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EL MAL

El bien y el mal se oponen hasta en su definición. (Anónimo)

Cuando nos educan lo primero que nos enseñan es discernir lo bueno de lo malo, el bien del mal, y nosotros lo primero que aprendemos es a decir no. Esto es propio de la condición humana.

Se dice de nuestros retoños que son el reflejo mismo de la inocencia y pureza original. Si bien es verdad, esto solo dura el tiempo que son totalmente dependientes de nosotros, los primeros meses a lo sumo. Porque a partir de que se conciencian de sus aptitudes, ya las usan sin mesura a su ventaja. Ya sea llorar o sonreír y qué decir de hablar.

Los padres nos cuidamos de rodearlos de atenciones amorosas y buenos preceptos (o eso deberíamos hacer todos) pero ¿qué pasa cuando en el parvulario se juntan con otros y se pelean por un juguete? No les hemos enseñado eso sino todo lo contrario pero su instinto natural los lleva a codiciar de bien pequeños. Es tan chocante como verdad y que sean pequeñajos adorables no les quita un ápice de responsabilidad.

Nuestra condición humana está anclada en nuestros genes, no podemos escapar de ella, tan solo intentar controlarla. Pero esto solo es posible con la ayuda de Jesús y del Espíritu Santo.

Siendo conscientes del bien y del mal nos creemos capaces de lidiar con ellos pero si el bien tiene su origen en lo sobrenatural, el mal también. Y no somos de talla en esta batalla, objeto de ella, sí, presa y premio a la vez.

La vanidad que nos habita nos inclina a pensar que estamos a la altura para dominar aquello que nos atañe pero la verdad es que somos presas fáciles porque la semilla del mal no está fuera como nos quieren hacer pensar, no. La semilla del mal la tenemos dentro, en nuestro cuerpo, en nuestra mente, en nuestro corazón, hasta en nuestro espíritu.

Frente al mal somos como hielo expuesto al sol. Incapaces de resistir, nos derretimos frente a sus tentaciones. Todos caemos en las garras del pecado, es como un cangrejo en nuestro interior que va nutriéndose de nuestra podredumbre. No lo vemos pero está ahí recordándonos constantemente la cara seductora del mal.

Sería un acto de orgullo temerario pensar que somos capaces de enfrentarnos al mal cara a cara. Está dentro de nuestras vidas, no necesita entrar en ellas.

Eso no quiere decir que si bien somos débiles frente a lo sobrenatural de la maldad no tengamos el aliado perfecto, vencedor de ella, Jesús.

Hace falta mucha humildad y sencillez de corazón para reconocer nuestros propios límites. Debemos enfrentarnos a nuestros demonios que intentan convencernos de lo capacitados que estamos para vencer. Saber reconocer nuestros límites es el camino que nos lleva al principio de una vida santa porque si lo hacemos descubriremos que existe la victoria sobre el mal y que si bien no podemos conseguirla nosotros solos, de la mano de Jesús sí, porque Él ya lo derrotó para salvación de los hijos de Dios.

Pero no hay camino de santificación sin el temor de Dios, ese mismo que nos inspira un respeto reverencial y un deseo de complacerle lo mejor que podamos con la aprensión legitima de saber que no estamos a la altura de su Gracia.

Se dice no hay mal que por bien no venga y podríamos decir que el mal vino encarnado por la serpiente en el jardín de Edén y que su consecuencia la estaremos pagando hasta la llegada de Jesús. Lo buenos de ello y su resultado regenerador es que todos podemos elegir nuestro camino si bien Dios ya sabe cuál es.

Sin el mal, nuestra desobediencia a Dios, en el principio de los tiempos, no hubiese tenido consecuencias y si algo he aprendido en este mundo es que todo las tiene. Sin el mal, el bien no podría ser entendido por los humanos y menos comprendido. Es parte intrínseca de la historia de la humanidad.

Cuando de los hijos de Dios se trata, la muerte es una victoria pírrica, y en vano, del mal en la tierra porque es nuestro camino hacia la vida eterna.

Y Jehová Dios hizo nacer de la tierra todo árbol delicioso a la vista, y bueno para comer; también el árbol de vida en medio del huerto, y el árbol de la ciencia del bien y del mal. (Génesis 2:9)

Como la justicia conduce a la vida, Así el que sigue el mal lo hace para su muerte. (Proverbios 11:19)

Que Dios os bendiga, Alfons
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