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LEGÍTIMO O LEGAL

A menudo me siento legitimado en mis acciones sobre todo cuando están fuera de su ley. (Robin Hood)



La diferencia entre legítimo y legal no viene de su definición, de hecho tienen la misma raíz, la ley, pero sí emerge de su interpretación porque lo que consideramos conforme a la ley (legítimo) no tiene por qué ser aquello que la ley acepta (legal). Y cuando esto pasa tenemos un problema porque siempre acaba en confrontación, primero de ideas y luego de personas.

El problema de la ley es que no es un concepto absoluto y por lo tanto su interpretación define su capacidad de eficiencia. Dicho de forma más contundente es un concepto infinito regido por seres finitos, o sea una incongruencia.

Si todos nos sentimos legitimados y que nuestras interpretaciones no se enfrentan frontalmente se puede decir que esa ley cumple su propósito pero si sucede lo contrario y que anima a la confrontación de legitimidades, entonces mejor es reconsiderarla y cambiarla.

Las leyes de un país no pueden ser inmutables porque si lo fueran acabarían completamente desfasadas con la realidad del momento. El que se aferra a su inalterabilidad es un freno a la evolución de pensamiento y de convivencia.

La legitimidad es un sentimiento porque se basa en lo que uno considera legal, haciendo más o menos abstracción de la ley como verdad única. Es un uso interpretativo de la ley que puede ser lícito o totalmente perverso, dependiendo de las motivaciones e interpretaciones de cada uno.

Nada nuevo bajo el sol. Lo que estamos viviendo en estos días en Catalunya es solo una triste copia de acontecimientos que sucedieron hace más de 2000 años.

A Jesús lo condenaron con la ley en la mano pero la legitimidad de aquellos que lo hicieron era nula y la interpretación de la ley era fraudulenta, manipulada con fines propios.

Cuando uno observa las leyes del antiguo testamento todas tenían su propósito basado en la sociedad en las que se regían. Pero cuando llego Jesús cambió las reglas del juego porque sabía que no éramos capaces de cumplir la ley y menos de interpretarla correctamente. El uso partidista era néctar para los fariseos quienes la tenían domesticada a su antojo.

Jesús nos hizo entender primero que si bien las leyes son y deben ser, lo que prima es el amor. Porque con amor las leyes se interpretan de forma muy diferente. Segundo, nos demostró por su comportamiento que solo Él está habilitado para cumplir y hacer las leyes. Que nosotros solo por gracia somos dignos de intentar cumplirlas.

En un momento en el que todos quieren apoderarse de la legalidad, a su capricho, deberíamos acordarnos de que la legitimidad no nace solo de la interpretación que hacemos sino de las motivaciones que nos impulsan y si estas están destinadas a deslegitimar los demás estamos errando en nuestro cometido, porque no somos quien para ello, por mucha razón que podamos o creamos tener.

Los fariseos eran maestros en la manipulación de las leyes, en la actualidad se llaman políticos pero son un mismo colectivo.

¿Por qué?

Porque se han olvidado de la esencia y del propósito de las leyes para hacer un uso partidario y partidista de sus conceptos. Todos alardean de su legitimidad pero cuando las analizamos una tras otra vemos que su propósito no es servir al pueblo sino servirse a sí mismos como sus maestros los fariseos.

Uno se pregunta cómo es posible que nadie irrumpa en este barrullo e intente poner cordura y sentido común. Pues porque todos están demasiado ocupados en defender su legalidad amparándose en su legitimidad cuando no tienen ni la una ni la otra. Nada nuevo bajo el sol.

El amor es lo único que puede cambiar esta situación. Llámenme iluso pero Jesús me ha enseñado que solo el amor triunfa de la iniquidad de aquellos que pretenden ser la ley. Lo hizo Jesús y triunfo del enemigo más poderoso del universo, el pecado y su príncipe de tinieblas. Nosotros tenemos que seguir sus pasos y clamar al mundo que nuestra legitimidad es el amor que nos impulsa hacia la única legalidad universal, la de Jesús.

Entonces se le acercaron los discípulos de Juan y le preguntaron: —¿Por qué nosotros y los fariseos ayunamos muchas veces, y tus discípulos no ayunan? (Mateo 9:14)

Los fariseos, al verlo, le dijeron: —Tus discípulos hacen lo que no está permitido hacer en sábado.(Mateo 12:2)


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