Al terminar la sesión, con el alma alborotada, el Actor espera la noche negra, el preludio de las horas transitadas por hombres con problemas gástricos y emocionales. Es el momento para mezclarse con aquellos qué, como él, arrastran su dolor entre alcohol y risas fingidas.
Donde antes hubo navegantes, con lentitud, la ciudad se ha transformado en un espacio de personas que transitan para acá y para allá, junto a ellos los atentos vigilantes de mensajes entretejidos en la niebla de no verse. Los Ausentes se hablan con los ausentes, intercambian coloquios con desconocidos de lejos o cerca, lectores de tabaquerías en fábricas que nada fabrican, solitarios farfullando soliloquios, ilusionistas que lloran cuando mueren las palomas.
Un puto aburrimiento.