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Crítica | Collective (Alexander Nanau, 2019) / HBO

La putrefacción del Estado rumano

Crítica ★★★☆☆ de «Colectiv», de Alexander Nanau.

Rumanía, 2019. Título original: Colectiv. Director: Alexander Nanau. Guion: Alexander Nanau, Antoaneta Opris. Productores: Alina David, Hanka Kastelicová, Bernard Michaux, Alexander Nanau, Bianca Oana, Jani Thiltges, Claude Waringo. Productoras: Alexander Nanau Production, Samsa Film. Fotografía: Alexander Nanau. Música: Kyan Bayani. Montaje: Dana Bunescu, George Cragg, Alexander Nanau. Reparto: Liviu Iolu, Razvan Lutac, Mirela Neag, Camelia Roiu, Catalin Tolontan, Tedy Ursuleanu, Vlad Voiculescu.

En una de las escenas más impactantes de Colectiv vemos las imágenes que una doctora ha grabado en un hospital rumano. En ellas se filma a un paciente de la unidad de cuidados intensivos, que está siendo tratado de las quemaduras que ha sufrido en un incendio en una discoteca. Lo que las imágenes del documental muestran no es el horror de un cuerpo desfigurado por la acción de las llamas; de hecho, apenas se le ve la piel, pues está cubierto de vendas. Sin embargo, de entre los orificios que estas dejan, se puede alcanzar a ver partes de la cara, y ni aun así esto provoca el impacto. De manera difícil de creer, en la zona de una de las orejas de este paciente, todavía vivo, podemos observar cómo han crecido y se mueven una serie de gusanos. Estas imágenes, desgraciadamente reales, sirven de metáfora para retratar al Estado rumano, un ente decrépito, podrido por dentro, ante la desatención de aquellos encargados de gestionarlo. Una de las ideas que recorre el cine rumano poscomunista, especialmente el de los autores de la denominada nueva ola, consiste en mostrar la realidad social del presente como algo muy lejano a lo que se esperaba obtener tras la caída del régimen de Ceaucescu. Como ya se ha explorado en esta publicación a propósito de Uppercase Print (Radu Jude, 2020), el comunismo ha dado paso a un capitalismo que ni por asomo ha solucionado los problemas de un país con flagrantes carencias en materia sociopolítica, y la corrupción sigue en límites obscenos.

Colectiv es el nuevo trabajo del documentalista Alexander Nanau. Nominada en la última ceremonia de los Óscar en las categorías de mejor documental y mejor película internacional, la cinta recoge el caso de la discoteca que da nombre al filme, donde durante un concierto se produjo un incendio que se cobró la vida de veintisiete personas, dejando otras ciento ochenta heridas de diversa gravedad. Las instalaciones no solo no contaban con un diseño que pudiera evitar el incendio —de hecho, presentaba algunos materiales altamente inflamables—, sino que ni siquiera tenía salidas de incendios, por lo que el caso se convirtió en un escándalo a nivel nacional. La multitud de protestas provocó la dimisión en bloque del gobierno socialdemócrata de Victor Ponta, pero, a pesar de la gravedad del asunto a esas alturas, lo peor estaba por llegar. En los siguientes cuatro meses, otras treinta y siete personas, víctimas del incendio, perdieron la vida debido a las deficientes medidas sanitarias de los hospitales rumanos, lo que destapó una crisis todavía mayor. Desde el inicio, los miembros de un periódico deportivo fueron los primeros en tirar de la manta, y fue su investigación la que posibilitó que se descubrieran las diferentes formas en que la corrupción estaba teniendo lugar a nivel administrativo, hasta el punto de que se llegó a descubrir que la negligencia no solo se produjo al permitir la apertura de la discoteca, ni siquiera en el pésimo tratamiento de los enfermos en la unidad de quemados —como atestiguan las imágenes descritas al inicio de este texto—, sino que el caso era en realidad muchísimo más grave: debido a las absolutamente insuficientes medidas sanitarias que se llevaban a cabo de manera sistemática en todos los hospitales del país —con desinfectantes diluidos hasta el punto de resultar ineficientes—, toda la población se había convertido en potencial víctima de infección y contagio en los centros sanitarios.

Colectiv, Alexander Nanau.
Nominada a los Oscar de mejor película internacional y mejor documental.

«El filme destaca más por sus valores periodísticos que por los intrínsecamente cinematográficos, lo que no obstante no lo exime de ofrecer decisiones valiosas a este respecto. Desarrollado y montado de manera seria y pulcra, su narración se centra en la explicación del caso, dejando en un segundo plano el aspecto emocional, algo que, lejos de provocar un menor impacto, agrava la sensación de indignación».


El principal valor del documental consiste en el hecho de que muestra los eventos según estos van teniendo lugar. Durante la primera parte del metraje, el equipo de Nanau sigue de cerca las investigaciones de los periodistas, lo que permite desentrañar paso a paso el caso. Tras la caída del gobierno y la instauración de uno provisional, compuesto por tecnócratas encargados de gestionar la situación y encontrar las fallas administrativas para erradicar los problemas sistémicos, el grupo de rodaje pasa a seguir los pasos del nuevo ministro de sanidad, quien les permite el acceso a su día a día, en su cruzada por hacer de su país un lugar mejor. El filme destaca, por tanto, más por sus valores periodísticos que por los intrínsecamente cinematográficos, lo que no obstante no lo exime de ofrecer decisiones valiosas a este respecto. Desarrollado y montado de manera seria y pulcra, su narración se centra en la explicación del caso, dejando en un segundo plano el aspecto emocional, algo que, lejos de provocar un menor impacto, agrava la sensación de indignación, pues se desglosan una a una las diferentes infracciones y negligencias cometidas, con la rotundidad que solo los hechos y los datos pueden ofrecer. El mayor dilema ético a este respecto consiste en qué rol darle a los supervivientes del incendio, de tal manera que su presencia no suponga un desequilibrio del tono de la narración, pero al mismo tiempo ofreciendo el espacio necesario para que expresen su visión y las consecuencias de lo ocurrido sobre su día a día. En ese sentido, Nanau tampoco patina a la hora de combinar dos aproximaciones a lo documental tan fácilmente incompatibles, logrando que las dos se complementen para lograr su objetivo final, que consiste en armar un filme que funciona como herramienta de denuncia social.

Y en ese sentido, la idea final que expone la cinta es en realidad demoledora, pues ofrece poca esperanza de un futuro mejor. La estructura recuerda en gran medida a otro documental, Hungría 2018, que en aquel caso narraba los esfuerzos del progresismo magiar por tratar de recuperar un estado democrático, tras el secuestro autoritario ejercido durante las sucesivas legislaturas del gobierno de Fidesz, comandado por Viktor Orbán. A pesar de la aparición de denuncias por vulneración del Estado de derecho, las elecciones de 2018 supusieron la reelección de Orbán por tercera vez consecutiva, y los escándalos no solo no pasaron factura, sino que en la reelección recibió más apoyo que nunca. Algo muy similar sucede en Colectiv: tras semejante escándalo, que llegó a provocar la dimisión en bloque del gobierno, al año siguiente se produjeron las elecciones generales, que se saldaron con una victoria aplastante del partido socialdemócrata, con todavía mayor apoyo que en los comicios previos. En última instancia, y por inverosímil que pueda parecer, se podría interpretar que estos escándalos en realidad han ayudado al asentamiento de los gobiernos responsables.


Yago Paris |
© Revista EAM / Madrid




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