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Sobrevive Lima

Tags: lima espero

Espero que vayas pronto a Lima: Mayo es un buen mes para ir. 

Espero que vayas a Lima y que la vivas. Pero sobre todo, espero que la sobrevivas. 

Espero que vayas sabiendo que tienes que ir pero sin saber exactamente por qué vas. Saca los billetes unos pocos días antes. Haz la maleta con prisa y descuido. Espero que vayas buscando todas las respuestas a todas tus preguntas: a por qué te sientes tan perdido, a si algún día podrás recuperar eso que se te ha muerto. Aterriza en el Callao una madrugada espesa, atraviesa esa capa densa de nubes que separa el sol de la ciudad y pregúntate dónde está el cielo azul que dejaste aquí, el lugar de donde te fuiste. Descubre rápidamente que Lima es una ciudad imposible si esperas tonalidades más allá del gris. Jironea desde la Plaza San Martín hasta la Plaza Mayor. Confúndete con los limeños: en Lima todo el mundo mira siempre al cielo, buscando el sol. 

Espero que te ofrezcan lápices yoyós ropa interior y DVDs. Nota el aire húmedo y enrarecido. Escucha los autos, las bocinas, el tráfico: que Lima te abofetee y te violente, porque Lima no es Lima si no te golpea. Espero que descubras que en Lima las reglas comunes no aplican: espero que te obligues a pensar en todo aquello que no puede suceder porque en Lima, amigo, sucederá. Siéntete vulnerable. Siéntete desnudo. Piérdete en medio de la locura y siente miedo. Espero que tras el ruido y la violencia, sin embargo, notes el canto de los cuculíes por las mañanas: Lima no es Lima sin los cuculíes de la mañana. Espero que tras la locura y el tráfico notes el olor cálido de los árboles de jazmín: Lima no es Lima, tampoco, sin el jazmín de Miraflores. 

Espero que busques el camino y que no lo encuentres. Espero que lo hayas descifrado ya: uno va a Lima a perderse. A gritar dónde carajos están las señales. A preguntarse pero qué calle inventada es esta. A subirse a un taxi y descubrir que el taxista tampoco tiene ni idea. Espero que subas a combis sin rumbo, infames, que te pierdas por calles sin semáforos, infinitas. Espero que te sientas perdido pero que no te sientas solo: que descubras que, de cierta manera, en Lima todos están perdidos, la gente de fuera y la gente de siempre. Di China hasta aquí y llega a cualquier lugar: descubre que Lima, a primera impresión, no te lleva a ninguna parte. Reconciliate con el hecho de que conocerás Lima como te conoces a ti mismo: a medias, así que quiérela como crees que mereces quererte: con todo el corazón. 

Espero que guardes un huayruro en tu bolsillo. Que lo encuentres tirado en un mercado y que rebusques y lo ruedes entre tus dedos de vez en cuando. Espero que le digas al mozo mosaico, que pidas una chela bien helena, que preguntes a cuánto me deja esto, señito y que todos los hombres sean Doctores e Ingenieros. Que en el mercado pruebes el aguaymanto sin compromiso y que al comprarlo la caserita, guiñandote el ojo, joven, te de tu yapa. Sé limeño y sé tremendamente exagerado: que treinta grados sean un infierno y que tres gotas gordas sean un temporal. Habla en diminutivo y tómate un cafecito en la tardecita en cualquier callecita de la ciudad. Ve a la casa de un desconocido sin vergüenza, porque en Lima nunca importará que seas un extraño: los limeños le abren las puertas a cualquiera. Espero que te sientas bienvenido. Espero que no te sientas más turista. 

Espero que bebas, que comas y que engordes. Que pidas una cuchara para el jugo del ceviche, que te manches para siempre con mazamorra y que no te de vergüenza chupar de tus dedos la miel del turrón. Que des tu reino por los eskimos de fresa que trae esa carretilla amarilla y que un Sublime sea motivo de felicidad una tarde cualquiera. Espero que descubras que en Lima se come para celebrar, para brindar, para ser feliz, para sobrellevar la tristeza: espero que entiendas que es por eso que la comida en Lima es lo único que puede ser: puro sentimiento. Espero que conozcas el exceso de los pisco sours y los chilcanos, los tacu tacus y los chicharrones: que salgas de fiesta y recibas el amanecer con un caldo de gallina y que no te imagines sobrellevando la resaca de ninguna manera más. 


Sobre todo, espero que vayas a Lima a encontrarte: no hay mejor lugar para encontrarse que aquel que lo único que hace es hacerte sentir perdido. Descubre que Lima es gris precisamente para que tú no lo seas: para que no te fundas nunca con el fondo, para que nunca te empequeñezcas. Espero que pises la arena ante el Pacífico y que en medio de tu ceguera, con la neblina bajita del incipiente invierno y la humedad en los huesos a la que nadie termina de acostumbrarse, de repente, lo veas todo claro. Será a punto de marcharte, y descubrirás que uno nunca se despide de Lima del todo: Lima tiene ese magnetismo y está contigo siempre a donde vayas. Espero que ese día asome un rayo de sol en el horizonte: Lima tiene otro vestido cuando sale el sol. 

Espero que te vayas, sonriendo con esa sonrisa a medias del que acaba de encontrar algo que había perdido y quizá (espero que no) faltándote el reloj. ¿Te lo he dicho ya? A Lima no lleves reloj. Espero que aceptes ya que Lima es tuya y a la vez, de nadie, y que así es quizá como debe de ser. Espero que descubras que Lima es todas las respuestas a ninguna pregunta y que vuelvas aquí sabiendo que a veces uno se tiene que ir para volver. Espero que Lima te devuelva al lugar donde tienes que estar. 

Porque aquí te encontraré.


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