Por: Ricardo Buitrago C.
Es innegable que las dos últimas administraciones distritales en Barranquilla han sido, además de hermanadas, prolijas en el desarrollo de importantes obras para la Ciudad. Eso, sin entrar a dilucidar mucho en el cómo fue, es irrefutable. Pero también el que paralelo a ello se ha desarrollado un insaciable apetito distrital desesperado por engullir recursos para resolver los déficits de un inadecuado balance financiero mediante la creación de nuevas y absurdas cargas impositivas que terminarán ahogando a la ciudad y a su aparato productivo.
Un distrito alcabalero y un Concejo que en lugar de hacer control político lo secunda, parecería ser la alianza para atenuar el hambre desbordada. ¿Exagero? No creo. ¿Ya se les olvidó cuando comprometieron vigencias futuras soportadas por una presupuestada incultura ciudadana “in crescendo” en base a las famosas fotomultas? (ver articulo aquí) ¿No es Barranquilla la ciudad que tiene mas estampillas?
Pues bien, y como al que no quiere caldo se le dan dos tasas, ahora se produce otro exabrupto. En contravía de lo que se está proponiendo a nivel nacional el Concejo Aprueba en primer debate el proyecto “por el cual se establece en el Distrito de Barranquilla el Impuesto a los servicios de telefonía”.
Ocurre que mientras aquí se grava, en el altiplano, se lucha para que se desgrave. El ministro de Tecnologías de la Información y las Comunicaciones, David Luna, solicitó excluir del IVA los dispositivos móviles en Colombia, pues sustenta el jefe de la cartera tecnológica, estudios del Departamento Nacional de Planeación y el Banco Mundial, establecen que esos teléfonos, que son la mayoría, se constituyen en bienes básicos (no de lujo), vitales en la modernización y buen funcionamiento del aparato productivo nacional. Los teléfonos fijos, los que quedan, contribuyen a la conectividad al estar empaquetados, o ser vehículo, para o con otros servicios de internet.
Una sociedad que desecha o atropella los avances e implantación de tecnología en informática y comunicaciones, está perdida. Los teléfonos celulares, más que artículos de lujo, son hoy instrumentos de trabajo que mejoran la productividad de cientos de trabajadores independientes y a pequeñas y grandes empresas.
Si bien las administraciones recientes han mostrado resultados, muchos a la machota, llama la atención los niveles de resignación y conformismo a los que una apocada sociedad civil, en la ciudad, está llegando. El concejo aprueba un nuevo impuesto sin que una sola voz, ni una, ni gremial, ni cívica, lo cuestione, pida explicaciones, inquiera sobre su justificación y objetivos.
Los recursos que con este impuesto se obtengan de acuerdo a lo que afirmó el concejal Juan Carlos Ospino son, para mí, además de ir en contravía de la competitividad, imprecisos en su distribución, vagos en su asignación, y etéreos en su administración. Financiarán dijo Ospino al sector deporte, al desarrollo de actividades propias de cultura, conservación y mejoramiento de parques, espacio público y arborización.
¿Quiénes son las entidades receptoras, Cuales son los proyectos, cuales los presupuestos, cuales las prioridades?
Un amigo con quien conversaba estos sucesos me decía –y las apreciaciones certeras, las recojo- “Si el tuerto López llamó alguna vez Caterva de Vencejos a la decadente élite cartagenera, no quiero ni imaginarme el calificativo que la nuestra se merece por su abulia o su cobardía”.
¿Se van a quedar callados y con el calificativo a cuestas? Miembros de algunos gremios se molestaron cuando, con el manejo de la estampilla Pro-hospitales, les dije arrodillados. Parece que me quede corto, alguien piensa que son una caterva de vencejos.
