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Crítica | Stella est amoureuse | #Locarno22

|| Críticas | Locarno 2022 | ★★★☆☆
Stella Est Amoureuse
Sylvie Verheyde​ 🇫🇷
Una mirada juvenil


Ignacio Navarro Mejía
Locarno (Suiza) |

ficha técnica:
Francia, 2022. Título original: «Stella est amoureuse». Director: Sylvie Verheyde. Guion: Sylvie Verheyde. Producción: Atelier de Production. Fotografía: Léo Hinstin. Música: Nousdeux The Band. Reparto: Marina Foïs, Benjamin Biolay, Flavie Delangle. Duración: 110 minutos.

Hay películas que, aunque parezcan sencillas, nos obligan a replantearnos algunas de las pautas por las que habitualmente las clasificamos o analizamos. De primeras, para un crítico analítico, se podría despreciar la nueva película de Sylvie Verheyde porque incurre enseguida en decisiones técnicas cuestionables, incluido un salto de eje en la primera conversación en plano/contraplano del metraje, aun siendo un diálogo de pocos segundos. El montaje parece confundir dinamismo con confusión, la puesta en escena parte a veces de una grabación de dos planos para acciones que podrían requerir uno solo, y el ritmo en general se antoja un tanto desigual, con escenas prolongadas de importancia, a priori, menor, frente a la precipitación de otras secuencias de mayor calado dramático. Todas ellas son cuestiones que afectan a la planificación, que parecería por tanto algo descuidada, desmedida o incluso errática. Sin embargo, estas impresiones acaban relativizándose en buena medida, una vez constatada la perspectiva que adopta esta película, titulada Stella est amoureuse, una especie de secuela de la más célebre película de esta realizadora, Stella (2008). Si entonces la protagonista era una niña, ahora es una adolescente, y toda la historia está narrada desde su punto de vista. Sus inseguridades, motivaciones, cambios de humor y momentos de rebeldía tienen su reflejo en la pantalla, y de ahí, en cierto modo, la sutil irregularidad de lo contemplado.

La historia no es nada novedosa, pues la mentada protagonista afronta su último curso de instituto, con el temor de no pasar el BAC (el equivalente de nuestra selectividad), aunque para ello cuente con el apoyo de sus amigas y el sostén de su madre. El metraje arranca con un prólogo, cuando acaban las vacaciones del curso anterior, y termina con el advenimiento de las vacaciones siguientes, por lo que en efecto cubre todo este curso decisivo. Ante los fallos que adelantábamos, la estructura narrativa acaba siendo acertada y equilibrada, pues las idas y venidas del montaje obedecen a menudo a lo que se le pasa por la cabeza a Stella, cuando entremezcla sus recuerdos inmediatos con vivencias del presente (véase la propia edición de ese prólogo, correspondiente a un tiempo que no desea que termine). La puesta en escena, más allá de tales críticas, es bastante ágil y al servicio de los personajes, los principales de ellos adolescentes y necesitados de un espacio donde poder desarrollar cómodamente sus interpretaciones, bajo la mirada cómplice de la directora. Y las escenas a las que se da más importancia tienen en efecto un mayor peso en esta etapa de la vida de la protagonista, en particular sus salidas a un club nocturno.

Como ella misma nos informa mediante su voz en off (periódica a lo largo del metraje), estas salidas serían cada vez más frecuentes en este último curso, y en lugar de mostrarnos esa frecuencia mediante una secuencia de montaje, se alargan las contadas escenas que transcurren en el interior del club (contagiándonos de su frenetismo y musicalidad), donde la protagonista se siente más ella misma. Esa voz en off confirma la naturaleza subjetiva de la propuesta. Permite además sortear la frivolidad que de lo contrario se podría achacar a ciertos instantes de la narración, como cuando el padre les abandona y su hija señala sin rodeos, como si no tuviera mayor repercusión, que su madre estuvo a punto de cortarse las venas. Es un pensamiento que en ese momento tiene la chica, entre otros muchos, por lo que no es una descripción objetiva del suceso que, de lo contrario, podría caer en un sensacionalismo gratuito. Todo lo que tiene que ver con el abandono paterno está contado con cierta distancia, la misma que adopta Stella respecto de su padre. En cambio, las breves pero significativas escenas con sus amigas están dotadas de gran verdad, y logran transmitir la idea de una infancia compartida. En definitiva, Stella est amoureuse no reinventa nada y no está exenta de deslices, pero se caracteriza por una frescura y una energía poco habituales en un certamen como el de Locarno (o cualquier otro), y ello merece ser celebrado. ⁜




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