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México. Militares y masculinidades


Ilustración: Alma Rosa Pacheco

La militarización1 en México ha sido una realidad desde finales del siglo veinte. Una de las principales implicaciones de la militarización de la Seguridad ciudadana ha sido la intensificación de la violencia. Varias investigaciones apuntan al aumento del despliegue de militares y elementos de la Guardia Nacional para explicar el incremento en homicidios, desapariciones forzadas y violaciones de derechos humanos.2 Aunque la violencia contra las mujeres está subiendo, particularmente los homicidios de mujeres fuera del hogar y con armas de fuego, la mayoría de los homicidios son de hombres. A la vez, la mayoría de agresores son hombres. Es decir, los hombres matan, en su mayoría, a otros hombres. En este texto se explora el porqué de este fenómeno.

Existe otro efecto, uno mucho menos tangible, de la militarización —la fabricación de Masculinidades militarizadas. En general, las masculinidades se definen como las expectativas, estereotipos y normas sociales que moldean las decisiones y comportamientos de los hombres. Las masculinidades militarizadas se desprenden de lo que feministas llaman masculinidades hegemónicas mismas que se refieren al tipo de masculinidades dominantes que están asociadas con la acumulación de poder y recursos. Las masculinidades hegemónicas son aquellas que legitiman, perpetúan y se benefician del patriarcado.

La militarización como proceso social, político y psicológico

La literatura feminista sobre militarización hace hicapié en que los hombres no son intrínsecamente violentos y propensos a la militarización. Las feministas antimilitaristas matizan y agregan que las mujeres tampoco son naturalmente más propensas a la paz.3 Por lo contrario, los hombres y las mujeres somos socializados para aprender e internalizar ciertos comportamientos que hacen que los hombres sean más propensos a recurrir a la violencia y las mujeres a buscar alternativas pacíficas. Las masculinidades militarizadas dependen de una idea central —que los hombres son protectores y que los cuerpos feminizados son víctimas en potencia, víctimas que necesitan protección masculina.4 Asimismo, las masculinidades militarizadas son centrales para explicar los ciclos de violencia en las relaciones internacionales y en el comercio de drogas.

Las implicaciones de esta idea central son múltiples. En primer lugar, la noción (falsa) de que lo masculino equivale a protección y lo femenino a victimización justifica que los hombres, aquellos emblemáticos de las masculinidades militarizadas, tomen un rol predominante en la narrativa pública, particularmente en torno a temas de seguridad. En segundo lugar, legitima definiciones de seguridad y paz basadas en los intereses de las fuerzas armadas y el Estado. En otras palabras, la seguridad humana —la seguridad económica y social o la seguridad ante la violencia de género— toma un segundo plano. Tercero, reafirma la idea de que la seguridad se logra mediante el uso de la fuerza, las armas y la violencia, creando la noción de que buscar alternativas pacíficas mediante el diálogo son señales de debilidad. Por último, las mujeres, al ser percibidas como pasivas y con necesidad de ser protegidas, son excluidas de participar en temas de seguridad y paz.

Dichas implicaciones se asumen como únicas e inevitables mediante el proceso social, político y psicológico de la militarización, mismo que describe Enloe. Más aún, éstas reafirman y consolidan estereotipos de género —que los hombres, en particular los hombres blancos, son quienes protegen a las mujeres.5

Implicaciones para México

Según Karina García-Reyes, los hombres involucrados en el crimen organizado (i.e. narcos) son percibidos, particularmente por agentes estadounidenses, como Otros. Es decir, hombres infrahumanos, criminales e híper-violentosque únicamente pueden ser derrotados mediante el uso de la fuerza y la violencia. En su investigación sobre policías en Brasil, Kristina Hinz encuentra una retórica similar, según la cual el narco (por lo general un hombre joven racializado) es percibido como un “enemigo” que debe ser exterminado. Paradójicamente, el uso de la violencia militar frente al narco, ha conducido a niveles aún más altos violencia, aumentando las confrontaciones entre masculinidades militarizadas y masculinidades del narco y creando una trampa de la cual parece imposible salir. A la vez, esta narrativa descarta y silencia alternativas pacíficas no militares para resolver el alza en violencia.

Tras realizar entrevistas con exmiembros del crimen organizado, García-Reyes concluye que las masculinidades militarizadas y del narco se asemejan casi idénticamente en cuanto a comportamientos, emociones y sexualidad. Tanto militares como narcos describen las características ideales de ser hombre de la siguientes maneras, entre otras:

  • Emociones: orgulloso, racional y valiente
  • Comportamientos: agresivo, fuerte y con la capacidad de controlar a mujeres
  • Sexualidad: heterosexual

A pesar de que ambas masculinidades son prácticamente idénticas (excepto porque los militares se definen como autodisciplinados a comparación de los narcos), García-Reyes encuentra que las militares masculinizadas tienden a ser más aceptadas, implicando cierta doble moral entre la población. Este hallazgo ayuda a explicar las tendencias antidemocráticas de mano dura en México y América Latina, en general. Ante el aumento de homicidios y violencia en la región, la población cada vez demanda medidas más duras para enfrentar al crimen. El resultado han sido líderes populares, democráticamente electos, que sustituyen a la policía con las fuerzas armadas. El problema, más allá de significar un retroceso democrático, es que los militares terminan por aumentar y legitimar las mismas lógicas masculinas y violentas del narco.

Por una paz feminista

La literatura feminista en materia de paz y seguridad coincide en que la soluciones a los conflictos armados deben ser feministas. Más aún, requieren de un análisis de género que identifique las dinámicas de poder, violencia y agencia que atraviesan múltiples identidades, como lo son la clase, raza, género, preferencia sexual, etc. No obstante, para poder analizar la militarización en México desde el feminismo, resulta indispensable incluir a mujeres y feministas en la discusión sobre la paz. Si buscamos ponerle un alto a la violencia, no podemos seguir discutiendo la seguridad y la paz desde discursos principalmente militares y masculinizados. Una perspectiva de género que cuestione las masculinidades militarizadas y busque alternativas es indispensable.

Una herramienta de política pública para lograr una paz feminista es la resolución 1325 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas y su respectivo Plan Nacional de Acción sobre Mujeres, Paz y Seguridad en México. Dicha resolución reconoce las implicaciones y diferencias de género en los conflictos armados y llama a la inclusión y participación de mujeres en la solución de conflictos. En enero de 2021, México publicó su plan nacional para implementar dicha resolución. No obstante, sus lineamientos dejan mucho que desear para reimaginar e implementar una paz feminista. En parte, esto se debe a que, a diferencia de otros países y las recomendaciones de las Naciones Unidas, las autoridades responsables en México no consultaron a la sociedad civil feminista para la articulación de este plan. En tanto, resulta urgente que feministas y mujeres demandemos participar en el diseño e implementación del Plan Nacional de Acción sobre Mujeres, Paz y Seguridad. Más aún, es urgente que seamos incluidas y representadas en el debate de seguridad nacional, en general.



Por Daniela Philipson García
Estudiante de doctorado en Política y Relaciones Internacionales en la Universidad de Monash y Maestra en Políticas Públicas por la Universidad de Harvard. Cofundadora de Internacional Feminista.
Fuente: Revista Nexos

Philipson García, D. (2023, 28 marzo). Militares y masculinidades. nexos. Recuperado el 23 de mayo de 2023 de https://seguridad.nexos.com.mx/militares-y-masculinidades/ 


1 Flores-Macías y Zarkin definen la militarización de la policía cómo el proceso mediante el cual las instituciones responsables de la seguridad ciudadana adoptan armamento, entrenamiento y estructuras organizacionales típicas de las fuerzas armadas. Cynthia Enloe agrega que la militarización, en general, es un proceso social, político y psicológico que se internaliza y normaliza mediante el lenguaje, valores, imágenes y símbolos.
2 Ver, por ejemplo, el trabajo de Gustavo Flores Macías y Jessica Zarkin, Data Cívica, Intersecta y Catalina Pérez Correa, Carlos Silva y Rodrigo Gutiérrez
3 Ver: Tickner, Gender in International Relations. Feminist Perspectives on Achieving Global Security, Columbia University Press, 1992; Enloe, Maneuvers: The International Politics of Militarizing Women’s Lives, University of California Press, 2000; Duncanson, Forces for Good? Military Masculinities and Peacebuilding in Afghanistan and Iraq, Palgrave Macmillan London, 2013; Eichler, “Militarized Masculinities in International Relations”, The Brown Journal of World Affairs, vol. 21, núm.. 1, 2014; Reardon, The Gender Imperative. Human Security vs State Security, Routledge, 2018; Cockburn, “War and security, women and gender: an overview of the issues”, Gender and Development, vol. 21, núm. 3, 2012
4 Eichler, ob. cit. Cockburn, ob. cit.
5 En su libro, “Globalización y Militarismo: Las Preguntas Feministas,” Cynthia Enloe describe las masculinidades en plural, explicando que no todas las masculinidades son iguales ni estáticas y que, de acuerdo con la lógica militar, existe una jerarquía en las que las masculinidades blancas y más violentas están por encima de otros tipos de masculinidades. Asimismo, Enloe apunta a que las masculinidades militarizadas están estrechamente vinculadas a la supremacía blanca.


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