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La Salvación es don amoroso de nuestro Dios






Para el día de hoy (14/04/21):  

Evangelio según San Juan 3, 16-21


La inmensa y asombrosa revelación que Jesús de Nazareth brinda es que Dios -contrariamente a los postulados usuales de todas las religiones, incluidas las cristianas- es un Padre bondadoso y pleno de ternura que ama a sus hijas e hijos con amor entrañable e incondicional. 


Ese amor puede presentarse a nuestros limitados ojos como desmesurado y exorbitante. No se condice todo lo que hacemos y todo lo que omitimos para que Él nos siga queriendo de esa manera.

El Dios de Jesús de Nazareth es un Dios pobre, un Dios absolutamente pobre: se ha despojado de su divinidad para acampar en medio nuestro, en estos arrabales que somos y habitamos, nada se reserva para sí y su gloria mayor es que el hombre viva, y viva en plenitud. Hasta su misma raíz ha entregado para que ninguno se pierda, su propio Hijo sacrificado en mansedumbre para la vida de tantos, a pesar de los horrores de la cruz.


Hay que convenir que, como humanidad -tanto en lo general como en lo individual- no hemos sumado demasiadas bondades. Por el contrario, si imperara una justicia al modo que conocemos, es decir, un derecho retributivo, muy pocos o casi nadie quedaría a salvo de castigos, de penas, de balanzas inclinadas hacia el peor platillo.

Quizás por ello mismo no es aventurado afirmar que la Misericordia sostiene al universo.


Este Dios no es un juez estrictamente imparcial que observa asépticamente las pruebas condenatorias o absolutorias de los sujetos en juicios. Allí en donde solemos discriminar entre buenos y malos, justos e injustos, amigos y enemigos, este Dios sólo encuentra hijas e hijos, y sale a su encuentro, lluvia fecunda de Salvación, bálsamo de perdón, fiesta de liberación.


El poder de Dios radica en su misma esencia, el amor, y nó en esas fotografías trucadas que tanto disfrutamos, que bosquejan un emperador que gobierna gloriosamente los cielos.


La Salvación es Don Amoroso de este Dios. La condenación, la vida desperdiciada, la des-gracia, es sólo nuestra.


Paz y Bien



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