CHICAGO — El parque de La Villita en la 27th St. y Whipple St., fue el escenario en donde se reunieron hombres vestidos como soldados romanos, madres que empujaban cochecitos con sus bebés y padres que llevaban a sus hijos pequeños de la mano, y entre la muchedumbre también iban ancianos; todos fueron a observar la representación del Vía Crucis que año a año realiza Esa Comunidad.

En el Viernes Santo, cientos asistieron, a pesar de las preocupaciones que enfrenta esa comunidad inmigrante debido a las políticas migratorias de la actual administración federal que se ha empeñado en deportaciones masivas, y que según empresarios y legisladores, mantienen a las Familias sin salir de sus casas ante el temor de redadas de Inmigración.

“Pidamos a Jesús que nos dé fuerza en nuestro camino de peregrinos y nuestra condición de inmigrantes y que nos dé la gracia de vivir siempre con la convicción de que somos hijos e hijas amados por él”, comentó una de las participantes en la representación de la décima estación del Camino de la Cruz.

“En esta estación, recordemos a nuestros hermanos y hermanas migrantes que tienen miedo de ser despojados de Sus Familias, de sus hogares, de este país, al enfrentar una deportación. Recordemos a los hombres y mujeres que tratan de cruzar una frontera, arriesgando su misma vida”, agregó la mujer.
Al principio de cada estación, un participante detalló un tema diferente, comparando la vida de un inmigrante o refugiado con la de Jesús de Nazaret. Se mencionó el apuro de los niños que enfrentan racismo en sus escuelas, de los pobres que luchan para ganarse la vida y proveer para sus familias y a las víctimas de la violencia y el terrorismo.

Las primeras estaciones se escenificaron en el parque La Villita, y después, cientos de personas de todas las edades caminaron tres millas por 26th St., parando de vez en cuando para la actuación de alguna de las estaciones. Al final de la caminata se congregaron para presenciar la crucifixión y el entierro de Jesús.

Los asistentes observaban en silencio las escenas y se acercaban al escenario para sacar fotos con sus teléfonos. Se escuchó música, cantos y oraciones. También hubo lágrimas en las mejillas de los presentes.

En los alrededores no faltaron los vendedores en las aceras ni las familias que disfrutaban de un día soleado; parecía que ignoraban cualquier miedo y simplemente vivían sus vidas lo más normal posible.