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Desbiologización social como fuente de poder e inequidad de género


De acuerdo con Clifford Geertz (1987), la cultura humana es la trama de significados en función de la cual los seres humanos interpretan su existencia y experiencia cotidiana, a la par que esta conduce sus acciones; la estructura Social, o simplemente la sociedad, por otra parte, es la forma que asume la acción, la red de relaciones sociales realmente existentes (Geertz, 1987).  Tenemos así, con dicho autor, que los elementos culturales son netamente simbólicos, que la cultura consiste en estructuras de significación socialmente establecidas, o dicho en otras palabras, en un conjunto de signos construidos históricamente que orientan la acción y la interpretación del mundo social (Ramírez, 2009). De modo que si la cultura consiste en una trama de elementos simbólicos, todos y cada uno de nuestros actos cotidianos, incluyendo la forma de vestir, la música que escuchamos o incluso el grupo de amigos o las amistades que preferimos frecuentar, está inmersa de una u otra forma en un complejo sistema de significados y significantes. 
Por otra parte, de acuerdo con Lacan (2002), el registro de lo simbólico (uno de los tres registros lacanianos que dan forma a la existencia junto a lo real y lo imaginario), es una cadena de significados (necesariamente una cadena, ya que como se ha dicho en el apartado anterior, no existen significados dentro del lenguaje que se encuentren totalmente aislados), por la cual se construyen normas y leyes que determinan el marco de acción de los distintos grupos humanos. Ello en virtud de que  el mundo real puede ser percibido, observado, palpado, comunicado e interpretado gracias al poder comprehensivo que dan las convenciones del lenguaje (Editorial de pensamiento & gestión, 2011). Es así como, de una u otra forma: 
…el mundo simbólico es un complejo perceptual compuesto de contenidos verbales y no verbales que se eslabonan de manera coherente para darle sentido a un conjunto de símbolos y signos con los que se da cuenta de una determinada realidad social (…). En este sentido, el mundo simbólico es entendido desde la perspectiva de lo lingüístico donde caben las palabras, los vocablos y sus inflexiones verbales, relevándose la compleja estructura del lenguaje como el mecanismo social con el que se codifican y decodifican las experiencias sociales, humanas. En el interior de este mundo simbólico se recogen las múltiples y no siempre concordantes miradas culturales que caben en la diversidad humana que ha caracterizado el mundo contemporáneo (Editorial de pensamiento & gestión, 2011: VIII). 
Ahora bien, vivir inmersos en el mundo de lo simbólico, ya que evolutivamente devenimos en una especie capacitada cognitivamente para tal, puede implicar que muchos de nuestros rasgos biológicos sean, dependiendo de la cultura y el contexto, definidos de una u otra determinada manera simbólica. Es así como bien se puede llegar a hablar de una desbiologización cultural o por vía simbólica de nuestros rasgos más biológicos e instintivos. Cabe colocar de ejemplo el estricto control sobre el sexo de la moral victoriana o incluso de gran parte de la historia humana,  ya que  en términos históricos no es sino hasta el segundo libro del denominado Informe Kensey, tituladoComportamiento sexual de la mujer, y publicado en 1953 por Alfred Kinsey, Wardell Pomeroy y otros colaboradores, cuando se hace público no sólo de manera científica sino cultural, el hecho de que la mujer puede experimentar placer sexual y que al igual que el hombre puede gozar con el mismo siendo así la sexualidad una destacada dimensión humana tanto en uno como en otro género. Es decir, no es sino hasta mediados del siglo XX que se pudo hacer público dicho dato, ya que el simbolismo de las significaciones patriarcales (propias de una estructura biológica primate como se verá en un capítulo posterior), desbiologizaban el placer natural que puede llegar a sentir el género femenino, llegándolo a introducir incluso en toda clase de sistemas y códigos de significados y significantes que de una u otra forma inferiorizaban a la mujer. 
Llegados a este punto se hace necesario distinguir lo que en el presente texto se señala como desbiologización cultural, entendida esta como la domesticación, la sumisión, la alteración, el control o incluso la anulación de características biológicas e instintivas propias del ser humano a razón de un determinado entramado de significaciones simbólicas, de lo que en estas mismas líneas se denominará como desbiologización social histórica, entendida esta última como la domesticación, la sumisión, la alteración, el control o incluso la anulación de características biológicas e instintivas a razón ya noestrictamente de las significaciones, sino de un proceso evolutivo que se presenta en un marco social e institucional de relacionamiento simbólico. 
Para colocar un ejemplo de lo segundo, cabe destacar que de acuerdo con un informe publicado en ABC Ciencia en el año 2011, en los últimos 30000 años la materia gris del ser humano, o lo que es lo mismo, el tamaño del cerebro, ha venido disminuyendo de forma gradual y progresiva. De acuerdo con dicho informe. 
El cerebro humano se ha reducido en los últimos 30.000 años hasta el punto de que, durante ese tiempo, ha perdido el tamaño de una pelota de tenis (…). Tras tomar medidas con cráneos encontrados en Europa, Oriente Medio y Asia, los científicos han llegado a la conclusión de que el tamaño medio del cerebro de los humanos modernos -Homo sapiens- se ha reducido un 10%, y ha pasado de 1.500 a 1.359 centímetros cúbicos. Las mujeres, cuyo cerebro es algo más pequeño que el masculino, han experimentado una evolución equivalente (ABC Ciencia, 2 de agosto de 2011). 
De acuerdo con expertos como David Geary, de la Universidad de Missouri (y citado en el mismo informe de ABC Ciencia), el ser humano de hace más de 30000 años necesitaba un cerebro mucho más grande que el nuestro, y con él varias capacidades instintivas innatas, para hacer frente a las distintas vicisitudes de un entorno sumamente hostil. Es decir, “cuanto más cerca viven los seres humanos, mayor es el intercambio entre el grupo, la división del trabajo y las interacciones ricas y variadas entre las personas” (ABC Ciencia, 2 de agosto de 2011), lo cual posibilita cierto grado de cooperación social por el cual muchas de las funciones que necesitábamos en un entorno lleno de peligros naturales pasan a un segundo plano. En otras palabras, desde que vivimos en sociedad el tamaño del cerebro humano ha venido disminuyendo, un proceso que muy probablemente se acentué con las actuales dinámicas industriales, ya que de acuerdo con varios estudios, el uso de teléfonos móviles hará que muy probablemente los dedos de los seres humanos se alarguen. Otros estudios e informes similares, como el que apareció en Blastingnews en 2014, informan que las redes sociales pueden llegar a cambiar la estructura del cerebro y la forma en la cual procesamos información. De dicha forma tenemos que: 
Los medios de comunicación social provocan también una liberación de dopamina, el componente químico del bienestar. El uso de imágenes por resonancia magnética ha servido a los científicos para revelar que los focos de recompensa en los cerebros de las personas están mucho más activos cuando las personas están hablando de sus propios puntos de vista, en lugar de escuchar a los demás (Waldorf, 13 de noviembre de 2014). 
El proceso de información mental también puede llegar a verse influido por las redes sociales, y en general por los medios de información de la época contemporánea, de muchas otras formas que a la larga pueden llegar a cambiar la estructura mental y cognitiva del ser humano de hoy. Por ejemplo, el hecho de que muchos jóvenes de hoy empiecen a interpretar cuanta imagen vean en términos de “me gusta” (propiciado ello por redes como Facebook e Instagram), y desde determinados patrones alimentados por los medios masivos de comunicación, y desde una actitud sumamente pasiva además, es de por sí una cuestión que atenta contra la esencia misma de la multiplicidad simbólica no jerárquica (es decir, contra la igualdad social exenta de jerarquías pero poseedora de visiones y epistemologías del mundo propias). Tal y como nos dice Noam Chomsky e Ignacio Ramonet (1995) en torno a  las estructuras actuales de poder que se valen de los medios masivos de comunicación para incentivar el consumo y mantener usuarios y ciudadanos acríticos y pasivos: 
La mayoría de los individuos tendrían que sentarse frente al televisor y masticar religiosamente el mensaje, que no es otro que el que dice que lo único que tiene valor en la vida es poder consumir cada vez más y mejor y vivir igual que esta familia de clase media que aparece en la pantalla y exhibir valores como la armonía y el orgullo americano (Chomsky y Ramonet, 1995). 
La desbiologización, por tanto, también tiene procesos históricos que se asientan en las propias dinámicas sociales. Otro ejemplo de ello lo encontramos en la afirmación de Roberto Sánchez (2012), centrada de una u otra forma en la siguiente hipótesis: desde el descubrimiento de la agricultura el ser humano, al abandonar en cierto grado las proteínas de las carnes y comenzar a comer por ejemplo cereales, ha venido presentando el proceso ya mencionado líneas atrás de disminución paulatina del cerebro. Es decir, una desbiologización por factores asociados a una reciente historia evolutiva enmarcada en lo social y lo simbólico. Pero decíamos que la desbiologización también puede ser cultural (es decir, estrictamente simbólica y por fuera en alto grado de los largos procesos evolutivos y los cambios físicos y biológicos resultantes de la socialización), y poníamos de ejemplo la negación durante casi toda la historia simbólica humana del placer sexual femenino. Esta desbiologización cultural es la que se centra en la colonialidad simbólica del individuo con el objetivo de amaestrarlo para el consumo y hacerlo sumiso, ello, en una de sus caras, ya que este tipo de desbiologización también introduce a los individuos en sistemas jerárquicos por los cuales se llama a conflictos que poco tienen que ver con la esencia natural de las personas. Volviendo a Chosmsky tenemos que: 
Será cuestión de conseguir que los sujetos que forman el rebaño se queden en casa viendo partidos de fútbol, culebrones o películas violentas, aunque de vez en cuando se les saque del sopor y se les convoque a corear eslóganes sin sentido, como Apoyad a nuestras tropas (Chomsky y Ramonet, 1995). 

Bibliografía:

ABC Ciencia, (2 de agosto de 2011). El cerebro humano está encogiendo: ¿hay un nuevo tipo de inteligencia? http://www.abc.es/20110207/ciencia/abci-cerebro-humano-esta-encogiendo-201102071058.html

Archer, M. (1995). Realist Social Theory: the Morphogenetic Approach. Cambridge: Cambridge University Press.

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Bourdieu, P. (2007) [1987], Espacio social y poder simbólico en: Bourdieu, Pierre. Cosas Dichas, Barcelona: Editorial Gedisa, págs. 127-142.

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Guerrero Ramos, M. A. (2012). “El consumidor reflexivo como garante de una ética ambiental y de un posible cambio social en el sistema productivo industrial" En: Pre-Til  ISSN: 1692-6900  ed: Universidad Piloto de Colombia. v.10 fasc.N/A p.23 - 32 ,2012

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Autor: Miguel Ángel Guerrero Ramos

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