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Los años tenebrosos de la televisión colombiana: 2017

Cuando uno se sienta a hacer el ejercicio de redactar este memorial de agravios televisivos, siempre tiene que tener de presente una cosa: La Televisión colombiana, al menos en la parte comercial, cada vez va a peor. Si no es por la vía del mínimo esfuerzo, lo es por la vía de hacer guisadas que se sostienen solo porque le ganan en rating al enfrentado. O al menos eso nos hacen creer.

2017 fue un largo repetir de la tendencia que venía desde las postrimerías del 2015, inclusive, donde Caracol lideró casi todo el año, aun con productos vergonzantes y de nula calidad. Fue casi un mal after party del 2016, con todo lo negativo que haya podido ser. Sobre todo, cuando consideramos que venían los remanentes de las porquerías estrenadas en 2016 como Sin tetas sí hay paraíso, La ley del corazón, El señor de los cielos y circos varios

El 2017 televisivo verdaderamente comenzó con Caracol estrenando la versión más descafeinada posible de Colombia´s Netx Top Model , donde ni las habituales peleas de gatas de este formato hicieron que al respetable le importase el desenlace de la primera – y probablemente última- temporada donde la ganadora no sería automáticamente convertida en Chica Águila. Le siguió el enésimo sainete regional de medio pelo llamado Polvo carnavalero, o la peor forma en que una mala película se convierte en una peor telebobela, con las actuaciones de tres centavos de Rafael Zea, Johanna Cure, Isabella Córdoba y Beto “no sé hacer otro papel que el de costeño” Villa. Esta telenovela comenzó inmerecidamente bien pero terminó rematadamente mal, a los empellones. Caracol hace rato olvidó cómo hacer buenos finales.

RCN se lanzó al ruedo con su primer fracaso del año: #El Comandante. Creyeron que repitiendo el relativo éxito de Hasta que te conocí, producción extranjera con algo de talento local, se lanzaron al ruedo en emitir la polémica bionovela del denostado presidente del vecino país. El resultado: críticas al granel, la audiencia espantada, y como para más INRI, el bloqueo de su señal en Venezuela para impedir que se viera este despropósito dramatizado con un Andrés Parra que no pasaba de ser una mera caricatura de mal gusto.

Hablando de críticas, las mismas también arreciaron contra el siguiente lanzamiento, esta vez en el Canal de La Floresta: Alias J.J. (no, no es el primo del detenido alcalde de Cartagena). La polémica bionovela de Popeye nunca gozó de especial afecto entre los televidentes, que la relegaron a nunca llegar a oler siquiera los 10 puntos de rating, y la campaña del apagatón promovida por el suscrito parece que surtió efecto, pues fue eliminada con más pena que gloria.

Sin embargo, como a Caracol lo que le interesa es liderar, así sea exprimiendo hasta la saciedad los formatos que le medio funcionan, logró su cometido con #Yo me llamo, cuya quinta temporada le dio la bienvenida a César Escola y a Pipe Bueno ( y sus chaquetas horrendas) y dio uso de buen retiro a Jairo Martínez ( que recalaría en Telecaribe) y a Luz Amparo Álvarez. Sí, seguían las presentaciones sobreactuadas de Calzadilla, las “erizadas” de Amparito y mucha música pa´planchar. Contra ello, poco o nada pudo hacer ese batiburrillo de despropósitos llamado Francisco el matemático Clase 2017,  o como la clasifiqué “High School Musical para ñeros”, pero que a nadie convenció y que ni siquiera merecía salir al aire.

En lo que es la falsa tregua de los canales privados, vimos otra vez cómo la Teletón 2017 fracasaba en recaudar la suma establecida por segundo año consecutivo. Pocos creyeron ese ejercicio de postiza cordialidad de caracol y RCN, en un país donde el apoyo a las causas como estas sigue en tela de juicio.

RCN siguió fracasando, esta vez con el refrito Venganza, adaptación de la serie norteamericana Revenge, que no contó con el beneplácito de una audiencia cada vez más esquiva. Audiencia que tampoco logró tener el ininteligible Concurso Nacional de la Belleza celebrado en marzo de este año y no en noviembre. Parece mentira que cuando mejor le está yendo al país en términos de clasificación en el certamen orbital, peor le va en rating al reinado local. Otro a lo que le fue mal fue al relanzamiento de Noticias RCN, el denominado Día N demostró que con soluciones meramente cosméticas no se cambia el desapego de la audiencia a una línea editorial conspireta y repelente.

Le llegó la hora al recambio del prime time a Caracol, y lo hizo con la enésima versión del Desafío, esta vez en Cap Cana y sin Margarita Rosa de Francisco al frente. Da igual, el repetitivo ciclo de las mismas pruebas de todos los putos años ejecutada por otros obsesivo-compulsivos de gyms y esta vez con la desagradable adición del líder del equipo de Desterrados, el sobreactuado cubano Osmin. Peleas de gatas, el eterno regreso del desagradable Oscar a la competencia y luego, a embutirnos hasta por los ojos a su ganador, ese fue el saldo de esta jartísima temporada del Desafío. Y como no podía faltarnos la dosis de telepornomiseria musical del año, reciclaron A Otro Nivel, para darnos la repetición inmisericorde de las canciones pecuecas de los jurados, o de aquellas para las cuales tienen derechos en el canal de la Floresta. Igual, nada va a pasar con su ganador. Y para terminar el año, otra dosis del manido Festival Internacional del Humor, que sigue siendo la vitrina de un montón de varados que creen que lo que hacen es hacer reir, pero más bien producen grima.

A las 9 llegó la enésima bionovela para cachifas, desempleados y gente inmunda: Los Morales, que narraba las chocoaventuras estilo maldita rockola de una familia experta en vallenato meleguero, donde uno de sus integrantes fallecía en un accidente de tránsito. A ella la sucedió, con ese talento innato que tienen en La Floresta para variar las propuestas, Tarde lo conocí, otra sarta de chocoaventuras de otra cantante de vallenato meleguero fallecida en otro accidente de tránsito. Vamos, rotación de productos clarísima.

El horario de las 10 parecía respirar mejores aires en Caracol con La Nocturna, pero ellos mismos se encargaron de sepultar lo que parecía una fresca propuesta, enredando en demasía las tramas, forzando a ver parejas románticas ininteligibles y tirándola por la borda desde el accidente del Amelia donde muere su hijo. Desde ahí, ese salto de tiburón hizo insufrible la trama, que venía creciendo poco a poco como novela coral, gracias al fenómeno fan, pero con el anuncio de una posible segunda parte (me resisto a llamarla “temporada”), perdió cualquier derecho a ser considerada para el rescate. Y como si ya tres novelas sobre costeños no fueran suficientes en el año, y sobre todo, dos de ellas bionovelas, en el recambio, Caracol nos dejó a la sobrevalorada La cacica, cuyas cifras de rating me parecen más fake que noticia del 28 de diciembre.

RCN trató de hacer frente con dos de sus fracasadas apuestas de telerrealidad: Soldados 1.0. Vergonzosa labor era ver a 20 celebridades en sus horas más bajas tratando de asumir la vida castrense. Ni el forzado ingreso de gentes del común, cual recurso manido desde Mundos Opuestos (2012) salvó el programa del fracaso. Fracaso que también persiguió a Protagonistas 2017, al que de poco le sirvió el recambio de todos sus jurados, presentadores y hasta de Casa Estudio, cuando la elección del universo de participantes volvía a quedarnos debiendo. En TV, los rayos no caen dos veces en el mismo sitio.

En materia de dramatizados, RCN siguió fracasando de cabo a rabo: De nada sirvió tanta expectativa por No olvidarás mi nombre, si terminó siendo una historia aburrida, mal editada, con un elenco protagónico que no pegaba ni con gota mágica ® y a la que trastearon de horario para que acabara como mejor pudiera. Pambelé fue noqueado por el rating, el refrito de Hermanos y hermanas hasta tenía más rating cuando la emitían a las 10 y La Luz de mis ojos yace en la más absoluta de las tinieblas.

Las tardes siguen siendo ese horario maldito donde solo parece que pegaran el infumable noticiero de casi tres horas, las turcadas lacrimógenas o los dramatizados de tres centavos frente a las mexicanadas, los recalentados de novelas de hace como 8, 12 o 18 años. En los sábados, ese horario que a casi nadie le importa, Caracol sacó del congelador a #100 Colombianos dicen, que, luego reemplazado por Boom fueron las únicas apuestas “novedosas” del canal del molusco en este día, mientras la de RCN fue dar alojo al Show de las estrellas que venía de ser echado casi a escobazos por el canal Uno, que entraba en reestructuración. En los domingos, nada qué hacer, The Suso´s Show se enquistaba, tanto como los ya tradicionales magazines de Caracol (Los informantes, Séptimo día y Voz Populi TV), frente a los cuales, el olvidable estreno de Alguien está mintiendo nada pudo hacer, y menos la trasnochada franquicia de Jefe Encubierto.

Párrafos aparte merece ese quiero y no puedo en que terminó vuelto el Canal Uno. Su polémica licitación a comienzos del 2017 se saldó con una etapa de transición de mayo a agosto que despertaba más desconfianzas que alegrías. Su idea de no hacer “programación espejo” se desvaneció entre reciclando propuestas que los privados ya desgastaron como Caso cerrado o incluso se atrevieron a descartar como Flor salvaje.  Un canal público que peca de tener mucho cacique y poco indio (o bueno, si consideramos indios a sus talifans, clasifica). Trayendo de rebote gente de los privados (cofCofCristinaHurtadocofcof), terminó mostrando una programación plagada de demasiados magazines (Agricultura al día, Aquí entre nos, Venga le cuento, Pregunta Yamid, A las 12, Crónica del sábado y La Tribuna) y pocas propuestas decentes. Pseudorealities como Guerreros o ficciones de tres centavos como  Infieles merecen una plaza directa en la quema televisiva de este año. Al final, cierran con lo que se merecen: Nunca han logrado llegar ni a los 3 puntos de rating, y no me digan que es que vienen creciendo lentamente, que eso en TV pública ya pasó de moda.

Pero no todo es malo en la TV pública: Señal Colombia siguió a la vanguardia en materia de contenidos, adentrándose en plataformas de acceso audiovisual y de gobierno abierto. Haciendo una TV infantil y de entretenimiento de calidad que, si bien no puntúa alto en materia de rating, saca la cara por la TV pública. Destacamos de ella series documentales de excelente factura como La otra orilla, sobre derechos de la población LGBTI, o Cocinando Suramérica. Cualquiera de estas bien pudo ser la rescatada del año, pero vamos a darle una oportunidad a quien casi nunca ha estado en el radar habitual de estas líneas. Ya verán porqué.

Antes, hablemos también de los eventos del 2017: En un año donde no hubo elecciones importantes, sino más bien que es de definición de alianzas para el 2018, Caracol salvó los muebles con la Selección Colombia clasificando en el último partido a Rusia 2018, y ya tendrá para seguir “deleitándonos” con las previas del Gol Caracol más largas que un día de hambre y cada vez más tercermundistas. Con Colombia grita gol ya no hay que hacer más sangres, eso nunca despegará. Con las grandes carreras ciclísticas del año, sorprendía ver el patrioterismo barato y la gritería de Caracol y RCN contrastando con lo medida que eran las emisiones de El Mundo rueda por Señal Colombia. Tal vez eso explique por qué en materia de estatuillas, el Sistema de Medios Públicos podía medirse casi de tú a tú con los privados. En el tema del cubrimiento de la visita del Papa Francisco (porrazo en Cartagena incluido), los de La Floresta dieron tanta pena ajena con su saturación de cubrimiento, mientras sus colegas de Canal Institucional salvaron la patria, con análisis bien medidos.

Y es precisamente de Canal Institucional que sale el rescatado del 2017: Pongámonos al día, magazín de los viernes a las 7 a.m. que informa sin tomar partido, ni volverse una vil propaganda del gobierno. Canal Institucional, a pesar de ser casi la hermana olvidada del Sistema de Medios Públicos, donde siempre ha destacado Señal Colombia, suma así su primer rescate, entrando por derecho propio a nuestra lista de rescatados de la que hacen parte La luciérnaga (1992), Señora Isabel (1993), Brújula Mágica (1994), Quac (1995), Hombres (1996), El Siguiente programa (1997), Música Líquida (1998), Cine arte (1999), Quien quiere ser millonario (2000),  La banda Francotiradores (2001),  Noticias Uno (2002), Pecados capitales (2003), Así se vio en televisión (2004), Juegos prohibidos (2005), Hasta que la plata nos separe (2006), Pura Sangre (2007), El último matrimonio feliz (2008), NP& (2010), La Bruja (2011), Allá te espero (2013). Los puros criollos (2009, 2012, 2014 y 2016), Puerto Papel (2015 y 2016) y El Programa (2016).

Sigo sin tener las mejores perspectivas sobre lo que se nos avecina televisivamente para un año como 2018, con Mundial de Futbol y elecciones presidenciales de por medio, sabiendo que hay medios que les gusta que la gente “salga a votar verraca”; o que el auge de las bionovelas –cada vez más injustificadas-  parece no tener fin. Cada vez más me cuesta más trabajo garantizar hacer la diatriba televisiva del próximo año. Pero otra TV es posible. Dios mío, en tus manos ponemos la basura que ya pasó y los bodrios que llegan.

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