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Crítica | Crudo

Los placeres de la carne

crítica ★★★★ de Crudo (Raw, Julia Ducournau, Francia, 2016).

Su exitoso paso por el Festival de Cannes, donde fue recompensada con el Premio FIPRESCI de la Semana de la Crítica fue tan solo el comienzo de la imparable andadura de Crudo (2016), la brutal ópera prima de la realizadora y guionista Julia Ducournau, para erigirse en la nueva sensación del género de terror, esa película de la que (para bien y para mal) todos hablan. Las noticias llegadas desde Toronto hablaron de espectadores atendidos médicamente al desmayarse ante la escabrosidad de sus imágenes, algo que no hizo más que alimentar su fama de ser una de las experiencias más desagradables jamás vistas en una gran pantalla, estupenda estrategia de márketing que, sin duda, la hacen una de las más esperadas por los amantes de las emociones fuertes –esas que tan bien sabe servirnos el cine de género francés, a través de títulos tan "inolvidables" como Irreversible (Gaspar Noé, 2002), Al interior (Alexandre Bustillo, Julien Maury, 2007) o Martyrs (Pascal Laugier, 2008)– y la hemoglobina. Sin embargo, no todo en el filme gira en torno al gore explícito (que lo tiene, por una vez la publicidad no nos vendía humo), y la historia de antropofagia funciona como anécdota argumental dentro del extremo relato dramático de iniciación a la madurez de una adolescente, con sus desórdenes hormonales, despertares sexuales y experimentación de lo prohibido, llevados hasta las últimas consecuencias. En Sitges supieron ver el bosque detrás de los árboles y, si bien las voces que hablaban de su violencia inaguantable seguían fomentando su leyenda, la consideraron merecedora de los trofeos a la mejor película europea, dirección novel y el Premio Jurado Carnet Jove, convirtiéndola en una de las grandes triunfadoras de la edición y, con ello, en una de las citas obligadas con el mejor cine de género en este 2017.

La cinta nos presenta a Justine (Garance Marillier), la típica adolescente de 16 años educada, aplicada y brillante en los estudios, todo un orgullo para una familia en la que todos sus integrantes se dedican a la veterinaria y son vegetarianos estrictos. Cuando llega el momento de salir del nido familiar para ingresar en la facultad más importante de Francia –en la que sus padres sacaron sus carreras y donde Alexia (Ella Rumpf), su hermana mayor, ya es una veterana que debería ayudarla a dar los primeros pasos–, la chica descubre un mundo sórdido y violento, en el que los estudiantes veteranos someten a los novatos a todo tipo de vejaciones y repugnantes rituales de iniciación. Una de estas pruebas, que consiste en comer un riñón de conejo crudo, despierta en Justine una hasta entonces desconocida fascinación por la carne, naturaleza que la llevará a realizar una inmersión en los terrenos del canibalismo, paralela a su pérdida de la inocencia en favor de la rebeldía. El guion de Ducournau utiliza el progresivo ansia de devorar de la protagonista como metáfora del descubrimiento de su sexualidad, con Adrien (Rabah Nait Oufella), su promiscuo compañero gay de habitación, como objeto de deseo y sus incontenibles apetitos. Desde las primeras escenas en la escuela, con esos alumnos noveles caminando a cuatro patas hasta un recinto en cuyo interior los veteranos se entregan a una orgía de música electrónica, luces de neón, sexo variado, drogas y alcohol –secuencia muy atractiva a nivel visual y prodigiosamente planificada–, la atmósfera de Crudo se torna tan turbia como la enfermiza relación de amor / odio establecida entre las dos hermanas. Así, la prudencia inicial de Justine se contrapone con fuerza al carácter mucho más desinhibido de Alexia, algo así como la oveja negra de la familia que, cansada de cargar con las comparaciones con su ejemplar hermana pequeña, encuentra, en su calidad de anfitriona en semejante entorno hostil, una ocasión perfecta para sacar contra ella toda su frustración.

«Ambas actrices se entregan en cuerpo y alma a unos personajes con sentimientos contradictorios, expuestos a situaciones límite y muy complicados, recreando una relación fraternal nada convencional».


Crudo funciona igual de bien como íntimo psicodrama adolescente que como película de horror que bebe con desparpajo del concepto de “nueva carne” que abanderara David Cronenberg, con profusión de momentos no aptos para estómagos sensibles en los que eccemas, viscosidades o amputaciones varias, que se adueñan de la pantalla como gráfica descripción de la radical metamorfosis de Justine de persona racional a animal depredador de instintos primarios. Las escenas sexuales están contagiadas, de igual manera, de ese halo violento que envuelve a toda la obra –magníficos los pasajes de "la primera vez" de la protagonista, comportándose como una bestia al alcanzar el clímax, o el "juego" erótico en el que tiene un compañero y ella son embadurnados con pintura amarilla y azul, respectivamente, con el objetivo de que salgan de la habitación de color verde–, con la sangre interviniendo de una forma u otra. Otro de los platos fuertes de la función (en esto de revolver las tripas al espectador) lo encontramos en una escena de depilación de ingles en la que, desde el minuto uno, se masca la tragedia. Los responsables de la cinta no han escatimado en excelentes efectos de maquillaje para recrear con todo lujo de detalles las constantes atrocidades se suceden a lo largo del relato, rodadas, eso sí, con gran elegancia por Ducournau. Pero si hay algo que destaque por encima de estos efectistas reclamos, eso sería la sorprendente interpretación de Garance Marillier, tan convincente como virginal niña bien como cuando desata su furia y se transforma en una Lolita descontrolada y letal. Un trabajo visceral como el propio filme, secundado de manera ejemplar por una Ella Rumpf que es otra fuerza de la naturaleza. Ambas actrices se entregan en cuerpo y alma a unos personajes con sentimientos contradictorios, expuestos a situaciones límite y muy complicados, recreando una relación fraternal nada convencional, que funciona como afortunado cruce entre aquella joyita canadiense de serie B que fue Ginger Snaps (John Fawcett, 2000) –en la que el canibalismo llegaba como consecuencia de la licantropía– y Somos lo que somos (Jim Micke, 2013), también protagonizada por una familia con peculiares gustos culinarios. | ★★★★ |


José Martín León
© Revista EAM / Madrid


Ficha técnica
Francia. 2016. Título original: Crudo. Directora: Julia Ducournau. Guion: Julia Ducournau. Productor: Jean des Forêts. Productoras: Petit Film / Rouge International / Frakas Productions. Fotografía: Ruben Impens. Música: Jim Williams. Montaje: Jean-Christophe Bouzy. Dirección artística: Laurie Colson. Reparto: Garance Marillier, Ella Rumpf, Rabah Nait Oufella, Laurent Lucas, Bouli Lanners, Joana Preiss, Marion Vernoux. PÓSTER OFICIAL.



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