Iván Budinich Castro
La intromisión que solo puede ser calificada como nefasta de la cónyuge del expresidente Ollanta Humala en las diferentes esferas del poder durante el periodo 2011-2016, ha teñido de ilegitimidad el mandato presidencial de su esposo y dañado gravemente –una vez más- la institucionalidad del Estado peruano.
En su afán de copamiento ilegitimo del Estado, Nadine Heredia resulto siendo –a pesar de ciertas diferencias en cuanto a capacidad intelectual- la más aplicada alumna del exasesor presidencial Vladimiro Montesinos de entre todos los que lo han intentado desde el fin del fujimorismo a la actualidad, de la misma forma que su maestro y guía, la sombra de Nadine deja gravemente herido el principio de autoridad en nuestra sociedad.
Y si larga será la sombra de Nadine de la que al parecer ni el supuestamente tecnocrático ministerio de economía estuvo a salvo, largo es también el silencio de los autoproclamados guardianes socráticos de la institucionalidad peruana. Típico ejemplo de doble moral, para los amigos todo, para el enemigo la ley.
El ejecutivo tiene ante si la tarea de recuperar el principio de autoridad desde donde ha caído y elevarlo de nuevo ante los ojos de la ciudadanía. No será fácil, el nadinismo anduvo por los predios estatales como si fuera su chacra, pero tiene que hacerse.
Nos leemos.
