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¿Por qué nos cuesta tanto sentirnos libres?

Es decir, no sé si os pasa pero tengo la sensación que el mayor obstáculo que encuentro para sentirme completamente yo misma son mis propios prejuicios. Creo firmemente que no hay mejor manera de saber qué es la libertad que ser uno mismo. Pero la cuestión es lo complicado que puede llegar a ser esa hazaña.

Recuerdo las dudas en mi adolescencia sobre mi sexualidad. Ya no recuerdo el momento exacto en el que empecé a replantearme las cosas de forma distinta, y a considerar que a lo mejor no era la persona que había creído ser hasta ese momento. Al principio evitaba esos pensamientos porque tenía miedo a salirme de la “norma”, pero con el tiempo volvían a mí con más fuerza.

Recuerdo que un día, me topé con un documental que trataba de la homosexualidad en África. Me horrorizó saber la situación que estaban sufriendo miles de personas como yo, que arriesgaban hasta su vida por su propia libertad, y me sentí ruín y rastrera por no hacer lo mismo, por sentirme prisionera perteneciendo a una sociedad mucho más comprensiva y tolerante que la que vivían todas aquellas personas.

Porque lo cierto es, que aunque quede mucho camino por recorrer, al vivir en España yo tenía y tengo mis derechos como persona y como lesbiana y aún así actuaba de forma indiferente hacia ellos. Entonces sentí y entendí que la libertad no es algo que me perteneciera a mí de forma individual, a ninguno de nosotr@s, sino que es el derecho básico fundamental que todo ser humano debería disfrutar, y que con mi actitud de miedo y de silencio, no sólo me estaba haciendo daño a mí por no mostrarme tal y como me sentía, sino que estaba colaborando con todos aquellos regímenes y mentalidades que torturaban y asesinaban a personas sólo por la forma en que se enamoraban.

A lo mejor no de una manera activa, yo no sería quien tiraría la piedra que lapidaría a una mujer con sus hijos, su vida, sus sueños, sus recuerdos y sus amores, diferentes a la norma, pero amores al fin y al cabo. No, no sería yo, pero en ese mismo acto de odio y de intransigencia que se puede dar todos los días en algún lugar de este mundo, la gota que yo aportaría con mis actos al océano que es la humanidad, estaría del bando de ese asesino por mi silencio y mi indiferencia.

Han pasado ya unos años desde que yo estaba en esa situación. Ahora, con perspectiva, no entiendo a qué le tenía miedo en aquel momento, me da incluso rabia que el terror de contar quién era me ganara en aquellos instantes de mi vida, porque eso significa que pesó más los pocos prejuicios e intolerancia con los que crecí y me educaron que todas las infinitas muestras de amor, respeto y cariño que he visto a lo largo de mi vida. Me da rabia que pesara más un comentario injurioso de alguna persona a la que seguramente no le pudiera poner ni cara que todos las muestras de aceptación bajo las que crecí de todas las personas que me conocen y me quieren.

Hoy me siento orgullosa de quién soy y si me dieran la opción de cambiar mi forma de sentir jamás lo haría porque la verdad es que el hecho de haberme tenido que reafirmar en lo que soy, ha significado una lucha contra mis propias cárceles que me ha hecho mejor, más tolerante y sobre todo más entregada y comprometida con mis ideales.

Porque puestos a etiquetar, (aunque no sea para nada lo relevante ahora mismo) tengo muchas papeletas para poder ser discriminada en esta vida: soy persona, y ya vemos cómo nos discriminamos a nosotros mismo hasta por un hecho tan básico e insignificante como es el color de piel, soy mujer, el 50% de la humanidad castigada por los dictámenes de una sociedad machista y androcentrista, soy feminista porque creo en la igualdad, algo que no todo el mundo parece desear, soy lesbiana, porque amar es amar, no importa las demás circunstancias, en la grandeza de saber y aprender a amar está el mayor sentido que le he conseguido dar a mi vida…

Todo esto soy siendo yo misma, pero lo que tengo claro es que lo que no quiero ser es indiferente. Las injusticias no afectan a un colectivo, sino a la humanidad, porque a lo mejor tú no eres nada de lo que yo soy, pero seguro que todos somos algo: personas. Cada día que siento miedo por luchar por una causa, que a lo mejor no es la mía (no me afecta de forma activa) pero que sí que lo es de otras muchas personas que están sufriendo, recuerdo una poesía de Martín Niemöler, pastor luterano alemán durante la segunda guerra mundial. La poesía se titula “Sobre los indiferentes”, si no la habéis leído os la recomiendo, yo la leí hace ya unos años y me inspiró a ser mejor. En ella reflexiona sobre su propia actuación frente a las atrocidades que se cometieron por parte activa de los nazis y que gran parte de la sociedad permitió o simplemente ignoró por no estar ell@s dentro del grupo de millones de víctimas que perdieron su dignidad e incluso hasta su vida.

Al final, no sé que pensaréis, pero a mí, toda esta reflexión que he intentado compartir con vosotr@s me hace llegar a la conclusión que cuánto más libres nos creemos, más en peligro estamos por no estar alerta y ser incapaces de detectar cualquier tipo de manipulación. Porque lo que he aprendido en este tiempo es que cuando te sales del molde que nuestra educación y la sociedad tiene pensado para nosotr@s, es cuando se produce nuestra ”curación”, es cuando nos encontramos ante nosotros mismos y podemos empezar a hablar de libertad. Porque la libertad, en última instancia, no emana de unas leyes, sino de nuestra propia consciencia. Y lo se, porque hubo un tiempo donde mi mayor prisionera era yo misma. Así que por eso hoy en día no dudo ser quién soy y aspirar a ser quién quiero ser. Y solo tengo que dar las gracias a todas las personas que me han ayudado a darme cuenta de que el compromiso es la respuesta valiente de la libertad. Porque la libertad, el sentirnos libres, es la única forma que nos garantiza la felicidad.

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El post ¿Por qué nos Cuesta Tanto Sentirnos libres? fue publicado originalmente en Lesbicanarias. por Zulema C



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