Hace unos días, haciendo la oración de Laudes, me topé con este hermoso himno:
“Señor, cómo quisiera
en cada aurora aprisionar el día,
y ser tu primavera
en gracia y alegría,
y crecer en tu amor más todavía”.
Me quedé largo rato meditando en esta estrofa. Abrí mi corazón para escuchar al Señor. Repetía en mi interior: Cuánto quiero Jesús, crecer en tu amor más todavía.
Todos queremos crecer en Su amor, pero a veces no sabemos cómo. El Evangelio de hoy (Juan 6, 60-69) dice: «Las palabras que os he dicho son espíritu y vida», y añade: «Por eso os he dicho que nadie puede venir a mí, si el Padre no se lo concede.» Y ante el temor de muchos, Jesús le pregunta a los Doce, claro y directo: «¿También vosotros queréis marcharos?» La respuesta de Pedro fue contundente: «Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna.»
Seguir a Jesús no es fácil. Él nunca dijo que lo sería. El seguimiento exige sacrificios y dejar mis apegos. Exige soltar aquello que me ata, me esclaviza y al final me impide estar más cerca de Jesús. Pídele, en la intimidad de tu oración, que te muestre aquello que debes soltar y pídele las fuerzas para lograrlo.
Dile que quieres crecer en Su amor más todavía. Déjate transformar por Sus Palabras de Vida Eterna. «Gustad y ved qué bueno es el Señor» (Salmo 33).
¡Adelante con fe!
Diácono Richie
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