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BUSCAR

Se dice que solo el que busca encuentra, eso solo es verdad si no lo encuentran antes. (Anónimo) 


En un principio de año tan convulso con la pandemia, con lo que está pasando en el mundo, uno intenta buscar paz y sosiego allá donde puede.

Las relaciones interpersonales se limitan al máximo y eso nos frustra todavía más.

Estamos condenados a convivir endogámicamente haciendo que la riqueza de nuestras relaciones se base en la intensidad y no en la diversidad.

Buscamos respuestas, buscamos soluciones, buscamos culpables, buscamos salvadores, pero pocos buscan al Salvador, a Jesús.

El mundo no entiende. El mundo es incapaz de explicar lo que está pasando, de aportar una solución solvente. Cuando pensamos que ya está, aparece una nueva cepa que incrementa los efectos devastadores.

Nuestros gobernantes son incapaces de darnos un rumbo con esperanza. A duras penas pueden hacerse creíbles porque no saben lo que realmente está pasando.

Cuando esto sucede y que nuestra búsqueda se enfrenta a un muro sin respuesta llegan los maestros de la ciencia de la desinformación. Conspiranoicos, apocaliptoicos, extraterrestroicos, salvadores de la patria, de la vida, del alma. Toda esta flora y fauna se desarrolla en nuestro entorno y nos tienta con sus teorías, demonstraciones, racionamientos que pretenden ser cuerdos pero que en realidad son tan irreflexivos como engañosos.

Acabo de leer Apocalipsis, no porque crea que es el momento apropiado sino porque está en mi plan de lectura cotidiana de la palabra. Y claro el paralelismo con lo que está sucediendo es tentador.

Lo curioso ha sido que, como tantas veces me ha sucedido cuando leo la Biblia, esta vez la lectura de Apocalipsis me ha tocado no solo el corazón sino también la razón. Sin lugar a duda obra del Espíritu Santo sobre mi espíritu. Digo esto porque lo que voy a explicar no es lo que dice la palabra sino lo que ME dice la palabra. Es tan solo mi entendimiento, mi comprensión de aquello que me ha inspirado la palabra y por lo tanto no pretendo enseñar (sería incapaz) sino compartir.

Mi angustia referente a lo que está pasando con la pandemia es profunda. Una mezcla de incomprensión y de impotencia que me asustan, que me congojan cuando pienso en mi familia, en mis allegados, en todos aquellos que no gozan de las bonanzas que Dios me ha dado.

Busco respuestas, me informo, leo, escucho, analizo, pero todo se mezcla en un sinsentido inextricable. Y la lectura de apocalipsis me lo ha revelado: estoy buscando una respuesta en los hombres cuando la respuesta está en Dios, en Jesús.

Mi búsqueda ha llegado a su fin, en todos los sentidos, tanto a su conclusión como en la revelación de su propósito. Son tiempos convulsos y es cuando Jesús nos es más necesario que nunca. Cuando debemos olvidarnos de explicaciones y soluciones seculares y buscarle a Él porque Él es la verdad y la vida. Él es la respuesta.

Me he dado cuenta que esta pandemia, para mí, para mi vida es una prueba de fe, una prueba de fidelidad incondicional hacia mi Señor y Salvador. He entendido que hay y habrá dolor a lo largo del camino que he emprendido, pero también que hay y habrá consuelo y el amor incondicional de Jesús hacia mi persona porque la Gracia de Dios es para sus hijos.

Esto me hace ver e interpretar lo que estamos viviendo de una forma muy diferente a la que me imaginaba antes de leer apocalipsis. Me he dado cuenta que estaba atrapado en la secularidad del mundo y la lectura de la palabra me ha liberado de sus cadenas, haciéndome ver el propósito real de lo que está aconteciendo.

A cada día que pasa me acerco más al final de mi vida en este mundo, pero también me acerco más a Jesús. He dejado de buscar respuestas que ya tengo a un problema que no es de mi alcance, sino de Jesús: la salvación. Gracias Señor por tu sacrificio en la cruz. Amen

14 Buscad lo bueno, y no lo malo, para que viváis; porque así Jehová Dios de los ejércitos estará con vosotros, como decís. 15 Aborreced el mal, y amad el bien, y estableced la justicia en juicio; quizá Jehová Dios de los ejércitos tendrá piedad del remanente de José. (Amos 5:14-15)

Que Dios os bendiga, Alfons
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