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Pudrirse por dentro (¿Dónde estás, Bernadette?)

Basada en el libro de Maria Semple, que fue un éxito en 2012, cuenta una historia alocada, explicada a una velocidad considerable, sin dejar que el público se recree en lo que está viendo, un poco al estilo Noah Baumbach. ¿Dónde estás, Bernadette? (2019) es un guión que tiene muchas cosas que decir, muchas puyitas que soltar, muchas reflexiones que sugerir, pero a ninguna de estas cosas se les concede el privilegio del tiempo y de los detalles. A estas alturas sabemos de qué se está hablando y podemos aplicarnos el cuento sin que se resienta demasiado nuestra conciencia. En la nueva película de Linklater la historia tiene muchas cosas que decir, pero el argumento planea sobre todas ellas sin priorizar dramas ni tramas. Además, el guión posee ese punto de rareza o extrañamiento, esa falta --al principio, como es lógico-- de elementos clave sobre la vida de la protagonista que lo hacen todo más raro aún. A medida que vamos conociendo la vida de Bernadette entendemos sus excentricidades, su carácter, sus sacrificios... Está claro que no todas las mujeres son genios como la protagonista de la película, pero la misma secuencia de prioridades vitales la podemos encontrar en muchas de ellas. 
La rivalidad de Bernadette con la excéntrica vecina (que proporciona los momentos más divertidos de la película); sus dificultades para encajar en un barrio ultrapastoso de Seattle, cuyo retrato de conjunto me recuerda mucho a las existencias falsas y grotescas que provoca vivir en una burbuja de dinero y que mostraba con otra intención Big little lies (2017-2019); la revelación de un pasado fascinante voluntariamente enterrado por el cuidado de una hija frágil e inteligente; la lucidez suficiente para anticipar los pasos de un marido en lo relativo a deseos sobrevenidos... a costa del sufrimiento propio. Todo este mosaico diverso compone la vida de Bernadette, pero al espectador le faltan los motivos --porque Linklater los escamotea conscientemente-- y la gracia de la película consiste en que los vaya descubriendo de la forma más insospechada, incluso exagerada: viajes a lugares remotos, revelaciones de sobremesa en montaje paralelo, vídeos de Internet en la madrugada, secundarios con un punto adorable entre borde y gracioso... Y así, también un poco la la manera alocada que tiene Wes Anderson de encadenar secuencias (aunque sin esos encuadres "teatrales" que le caracterizan), Linklater lleva la película a un final previsible construido a la manera tradicional (catarsis, sinceridad, momentos perfectos), pero manteniendo un toque distante e irónico a los diálogos, prácticamente la única forma que existe de escapar a determinados tópicos dramáticos.

   
 
Y así, sin dejar que la corriente del drama se lleve por delante el sentido de una historia que permanece oculta durante gran parte del relato, ¿Dónde estás, Bernadette? se pasa sin darse cuenta. Y sólo cuando el espectador es devuelto a la realidad, es consciente de las vueltas y revueltas a las que ha sido sometido sin darse cuenta. Así de metido estaba en la vida de unos seres de ficción... Como debe ser. Para mí, este es su filme más redondo desde algunos momentos perfectos que nos regaló en su trilogía Antes de... (1995, 2004, 2013).





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