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A Virginia le gustaba Vita por Pilar Bellver

Pilar Bellver se enfrenta en esta obra a todo un reto: contar la historia de amor de Virginia Woolf y Vita Sackville-West, pero además dando otra vuelta de tuerca que constituye todo un desafío literario, La autora se ha propuesto nada más y nada menos que escribir con la voz de la propia Virginia y la de su amada Vita.

“A Virginia le gustaba Vita” fue primero un relato contenido en la antología “Ábreme con cuidado” (un libro que tengo que leerme sí o sí) y se centra en la intensa y apasionada relación que mantuvieron la famosa escritora de Bloomsbury y Vita Sackville-West, una aristócrata muy conocida en la época y también novelista. Aunque, obviamente, era mucho menos famosa que Woolf, se dice que escribía bastante bien (tengo un par de obras suyas en el saco de reserva. Ya os contaré). Vita es también la inspiración de la Novela “Orlando” y su protagonista la personificación de ella misma.

¿Por qué se llama “A Virginia le gustaba Vita” y no “Virginia amaba a Vita”, por ejemplo? Dado que efectivamente se amaban, tal vez el título hubiera sido más ajustado. Pero la razón de elegir ese y no otro es muy poderosa. Virginia escribe en su novela “Una habitación propia” la frase siguiente: “A Chloe le gustaba Olivia, leí. Y entonces me di cuenta de qué inmenso cambio representaba aquello”. Y aquella fue la primera vez que en una novela en inglés se dijo que a una mujer le gustaba otra.

Cuando Virginia y Vita se conocieron, ambas -por motivos diferentes, pero igualmente válidos- quedaron fascinadas la una por la otra. Se enamoraron y, como es natural, decidieron vivir una relación. No puede decirse que tuvieran grandes problemas de rechazo social porque, a pesar de que su tiempo no era proclive a aceptar -ni mucho menos aplaudir- la homosexualidad, en los círculos de la élite en ocasiones se consentían estas cosas. Eran, como la propia Virginia reconoce, dos privilegiadas: tenían dinero y pertenecían a la clase social dominante.

Sus matrimonios eran bastante peculiares. Ambas estaban casadas con hombres que conocían sus aficiones y con los que compartían confidencias. Leonard era, más que cónyuge, un amigo y compañero de trabajo literario para Virginia. Sus diarios resultan una fuente de información de primera mano.

En cuanto a Vita Sackville-West, mantenía una fluida y sincera correspondencia con Harold, su marido. A partir de esa correspondencia y de los diarios de ambos, su hijo Nigel Nicolson publicó “Retrato de un matrimonio”, obra en que relata la historia de la atípica relación entre sus padres, lo que revela con bastante claridad que no se sentía en absoluto avergonzado del contenido de sus confesiones. Los esposos de Vita y de Virginia les permitían un grado de libertad mucho mayor que el que pudieron tener otras mujeres de la época.

Precisamente a partir de este material (correspondencia y diarios) construye Pilar Bellver la historia de Virginia y Vita. Esto es crucial en la novela porque, por una parte, le sirve para documentar la acción y, por otra, para construir la voz narrativa de Virginia y Vita. Son ambas quienes de viva voz nos abren su corazón a través de esas cartas, a veces también dirigidas a otras personas (por ejemplo, Vita escribe a Harold). En estas cartas cuentan la historia de la relación que ambas construyeron y también gran parte de sus vidas.

Precisamente, quizás el mayor logro de la novela es utilizar un lenguaje tan propio de la supuestas autoras (Virginia Woolf y Vita Sackville-West), que las cartas podrían darse como verdaderas. Esto consigue que la sensación de estarlas leyendo a ellas sea muy vívida. Algo tan difícil de alcanzar obtiene un resultado espléndido: sumergirnos en la apasionada narración de Virginia y Vita como si fueran ellas quienes estuvieran hablando. En cierto sentido, podemos tener la sensación de que estamos invadiendo su privacidad, leyendo sus cartas íntimas dirigidas a otras personas. Virginia, sin embargo, aclara su deseo de que estas manifestaciones pudieran ser públicas:

Yo sueño con el día en que una mujer pueda escribir en un texto literario, destinado a ser público, no en una carta personal, que Virginia ama a Vita, con toda tranquilidad y dejando claro que amar y buscar el abrazo físico y el placer sexual son radicales de la misma etimología. Semánticas idénticas. Sinónimos innegables.

La obra se construye, por tanto, a través de esta narración epistolar. Cuando concluye, comienza la segunda parte del libro, independiente de la novela en sí. Se trata de un diálogo entre la imaginaria prologuista de dicha novela y su sobrina, una chica muy interesada por la figura de Virginia Woolf, a punto de examinarse de la Selectividad. Antes de comenzar esta sección, la autora advierte que la novela en sí misma ha finalizado e informa de los motivos que le llevan a escribir este apéndice.

La inclusión de las conversaciones prologuista-sobrina obedece principalmente a la necesidad de explicar más cuestiones que las reflejadas en las anotaciones que se insertan en múltiples puntos del libro. Bellver considera que no es conveniente meter más notas a pie de página, pero tampoco quiere dejar en el tintero otra serie de observaciones que estima muy necesarias para comprender a Vita y a Virginia.

Tiene sin duda razón. La conversación aporta muchas cosas que sería una lástima que nos perdiéramos. Pero también es cierto que resulta un añadido a una novela que, en sí misma, es muy buena y no necesita de más aditamentos.

“A Virginia le gustaba Vita” tiene varios puntos fuertes. En primer lugar, el estilo. Escribir en género epistolar no es muy habitual en nuestros días. En este caso, contribuye a darle autenticidad a la historia, nos introduce en la ilusión de estar oyendo a Virginia y Vita, con palabras suyas escritas de su propia mano. No es nada sencillo lograrlo, pero efectivamente parecen cartas “de verdad” y nos parece estarlas oyendo a ellas, como ya hemos señalado.

En segundo lugar, la propia historia de amor, conmovedora y apasionada, a veces tierna, a veces salpicada de contradicciones, dudas y alguna que otra retirada (estratégica o no). El cortejo en sí está relatado con todo lujo de detalles y también lo está “la primera vez”.

Sí, iré a tu casa, a tu cama directamente si lo prefieres; a tu terreno, pues, al altar en el que tú eres diosa y yo, humildemente, tu vestal.

En tercer lugar, la información que se ofrece. Este es un libro muy bien documentado, repleto de notas al pie que profundizan en el contexto que rodea a las protagonistas, nos ofrecen datos y experiencias relevantes y nos ayudan a conocerlas mejor y entender su modo de proceder en cada momento. Ofrecen, en suma, un abundante material para profundizar en Vita y Virginia. Dicho así puede parecer que tanta nota acaba siendo un tostón. Pero no: para empezar, porque leer las anotaciones es opcional; si no quieres más que ver la acción, puedes obviarlas (y si quieres enterarte de más, ahí están a tu disposición). Y además porque son muy amenas y remiten a otras fuentes: por ejemplo, te mandan a direcciones de internet precisas que permiten profundizar en algún punto concreto del que se quiera saber más.

Por todo ello, creo que “A Virginia le gustaba Vita” es una novela de lectura muy recomendable. Conjuga una calidad de escritura innegable con una trama de indudable interés, tanto para las personas interesadas en las figuras históricas protagonistas, como para quienes simplemente quieran disfrutar de una preciosa historia de amor. Que la disfrutéis, si os apetece.

Edición que cito: Bellver, P. A Virginia le gustaba Vita. Editorial Dos Bigotes. Ebook. 2016.

El post A Virginia le gustaba Vita por Pilar Bellver fue publicado originalmente en Lesbicanarias. por Carmen Sánchez



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