Mi abuelo escuchaba ópera y zarzuela y desde muy niño me contagió el gusto por la música. De adolescente descubrí “mi música” que era diferente a la que escuchaban mis padres. “Ponla más bajo, qué locura, qué ruido”- recuerdo que me decía mi padre. (Pensándolo ahora, no sé si me gustaba solo por diferenciarme de él.)
Related Articles
Pasó el tiempo y me seguía gustando aquella música y alguna más que fui descubriendo, variada, muy, jazz, clásica, tango, salsa, boleros, bossa nova, (descubrí es solo coloquial, lo uso para disculpar mi ignorancia pero también mis progresos).
Pasó más tiempo, tanto que se reeditaban aquellos discos que compré con 16 años y que me seguían gustando. 20 años de. 30 años de. Etc. Me resultaba curioso que les gustaba a personas que “entonces” no habían nacido.
Ya, ha pasado demasiado tiempo. Tanto que he aprendido que la vida no se para, que todo va muy rápido, que lo nuevo dura poco, que me sigue gustando aquella música, la que descubrí después, la de ahora mismo y que intento que me guste la que pone mi hijo en su cuarto (me reprimo para no gritarle “Ponla más bajo, qué locura, qué ruido”). También he descubierto que los gustos son sagrados y que bendita la diferencia. Entre nosotros, todavía algunas canciones me hacen llorar (solo cuando estoy solo).