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el Guadalquivir. Hacia las marismas.

el Guadalquivir en su transcurso por la sierra de Cazorla

El Guadalquivir encierra en su cauce historia, pasión y vida, siendo la gran referencia de la región de Andalucía. De las aguas del Betis de los romanos y del Río Grande de los árabes han bebido campos y gentes y desde siempre han manado leyendas. Una fractura en el terreno de casi 700 km ha sido y sigue siendo el alma y la esencia del sur.

Baja de la sierra de Cazorla, esquivando a Baeza y Úbeda y alejándose de Linares. A la ciudad de Jaén parece que la olvida, cortejando a Andújar y sigue camino por Montoro hasta cruzar Alcolea del Río y ganar la ciudad de Córdoba. Tierras viejas pueblan estos terrenos repletos de campos de olivar y vides. En una también vieja y aislada roca se encuentra el castillo de Almodóvar del Río. A la obra musulmana, barbacana completa y torres cuadradas, se añadieron otras mayores en época cristiana posterior. 

castillo de Almodóvar del Río

Cabe señalar a su torre del Homenaje, torre albarrana hacia el lado del río donde fue muerto Don Fadrique (primer duque de Benavente a finales del siglo XIV, hijo bastardo del rey Enrique II de Trastámara), así como el baezano Abd Al-Allah Al-Ballasi quien huía de los suyos por haber rendido sin presentar batalla varios castillos al Rey Fernando Iii. Los de la fortaleza no le abrieron las puertas y le capturaron sus perseguidores ante la muralla. Y es aquí donde se cree que guardaba sus tesoros el más sevillano de los reyes castellanos, Pedro I el Cruel.

Esta tierra es regada por el Pantano de Breña y los mil y un pozos del término. No se sabe desde cuando, pero desde siempre aparecen en su paisajes huertas, naranjos, algodón y ganado de lidia. Monte arriba, verde y piedra pizarrosa, la sierra de Hornachuelos. Es el reino de la encina, el árbol de Zeus que cantara Góngora. Se extienden los encinares por todo el paisaje y sus bellotas sirven de alimento a todo cerco ibérico y caza mayor que de ellas se alimentan. En su paisaje también habita el lince y apura su afán de resistencia el toro de lidia.

unión del Genil y el Guadalquivir a la altura de Palma del Río

Llegamos a Palma del Rio, con alma cordobesa, siendo balcón sobre Sevilla y cuyos rasgos se traslucen en el caserío proclive al ladrillo, la azulejería y el color ocre. Se embriaga con el azahar de sus naranjales y tiene el privilegio de asistir al abrazo geográfico que se dan a la sombra de sus murallas almohades, el Genil y el Guadalquivir, los dos grandes ríos andalusíes. Por Peñaflor, el Guadalquivir ya corre por terreno sevillano, divaga por la llanura aluvial.

El discurrir del agua se hace perezoso para entrar por Lora del Río, en una alameda de la margen derecha de la corriente, entre campos de algodón y girasoles. Ya desde el imperio romano era conocida esta localidad por su excelente cultivo de aceituna y el tráfico fluvial, pero se conoce poco de la Lora en época andalusí. Durante esa época se fortificó el castillo y construyeron las murallas siendo conocida como Al-Lawra, debiendo ser conquistada por el rey Fernando III para entregarlo después a los caballeros de la Orden de San Juan.

atardecer sobre el Guadalquivir a su paso por Lora del Río

Poco después, se arrejunta un afluente más cuyas aguas proceden en una fantástica concentración de grutas en un salto llamado Charco del Infierno. Empuja con fuerza el Guadalquivir aguas amarillas a las que van asomándose pueblo a pueblo como amigos del camino. Los áridos rojos de las tierras fluviales suben hasta Los Alcores, el bastión rocoso que domina la gran campiña. 

Carmona brilla en lo más alto, como el lucero de la aurora tal cual dice su lema. Se trata de una de las ciudades más grandes de la historia andalusí; cultura y libertad se escriben en ella con letras mayúsculas de un pasado milenario. Por los barrios del arrabal calles largas que convergen en el paseo y la conocida como Giraldilla o campanario de San Pedro. 

La Puerta de Sevilla abre el camino de la ciudad antigua, limpia y blanca, que amurallada por tartesos, turdetanos y cartagineses tomó su forma definitiva bajo dominio romano, cercándose de muros y puertas. Fue conquistada por el rey Fernando III a mediados del siglo XIII. Durante el posterior reinado del rey castellano Pedro I el Cruel, Carmona fue una de sus ciudades residenciales favoritas por lo que dotó de mejoras al alcázar musulmán

alcázar fortaleza en la ciudad de Carmona

La Carmuna árabe sostuvo siempre cierta independencia respecto a Córdoba y Sevilla hasta que en el siglo XI, convertida en bastión de rebeldes de todo signo proclamó su propio estado amparada en la belicosa fortaleza de los bizalíes que reforzaron la muralla y levantaron alcázares. La familia bereber de los Banu Birzal, perteneciente a la dinastía zenata, encabezada por Abd-Allah Ibn Ishaq se hizo con el poder de la cora provincial de Carmona y de la cora de Écija, expulsando a los gobernadores omeyas que las regían, proclamando su independencia y originando el reino taifa de Carmona en 1013, cuya capital se situó en la misma Carmona.

Alrededor, la enorme vega. Al sur, el Viso del Alcor y más allá Mairena, a la sombra de su castillo de Luna, rica en manantiales del agua que brotaban de toda la ladera de Los Alcores. Aparece Alcalá de Guadaira en los confines de la gran ciudad, con sus molinos de agua, mudéjares en su mayoría, que fueron santo y seña de la época y del lugar cuyo origen dejaron marcado. Durante siglos abasteció de bollos, albardas y molletes la hambruna de la corte, siempre a la sombra protectora de su alcazaba almohade, una de las más extensas de la península. Junto al río otra alcalá, Alcalá del Río, se queda atrás.

vista de alcazaba de Alcalá de Guadaira

A partir de aquí comienza el valle bajo del curso fluvial y se convierte en ría por la influencia de las mareas. Último puerto del río Betis al que, según documento de época romana, llegaban naves de un importante calado. A la vista, Santi Ponce, donde anteriormente se encontraba la romana Itálica. Entra el Guadalquivir en Sevilla despacio, como perezoso, aún a 100 km del mar y aquí sus aguas se hacen puerto cambiando sal y mareas por agua dulce ante la majestuosa Torre del Oro, emblema propio del río, construida por los almohades para la mayor protección de la ciudad controlando su paso.

Esta Torre del Oro estaba unida a otra torre, de similares características, en la otra orilla mediante cadenas. Nacida del río, bien pudiera llamarse así esta capital, pues gran parte de su importancia histórica surge de la posición ante la magnífica corriente llamada sucesivamente Tartesos, Betis y Guadalquivir. "Arenal de Sevilla, Torre del Oro, azulejo a la orilla del río moro. Azulejo bermejo, sol de la tarde, no mientas azulejo que soy cobarde", como dijera Rafael de León. Una ciudad, Sevilla, que acecha largos ritmos y los enrosca como laberintos, como tallos de parra encendidos. 

vista de la cuenca del bajo Guadalquivir

La isla de la Cartuja en la ciudad de Sevilla, es en realidad un profundo meandro del Guadalquivir que fue lugar de alfares en época andalusí. Sevilla asimismo está llena de puentes, uniendo la ciudad a su historia y al futuro. El río sigue su curso y prende el olivo en el suelo rojizo del Aljarafe, familiar trastienda donde la ciudad se encuentra con el campo. Este lugar está poblado por viñas, olivo, frutales, agua abundante y gentes de bien, viviendo en blancos caseríos entre campanarios mudéjares, como por ejemplo en Olivares.

Sanlúcar la Mayor se asoma al valle del río y al horizonte abierto de la tierra llana que se pierde hacia la provincia de Huelva. Conocido antes como Sanlúcar de Alpechín, por su condición aceitera, es un pueblo de larga historia y experimentó su apogeo cuando el imperio almohade la dotó de un extenso perímetro amurallado y después, con el gobierno cristiano, se vio beneficiada de un buen abanico de iglesias mudéjares.

el Guadalquivir y sus afluentes en tres CCAA de la península

En San Juan de Aznalfarache los almohades convirtieron el edificio existente en un palacio fortificado y entre sus muros celebró el califa almohade Abu Yacub Yusuf (con residencia en su capital, Sevilla) su victoria de Alarcos (Ciudad Real) sobre el rey Alfonso VIII en el año 1195. Y justo a la orilla del Guadalquivir, Gelbes descansa sobre El Alfaraje, que es villa también histórica con un actual puerto deportivo de embarcaciones de recreo. 

Aznalcázar es la frontera limítrofe entre la meseta y el territorio marismeño. Su nombre, que deriva del árabe, significa Fortaleza del Alcázar, siendo éste el último escarpe que domina el valle del Guadiamar, alimento de la marisma. El Guadalquivir recorre Coria del Río, antes romana. Ante la arboleda del paso ribereño se mecen las barcas de pesca con sus artes al aire en medio del trasiego entre una y otra orilla, de animales y personas, así como carretas romeras. 

campos y cortijos en la arquitectura rural de la baja Andalucía

El caserío blanco de La Puebla se asoma al río encaramado en una colina. Desde este lugar se ven los barcos pasar rumbo al puerto de Sevilla o camino de la mar. Los Palacios y Villafranca, en sus alrededores, se concentra un impresionante catálogo de cortijos y haciendas de diversos estilos, que en su conjunto conforman un auténtico tesoro de la arquitectura rural de la baja Andalucía.

En el corazón de la vega, entre suaves cerros, aparecen las tierras de labor y los olivares de la campiña. Llegamos a Utrera, con su castillo almohade siendo a su vez patria de bandoleros. Aquí en los campos de Utrera empezó la cría del toro bravo, en los valles que dibuja el río, y allá por el siglo XIII apareció la casta de Vistahermosa, el origen de las ganaderías que hoy pueblan los llanos de Utrera, las marismas y la campiña. Dueños de las dehesas, los toros enseñorean el paisaje.

El Pantano de la Torre del Águila y el complejo de Utrera atesoran aguas, con las lagunas de Zarracatín, Arjona y Alcaparrosa. Utrera cuenta en su interior con un castillo, situado en un cerro natural que comenzó como una torre de defensa y protección en el año 1253, según el Libro de Repartimiento de Sevilla y sus tierras. Este castillo fue destruido en el año 1368 tras la invasión de la villa por las tropas del sultán nazarí Muhammad V de Granada. 

torre andalusí en el castillo de Utrera

A esta altura del río Guadalquivir los cerros ceden ante los regadíos ganados a la marisma y así hasta Lebrija donde esteros y aguazales son una misma porción del término. El blanco caserío crea recuerdos gaditanos, asentado en torno a un cabezo hasta donde ya llegaron las antiguas naves del Lago Livustino, aquel estuario abierto al mar que frecuentaron los tartesos y comerciaron los fenicios. 

Las marismas, con la brisa del sur avisando de su llegada, anuncian aquellas soledades donde algunas crónicas antiguas localizaron el Jardín de las Espérides, las praderas donde pastaban los bueyes del mítico rey Gerión. La llanura se hace inabarcable, bajos de arena, barros, manchas de campo salitroso, leguas de ciénaga, cauces lentos de agua plateada y brillante. El paisaje es el protagonista, la belleza del lugar resulta cotidiano y aquí la naturaleza manda. 

vista de marismas al paso del Guadalquivir

Tierra adentro se ahonda el coto del Parque Nacional de Doñana, llamado así por Doña Ana, esposa del VI duque de Medina Sidonia, que estuvo perdida entre las selvas del Guadalquivir bajo. El duque castellano había ordenado construir en el año 1585, en medio de un alcornocal, un modesto edificio para remedio de su esposa, hija de la princesa de Éboli. Después este lugar se amplió para la visita de Felipe IV en sus frecuentes cacerías. Otra duquesa de nombre Cayetana, la XIII duquesa de Alba, estuvo residiendo en Doñana una temporada junto a Francisco de Goya, su pintor favorito.

Junto a las ruinas de una factoría romana de salazón, siendo éstos los confines de Europa, encontramos las marismas, caños, brazos, encinas, pinos, alcornoques, matorrales, formando uno de los rincones más mágicos del continente. Los caminos marismeños llevan hasta el actual santuario de la Virgen del Rocío. En Almonte se venera a la blanca paloma y parece ser que fue el rey Alfonso X el Sabio el que ordenó construir la ermita en este paraje en el siglo XIII, aunque parece ser que fue un marismeño quien encontró la imagen de la virgen en el hueco de un acehuche a comienzos del siglo XV.

aves migratorias en el atardecer del Parque de Doñana

La localidad de Almonte acoge también, no sólo el Parque Nacional de Doñana y el Rocío, sino las playas del litoral de Castilla, nombre por el que se conoció durante siglos la costa del parque pues era propiedad de la corona castellana. Matalascañas o Torre de la Higuera, con su torre almenada, llama la atención de los barcos que transitan por el Guadalquivir. 

Donde se encuentran los caminos de agua y los vientos del océano aparece Sanlúcar de Barrameda, en la provincia de Cádiz, donde la vida tiene otro ritmo con su sutil y fina manzanilla y su langostino en sus barrios Alto y Bajo. El primero presume de recinto amurallado y el barrio Bajo se deja llevar por la vorágine en medio de la cual se levanta el Palacio de los duques de Medina Sidonia. El río Guadalquivir se funde por fin con el océano Atlántico sin pensar en el regreso y sin más contemplaciones inicia el camino que lleva hacia Poniente y empuja hacia adelante, siempre hacia delante.

atardecer en las marismas del Guadalquivir


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