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D'A 2017 (III) | Críticas: Los decentes, Le secret de la chambre noir, The levelling

Frágil

Crónica número III del D'A 2017 por VÍCTOR BLANES PICÓ.

En una entrevista realizada a El País, el director del D’A asegura que, de las 75 películas que se proyectarán este año en el certamen, unas 60 no conseguirán estrenarse en el circuito comercial español. «Nosotros nos dedicamos al cine más frágil, […] el que tiene más dificultades». Es una sensación que nos acecha desde que llevamos cubriendo la cita de la capital catalana. La sensación de estar ante propuestas que, por desgracia, no encuentran su hueco en la maraña de estrenos, en una industria cada vez más centrada en el blockbuster. Y entonces nos asaltan sentimientos encontrados. Por un lado, la de sentirnos afortunados de haber podido descubrir y admirar verdaderas joyas como La chambre bleue, de Mathieu Amalric, Baden Baden, de Rahel Lang o John From, de Joao Nicolau. Por otro lado, la impotencia de saber que este cine arriesgado, diferente y resistente no podrá encontrar a su público. Y así, de este modo, año tras año, ahora que el festival encara su recta final, nos asaltan diversas preguntas, casi diría que existenciales. ¿Cómo puede ser que 20th Century Women, de Mike Mills, no tenga fecha de estreno, cuando, por ejemplo, es tercera en el ranking del premio del público? ¿Tendrá más oportunidades una película tan sensible como Días color naranja, de Pablo Llorca, de emocionar a nuevos espectadores? ¿Y qué ocurrirá con O ornitólogo, de João Pedro Rodrigues? ¿Conseguirá encontrar su espacio y sorprender a los más atrevidos? Por muy esquivas que sean las respuestas, desde aquí seguiremos cuidando y poniendo el foco sobre ese cine tan frágil como necesario.


Los decentes | ★★★
Lukas Valenta Rinner, Austria, Corea del Sur, Argentina 2016 | Sección Talents.

Encontramos en el cine reciente sudamericano una inclinación hacia el análisis de las fricciones de clases soterradas en una apacible convivencia. En concreto, en una Argentina cambiante y polarizada en lo político, directoras como Lucrecia Martel o películas como Los dueños, de Agustín Toscano y Ezequiel Radusky, o Kékszakàllú, de Gastón Solnicki, y también presente en esta edición del D’A, presentan una visión compartimentada de la sociedad, donde los silencios y las miradas componen una narrativa pausada que acaba fugándose por algún resquicio. En esas aguas bucea Los decentes, segundo largometraje del director austriaco-argentino Lukas Valenta Rinner tras debutar con la multipremiada Prabellum.

Ya desde los títulos de crédito, la cinta juega a establecer el juego de contrastes al que nos somete. En rojo y azul, a modo de flashes y con una música histriónica amenazante, la apertura misma es lo contrario al aparente remanso de paz que veremos en imágenes, representado en dos zonas residenciales diametralmente opuestas, ya no solo en lo social, sino en los ideales que simbolizan. Por un lado, una lujosa urbanización de casa grandes con jardín y piscina, seguridad privada y campo de golf. Justo al lado, separados por una valla electrificada, una comunidad naturista donde la desnudez iguala a todos sus miembros, que pasan las horas relajándose y organizando terapias grupales alternativas. El culto al poder monetario y superficial frente al culto a la sencilla felicidad y el contacto con la naturaleza. El poder de la ambición y el estatus frente al poder de las relaciones humanas y la liberación. Y, como nexo entre ellas, Belén, una empleada de una de las fastuosas casas que poco a poco se va sintiendo atraída por la vida al otro lado de la verja. Es un proceso de aprendizaje personal, de sentirse más cómoda con una misma para cambiar las clases de cupcake por las de sexo tántrico. Esa es la diferencia entre ambos mundos: en uno, Belen debe esforzarse por complacer las necesidades de los demás, ya vengan de la señora de la casa o del vigilante que se enamora de ella; en la otra, debe aprender a centrarse en el placer personal, satisfacerse a sí mismas mediante la relación de igualdad con el resto de las personas a su alrededor. Su tránsito de un lado al otro debe mantenerse en secreto, pues el odio entre ambos mundos es un hecho. Al final, de lo que nos habla Los decentes es del miedo al otro fruto de la intransigencia, de la necesidad de separarse de lo diferente como reivindicación de uno mismo y como mecanismo de defensa. Adhiriéndose al tono y la pausa del cine que hablábamos al comienzo y sin demasiados riesgos a nivel de construcción o fragmentación del relato, Los decentes acaba siendo demasiado correcta dentro de la tensión que quiere trasladar. Así, un final que debería ser la tremenda onda expansiva de una bomba de relojería acaba quedando descafeinado, un simple petardo que no suena tan diferente al resto.

Le secret de la chambre noir | ★★★

Allá por el año 1839, el francés Louis Daguerre inventaba el primer aparato fotográfico que conseguía capturar una imagen real. Atrapada en una capa de cobre plateado, la realidad quedaba fijada tras largas exposiciones. Casi dos siglos después, en una gran mansión a las afueras de París, Stéphane vive obsesionado con fotografiar a su hija a tamaño real usando esta vetusta técnica. Así, en el sótano, la joven Marie posa durante horas para que su rostro y su figura se adhieran por siempre a la superficie. Kiyoshi Kurosawa, en su primera película fuera de su Japón natal, nos presenta a un personaje atormentado por la pérdida de su esposa y obsesionado con la fotografía como único modo de capturar la volátil realidad.

En su primera incursión en el continente europeo, Kurosawa mantiene muchas de las constantes de sus anteriores trabajos: la relación de los vivos con la muerte, un acercamiento sensorial a lo sobrenatural o la obsesión con la duplicidad del más allá. En este tránsito hacia el descubrimiento de lo fantasmagórico, se centra en el personaje del joven ayudante de Stéphane. Jean (un personaje que, como la película, tiene muchas similitudes con lo planteado por Olivier Assayas en Personal shopper) aprende el oficio sin saber que se adentra en un terreno pantanoso donde realidad e imaginación se confundirán hasta no poder separar una de la otra. La ambición y el amor acabarán por trastornar al joven interpretado por Tahar Rahim, en cuyo rostro desangelado podemos ver la sutil mutación hacia la locura. Le secret de la chambre noire transcurre en un continuo juego de malabares entre una voluntad de película de género y la necesidad de anclar en la historia de amor entre Jean y Marie un viaje sentimental hacia lo desconocido. Y aunque la película parece languidecer en ciertos momentos, lo cierto es que la ambigüedad con la que presenta la línea que separa lo sobrenatural de lo real crea una tensa atmósfera que funciona, sobre todo, cuando es la propia narrativa la que se convierte en una entidad sugerente de terror psicológico.

The levelling | ★★★
Hope Dickson Leach, Reino Unido, 2016 | Sección Talents-Fuera de competición.

En el título del primer largometraje de la prometedora directora británica Hope Dickson Leach encontramos un doble sentido. La nivelación a la que hace referencia The levelling en inglés es una alusión directa al problema de inundaciones que sufre el pequeño pueblo al que regresa Clover donde se asienta la granja familiar. Pero también es una metáfora sobre la necesidad de ajustar las relaciones con su padre. Tras la muerte repentina de su hermano, en un accidente con tintes de suicidio, Clover regresa para el funeral tras años de ausencia, teniendo que hacer frente a las heridas del pasado. En su vuelta, se cruzan distintos elementos como el sentimiento de culpa, la dificultad de regresar, las rencillas escondidas tras años de separación… En definitiva, la falta de afecto entre dos seres que se necesitan en silencio (apuntemos como detalle el hecho de que Clover siempre llama a su padre por su nombre de pila y el momento clave en el que cambia y le llama papá). El barro de la granja, los restos de una fiesta y una casa vacía llena de humedades no hacen más que establecer las coordenadas físicas de un drama interior muy bien administrado. Dickson Leach, en parte gracias al estupendo y preciso trabajo de la actriz Elie Kendrick, sabe construir un relato que siempre va creciendo de manera sutil, en el que las miradas y los silencios tienen tanto peso como cada palabra que se pronuncia. Al final, lo que muestra son dos personajes en busca de respuestas, intentando ahuyentar la culpa pensando en que eso les ayudará a entender lo ocurrido.

Pese a su voluntad minimalista, la realizadora no renuncia a utilizar la inherente carga poética de ciertas imágenes y situaciones para acompañar y reforzar el complejo entramado de reproches en los que se sustenta la relación padre-hija, pero siempre con una madurez admirable, sin dejarse llevar y siendo fiel al tono que requiere el film. Sirva como ejemplo el momento en el que Clover debe sacrificar a una cría de vaca recién nacida, pequeños momentos en los que hay que ensuciarse las manos y que van puntuando de manera sutil un guion muy bien construido. The levelling es una película de voluntad pequeña, sin más ambiciones que bucear en los complicados lazos familiares, pero cuyos resultados superan con creces las exigencias de una ópera prima.


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