Una leyenda que recorre aún el porteño barrio de Barracas tuvo un desenlace trágico, y sucedió el siglo XIX en la que desde entonces se conoce como La Casa de los Leones.
El dueño de la gran mansión, Eustoquio Díaz Vélez, hijo del General Eustaquio Díaz Vélez, vivía fascinado por cierto tipo de animales salvajes. Nada menos que enormes leones.
Eustoquio hijo tenía unos cuántos de esos felinos sueltos por los amplios jardines de la residencia. Y tanto quienes vivían allí como quienes eran invitados conocían eso, aceptándolo de buen grado pues lucían mansos, bien domesticados.
También tenía costumbres curiosas como el hecho de haber mandado construir un túnel, en la actualidad rellenado, que desde su escritorio conducía hacia profundidades con destino desconocido.
Avezado tirador, Eustoquio tomó un arma larga y disparó desde un ventanal haciendo impacto el proyectil en el cráneo del animal, que murió al instante.
Ya era tarde: Juan Aristóbulo agonizaba, y nada se pudo hacer.
El hecho sorprendió a todos, pero el drama no concluyó.
La joven novia, al no superar la pena, agobiada por una depresión intensa, se suicidó poco después ingiriendo cianuro con licor de anís.
Don Eustoquio modificó entonces su sentimiento hacia aquellos animales que había traído de cachorros, educado y con los que convivía, para, llevado por una furia repentina e inusitada, dar muerte a cada uno de los leones y haciendo que la cabeza de ellos fuera tallada en piedra para exhibirlas en los bordes del pórtico de ingreso.
Además mandó a hacer otras estatuas de los leones tamaño real y los colocó en diferentes lugares del parque que rodea la mansión.
Pero lo más curioso del asunto es que una de las estatuas muestra a uno de los leones ( leona en este caso ) atacando a un ser humano.
Será esta la representación de la horripilante y cruenta muerte de su yerno ?
En ese caso, se ve que Don Eustoquio no lo quería mucho, no ?
La abogada Estela Zigante recordaba así el episodio que le tocó vivir: "Al principio no creí que existiera, pero después, una tarde que andaba por el jardín, yo misma la vi flotar.
Parece que una de las hijas de Díaz Vélez murió aquella noche y desde entonces su fantasma ronda la casa".
Un testimonio coincidente con los recogidos en otros sitios a los que se les atribuyen apariciones fantasmales, en el sentido de que la aparición no se desplaza caminando, sino que se desplaza en el aire a cierta altitud.
Realidad o fruto de la imaginación, por la razón que fuere, en esto hay total coincidencia.
Fuente de la historia : Cronica.com.ar.
Fotos recopiladas de diferentes webs.