Que he empezado el año bañándome en Gorliz, una playa que me trae todos los recuerdos (allí nos dimos un único beso, G). El agua estaba fría pero menos que en Langosteira en agosto (la muerte del amigo que se despeñó en el acantilado). Había mucha gente paseando, con y sin mascarilla, padres con niños, señoras tomando el insólito sol de enero, perros con dueño (una cena en el Hondartzape, mi invitado se quedó dormido a las 12 en punto, su señora le disculpaba). Es gratificante empezar el año sintiendo el cuerpo deslizándose entre las olas (la travesía nadando desde Butrón a Plencia, al Kai Eder). No fuimos muchos los valientes o sí, depende de quién los cuente, de cómo lo cuentes (tantos domingos de excursión con amigas y amigos, que nostalgia). Compartir ese momento con mi hija que no quiere que me convierta en un señor mayor y me anima y me saca de mi zona de confort (los paseos con los 18 años de M, ay). Tendré que volver a bañarme mañana o pasado porque todavía me quedan muchos, muchos recuerdos sin contar.