponernos el bonete de "intelectual" y nos hace presa fácil de quienes intentan descalificar nuestros argumentos desde el punto de vista comercial y de la "liberalidad".