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HARTO DE DÍAS

Hartarse es perder el gusto, o tal vez olvidarse de él. (Anónimo) 


Es increíble lo que uno experimenta cuando hace un alto en su vida para rememorar todo su pasado.

Esto solo pasa cuando estamos hartos de días porque de lo contrario nunca se siente la necesidad, o se tiene tiempo de hacerlo. Como si fuera inútil, o peor, como si nos acercara peligrosamente a la muerte.

No he perdido ese instinto infantil que tenía cuando vivía intensamente las cosas con candidez e inocencia. Ahora lo disfrazo de experiencia, de supuesta sabiduría, pero en mi foro interior sigo siendo aquel crío al que le gustaba las aventuras que sabía que nunca viviría y que tenía una curiosidad enfermiza por dos temas: la inteligencia y la sabiduría. Hasta que me di cuenta, ya harto de días, que carecía de ambas cuando las había falsamente lucido a lo largo de mi vida.

La edad nos obliga a reconsiderar nuestros valores, nuestras certezas. También pone el tiempo en su lugar y ya no se trata de hacer cuánto más sino aquello que todavía podemos hacer.

El cuerpo es un termómetro perfecto de nuestro estado físico, pero ¿qué hay de la mente, o de nuestro espíritu?

Es importante hacer un chequeo de tanto en cuando de nuestras posibilidades, de nuestras aptitudes para ver dónde estamos. Porque cuando nos hartamos de días estos pesan como una losa sobre muchas de nuestras capacidades. Además, he observado que en mi persona obran como contrapeso a mis imperfecciones. Mi impaciencia innata se ve cada día más, retada por mi incapacidad a gestionarla lo que me aboca a la paciencia de la que carezco, que en un principio es impuesta pero que poco a poco hace parte de mi ser y de mi deleite.

Los hombres en nuestra juventud somos como los robles, fuertes al viento, indomables, pero la edad nos transforma en juncos que se pliegan al viento si queremos sobrevivir. Aquellos que se resisten acaban rotos, en el fondo del río de la vida.

He descubierto que hay un placer, que digo un gozo extremo, en dejar que la vida siga su curso sin mi protagonismo. Es la única forma de ser un buen observador y si bien algunos lo hacen de mutuo propio, yo me he visto trabajado por el peso de mis días hasta que me he rendido a ellos. Y creerme eso es muy bueno, porque ¿para qué sirve la impetuosidad de la juventud en una carcasa desgatada y frágil? Para que se rompa cuanto antes y eso no es sabiduría. No es lo que los años nos han enseñado, no.

Me ha gustado tanto ser protagonista en mis años pretéritos que al principio de este proceso de reconsideración de mi vida, lo viví como un vacío, pero Dios me llevo por el mejor camino para mí. De su mano me rendí paulatinamente a la evidencia, cediendo el testigo a mis hijos y pronto a mis nietos.

Ahora disfruto de ellos como nunca antes porque vivo a través de sus vidas. Sus éxitos me enorgullecen, en sus fracasos me tienen a su lado. Me recuerdan que lo que ellos consideran un fiasco suele ser una lección magistral de Dios que entenderán en su momento oportuno, cuando los años empiecen a saciarles tanto que acabaran como yo, hoy, hartos de días. Nada nuevo bajo el sol, es el ciclo de la vida.

Le doy gracias a Dios por toda mi vida, por lo bueno y por lo demás. ¡¡¡Me resisto a decir lo malo porque en realidad no hay mal que por bien no venga, siempre es así!!! Otra cosa es que sepamos verlo y aceptarlo.

Estoy harto de días, pero no olvido ninguno de ellos, siempre que Dios me lo permita.

Gracias Padre por la vida que me has dado. He tenido que pararme, cansado por el peso de mi vida, para ver todo lo que tu mano divina ha hecho en ella. Tu vara y tu cayado me infunden aliento y sé que, un día moraré en tu casa, ese día en el que los días desaparecerán. Amen

1 Jehová es mi pastor; nada me faltará.
2 En lugares de delicados pastos me hará descansar;
Junto a aguas de reposo me pastoreará.
3 Confortará mi alma;
Me guiará por sendas de justicia por amor de su nombre.
4 Aunque ande en valle de sombra de muerte,
No temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo;
Tu vara y tu cayado me infundirán aliento.
5 Aderezas mesa delante de mí en presencia de mis angustiadores;
Unges mi cabeza con aceite; mi copa está rebosando.
6 Ciertamente el bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida,

Y en la casa de Jehová moraré por largos días. (Salmo 23) Que Dios os bendiga, Alfons
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