POR MARIO ROSALDO Si creyésemos que la Arquitectura, en cuanto arte, es expresión material del espíritu de los pueblos, de sus anhelos y sus creencias más profundas, o que toda construcción física —artística o no— es el producto evidente del trabajo de una comunidad entera, seguramente tendríamos la impresión de que la arquitectura tradicional de todo el Istmo oaxaqueño y, en específico,