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SOY UN TEMPLARIO, SEÑOR

Tags: dios


Aún a riesgo, como siempre, de convertirnos en el blanco fácil del insulto de herejía, de malos cristianos, etc. que suelen hacernos los capillitas que nacen, viven y mueren sin preguntarse nunca nada, sin dudar de nada, sin buscar nada, deglutiendo todo lo que les han contado desde pequeños sin comprender ni entender, por consecuencia, nada, hoy vamos a hablar de la muerte de Jesucristo en la cruz y sin querer establecer ni paralelismos ni igualdades, la persecución y crímenes contra los Templarios y que salvo el pueblo llano que recogió las cenizas y restos del Gran Maestre Jacques de Molay como si de reliquias se tratara, aplaudieron los príncipes de la Iglesia, nobles y algún monarca más que Felipe IV.

Cuando nació Jesús, el Dios que había era un Dios cruel, sanguinario, incluso perverso al ser capaz de hacer creer a un padre que debía matar a su hijo para luego decirle que no, que era una prueba.

Un Dios juez al que nunca temblaba la mano para condenar a las almas "descarriadas". Un Dios injusto con los desfavorecidos, un Dios herramienta de sus representantes, los altos sacerdotes en la Tierra, que amenazaban con los peores castigos infinitos para los desobedientes, para los que no cumplieran con lo que ellos exigían. Un Dios que utilizaban unos cuantos para mantener sumiso y dócil al pueblo, para explotarlos y utilizarlos como criados o sirvientes con el salario de Dios te premiará.

Y viene Jesús y nos presenta a Dios como Abba, Padre, Dios de Amor, de comprensión. Dios del perdón, Dios de la Paz, Dios de todos, sobre todo de los más débiles sociales, de los pobres, de los desfavorecidos.

Y les quita el negocio a los grandes y altos sacerdotes, a los gerifaltes, a los reyes, e incita al pueblo a seguir a Dios sin miedo, con esperanza, a, en vez de temerle, amarle, a ilusionarse con Dios.

Por eso le mataron, no por nosotros, como nos han hecho creer, lo mataron por ellos, porque al acabar Jesús el Cristo con ese Dios vengativo y cruel acababa también con los privilegios que en nombre de ese Dios se otorgaron. Fue por eso, no por nuestros pecados,  nosotros no tuvimos mayor culpa, el pueblo no tuvo culpa.

Jesús prefirió mantenerse fiel a Dios, enseñarnos y presentarnos a Dios, hacernos creer y amar a ese Dios nuevo que Jesucristo nos mostraba,  y los poderosos no pudieron consentir, como siempre, que hubiera alguien que les privara de sus prebendas y de sus recursos, de su Dios irascible y ansioso de sangre. Y lo mataron, lo crucificaron y quisieron hacernos creer que Dios le había abandonado. ¡¡¡¡MENTIRA!!!!! Dios permaneció con Él en cada momento de la tortura y de la Crucifixión, Dios estaba con Él y Él estaba con Dios.

Le hubiera sido fácil retractarse y negar a ese Dios del que predicó. Si lo hubiera hecho si podríamos hablar de un abandono de Dios, pero no, se mantuvo fiel, firme en la creencia en el Padre, y murió con Él en los labios. 


1118 años después, un grupo de Caballeros, mitad frailes mitad soldados, en un tiempo en el que el abuso y la explotación total del pueblo estaba en manos de reyes, nobles y, como no, obispos, cardenales y demás príncipes de la Iglesia. 

Un tiempo en el que el noble tenía hasta derecho de pernada, donde los trabajadores eran siervos y esclavos, sin recibir educación, sin remedios si caían enfermos, donde sus vidas valían menos que los perros del señor, donde se tenían que buscar como mal comer, si podían, donde se los podía robar lo poco que tuvieran, violar, matar. Un tiempo en el que la mayoría no era nada y unos pocos lo eran todo.

Y llegan estos frailes soldados, y en sus encomiendas y propiedades, los trabajadores tenían asegurado su alimento, donde si caían enfermos los físicos de la Orden los asistían y con sus conocimientos adquiridos en tierras lejanas de otras gentes con otras culturas, con otras religiones, los curaban. Donde la protección no era solo para esos monjes soldados, sino para todo aquel que tuviera que ver con ellos. Donde a nadie se le ocurriría asesinar, violar o robar a ningún hermano de oficio, o campesino, o mozo, que trabajara para el Temple.

Donde una parte de la cosecha era para quien la trabajara, donde nadie pasaba hambre ni penurias.

Donde hasta las personas de religión musulmana tenían su sitio en el que rezar sus oraciones sin que nadie les molestara ni les agrediera.

Donde el respeto a todos imperaba por encima del resto de cosas.

Y eso molestaba a los nobles, molestaba a los reyes, molestaba a los príncipes de la Iglesia, que además veían como esos monjes guerreros se hacían, no ellos, su Orden, cada vez más poderosa tanto militar como económicamente, y tenían que pedirles que acudieran en su ayuda con dinero, con tropas, tenían que endeudarse con el Temple, y no pudieron soportarlo, tuvieron que intentar acabar con ellos, torturarlos, asesinarlos, hacerlos desaparecer.

Muchos cayeron, muchos, pero otros, consiguieron escapar. Unos a otros lugares donde se les ayudó,  otros, los menos, entrando en otras órdenes, otros manteniéndose en secreto, en silencio. 

Son los Templarios, nuestros +Hermanos Mayores, nuestros Mártires, que prefirieron mantenerse con Dios y Nuestro Señor a renunciar y salvarse, los que todo lo hicieron para Gloria de Nuestro Señor, los que nos sirven de ejemplo hoy día.

Esperemos que nos hagamos dignos de ellos y cuando lleguemos, Dios quiera que sea cuanto más tarde mejor, frente a Nuestro Señor, podamos decirle sin mentir, con la.mirada limpia, "soy un Templario, Señor".


Feliz día a todos.

NND, FTAT.



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