Los sacerdote y adivinos reconocieron que un Poder misterioso acompañaba al Arca, un poder al que no sabían hacer frente. Sin embargo, no aconsejaron al pueblo que se apartara de su idolatría para servir al Señor. Seguían odiando al Dios de Israel, aunque se veían obligados a someterse a su autoridad, por los castigos abrumadores.