La gente no cambia.
Lamento iniciar este post con semejante título rompiendo una que otra expectativa.
Pero si bien la esencia es algo que traemos bien arraigado en nuestros cuerpecitos, y los demonios que acumulamos por años lo más que pueden hacer es guardarse a ratos y maquillarse en otros, resulta que el Amor, en su presentación más cursi-romántica y quizá políticamente incorrecta, sí logra sacar de nosotros cosas, reacciones y actitudes que muchas veces ni conocíamos.
Por eso a veces sucede que un día te despiertas y te preguntas por qué sentiste, hiciste o dijiste equis cosa que nunca antes había sentido, hecho o dicho. Y entonces te sientes vulnerable (al estado de vulnerabilidad conviene siempre llegar bien acompañado) y comienza la verdadera faena en la que sin siquiera pensarlo comienzas a ceder tu espacio, tu tiempo y a veces hasta tus convicciones a lo que estás sintiendo. Ojo, no Estoy Hablando de perderte a ti mismo, al contrario, estoy hablando de re-encontrarte como si te estuvieras conociendo por primera vez. Estoy hablando de sorprenderte a ti mismo como una reacción natural ante la presencia de otro.
Y no pensemos siquiera en el amor de pareja (que también ahí sucede), pensemos por ejemplo en el amor de madre. A mi edad ya podría hacer una lista de las amigas que juraron que nunca tendrían hijos y que hoy por hoy son grandes mamás, felices con sus crías y con su nueva vida. A eso me refiero en el párrafo de arriba, a la transformación natural que te hace rendirte, bajar la guardia y remodelar tus paradigmas. Arriesgarte.
Lo anterior me parece una especie de florecimiento que he tenido la fortuna de atestiguar en cercanos y cercanas. Creo que se trata de una ampliación voluntaria de los niveles de tolerancia y empatía porque la balanza de lo "bueno" pesa tanto, que la de lo "malo" no impide seguir avanzando a buen paso. Y entrecomillo esos dos conceptos porque para nada me considero digna de establecer qué va en qué lado.
Y claro que este proceso implica cambios, pérdidas, movimiento, pero a la larga y visto desde lejos esto puede volverse tan imperceptible, que quizá se tenga la fortuna de poder decir "Valió la pena".
Me imagino que quienes llegan a ponerte en este nuevo escenario y te hacen cuestionarte y re-inventarte pueden ser consideradas personas parteaguas. Es cuestión de observar, de vibrar a los cercanos para llenarnos de ejemplos de lo anterior. He visto a las mentes más brillantes de mi generación doblar las manos, sacar la casta y decir (con o sin palabras) "Esto es lo que quiero".
Y claro que también habrá quien se resista. Ceder es como dar un brinco con los ojos vendados, es una decisión que si se concientiza puede traer más cuestionamientos que cambios y más miedo que acciones. Esa es la línea. Brincas o no. Ninguno de los dos lados está bien o mal; se trata de saber con qué puedes y valorar lo que tienes, nada más. Y si del otro lado hay alguien cuya luz te viene guiando, ya te puedes considerar muy afortunado.
Por todo lo anterior creo que la gente no cambia. La gente evoluciona, y mediante una sola decisión puede cambiar de rumbo completamente. Nada asegura que todo vaya a salir bien, el costo de oportunidad estará siempre latente, pero hay fuerzas superiores en cada uno de nosotros; lugares que no conocemos; sensaciones que aún no hemos experimentado. ¿Qué mayor ganancia puede haber que descubrirlas? el resto será historia, con suerte, una buena.