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Daria Serenko, Resistencia Feminista contra la Guerra: «Tuve que marcharme de Rusia por mi activismo»


Daria Serenko, poeta, activista rusa y autora del libro "Chicas e instituciones". Foto cedida por Errata naturae

La poeta, escritora, activista rusa exiliada y una de las fundadoras del movimiento Resistencia Feminista contra la Guerra que se opone a la invasión de Ucrania, Daria Serenko (Jabárovsk, 1993) retrata la violencia y el control en las instituciones culturales estatales rusas en el libro «Chicas e instituciones», que salió por primera vez a la luz en noviembre de 2021 en Rusia y que publica ahora en España la editorial Errata naturae.

«La guerra lo ha cambiado todo, nos ha formateado en cierto modo, las cosas que hacemos, los mensajes que transmitimos, por qué hacemos las cosas», explica a Efeminista Serenko, para quien ha cambiado incluso el objetivo de su libro.
Violencia institucional en Rusia

Cuando lo escribió, tras las protestas de 2019 que exigían un Rusia democrática, buscaba «sacar a la luz» su voz y la de todas las mujeres que trabajan en las instituciones y «contar cómo viven, perciben y sienten esa violencia» en su día a día.

“Es difícil entender cómo te están controlando y hasta qué punto, incluso, están controlando tu cuerpo. Esto es lo más terrorífico”, asevera.

Durante cuatro años Daria Serenko fue una de las “chicas” de las que trata su libro. Trabajó en la galería Peresvétov Pereúlok y en la Biblioteca Nekrásov hasta que fue despedida por su activismo político vinculado, especialmente, a la comunidad LGTBIQ+ y a la defensa de los derechos de las mujeres.


«Hubo una puesta en marcha todo una campaña de ciberacoso desde el gobierno, directamente hacia mi persona. Es decir, había toda una serie de denuncias organizadas y de personas que fueron contratadas para escribir esas denuncias, para acosarme», explica la escritora.

En esa época sufrió varios casos de acoso laboral, amenazas y ciberataques en los que sacaron fotos antiguas de sus redes sociales, compartieron videos de su vida privada o fue acusada de “depravar” a jóvenes por impartirles clases de historia y de defensa de los derechos civiles en Rusia.
Una relectura de la cultura imperialista

Ahora, casi un año después de la invasión de Rusia a Ucrania, que ha dejado 7.068 personas civiles muertas y 11.415 heridas en Ucrania, según cifras de la Oficina de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos del 23 de enero, el libro ha adquirido una re-lectura sobre la cultura imperialista y militarista y sus consecuencias.

Episodios de la novela como el de la conmemoración del 9 de mayo Día de la Victoria o del concurso Miss Rusia, retratan «la historia de la cultura de la violencia rusa, de la cultura del militarismo y de cómo durante años todos los ciudadanos de Rusia han sido educados en esa violencia y en ese militarismo«, asegura la escritora.

“El libro ya no es solo una historia sobre chicas e instituciones, sino la historia de cómo todas estas señales militaristas e imperialistas que durante años hemos estado viendo y considerado alarmistas, literalmente se nos han echado encima, nos han dado un bofetón”, afirma Serenko.
Resistencia Feminista contra la Guerra

Dos días después del estallido de la guerra, la activista rusa, junto con otras compañeras, fundó el movimiento de Resistencia Feminista contra la Guerra para protestar contra la invasión, que lanzó un manifiesto que se tradujo a 30 idiomas.

A raíz de eso empezaron a perseguir a las activistas «de forma muy activa y con órdenes de allanamiento, de registro del hogar, con denuncias y con amenazas de que pudiéramos incumplir alguna ley del Código Penal», rememora.

«Mi marcha de Rusia fue por mi activismo y realmente fue una marcha sin destino, que no sabes muy bien a dónde te vas, ni cómo, ni por qué, ni cuánto tiempo», cuenta Daria Serenko, que en marzo de 2022, tras estar escondida en un piso para activistas, salió del país hacia Georgia.


«A muchas de nuestras activistas las arrestaron y las torturaron en comisarías de policía», describe emocionada.

Para Daria Serenko el activismo ha conformado su identidad desde que tiene 22 años, y reconoce que ha sido su manera de vincularse al país y su forma de «amor no correspondido» a su patria. A pesar de ello, ser activista en Rusia, dice, es «sentirse constantemente en peligro» y no poder construir un futuro «porque, realmente, no es estable».

«He hablado con muchos activistas sobre este tema y muchos describen esta sensación de no poder echar raíces en el país en el que has nacido por esta continua sensación de inseguridad en la que vives», añade.
Estrategias para defender los DDHH

Desde el exilio y en el contexto de la guerra, las integrantes de Resistencia Feminista contra la Guerra mantienen una colaboración estrecha entre quienes se han quedado en Rusia y quienes se han visto forzadas a marcharse y ahora están fuera.

El movimiento cuenta con secciones organizadas en 60 ciudades, desde las que ayudan a todas las personas ucranianas que han sido deportadas a Rusia y se encuentran en lo que llaman puntos de residencia temporal, en unas condiciones inhumanas.

Además, han construido redes de propaganda antibélica con una revista de autopublicación casera en la que informan a la ciudadanía sobre cómo evitar ser movilizado o la situación de las mujeres en el contexto de la guerra, con especial énfasis en la violencia de género.

Sobre el futuro del país, dice ya no tener fuerza para sentir esperanza; en cambio, intenta centrarse en su trabajo y no pronosticar: «para mi trabajar es la única forma que sé ahora de existir con dignidad«.

Por Laura de Grado
Fuente: Efeminista


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