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Doña María Rosa. (Cerrado por derribo, 1ª Parte)

El Puerto…según María Rosa Alonso, año 1938.






















El Puerto de "La Hoya".

El "puerto" de "La Hoya", pomposo nombre con el que los "barqueros" han bautizado un accidente natural de la costa que desempeña funciones de auténtico puerto. La industria humana ha mejorado un bello saliente de rocas, brazo moreno que tiende la tierra a las aguas del Atlántico, ansiosa de hundirse en orgías de espuma. Desde el camino de "La Hoya" podemos presenciar "vivito y coleando" el pescado en las barcas y oír el trajinar de mujeres y hombres marinos, que matizan de acentos cadenciosos y de un típico sabor local inconfundible, la faena habitual de sus días: "Arránchate, demonio, que vamos p´ai pueito"; "¡Guá, rayo!"

El "pueito" de "La Hoya" es animado y bello en las primeras horas del día; las barcas que salen de madrugada entran en él de siete a ocho de la mañana, cuando el sol a pasado "El roque Guacada". Con las cestas prontas están en la orilla María, Hortensia, Pilar, Julia, "seña" Juana, "seña" Victoria, "seña" María de la Paz y tantas más junto a la chiquillería que lo "atrabanca" todo y se baña en cueros esperando el pincel de Joaquín Sorolla, el muerto pintor de los niños desnudos.

Entra primero el señor Benito, rubio y menudo; luego el señor Ceferino; después "Nené", viejo y encorvado; luego Polo, Florentín, señor Pablo, simpático como él solo; cada uno con los hijos mozos que la guerra les deja.

Benito Pérez Armas, en su citada obrita "De padres a hijos" ha recogido el gracejo lingüístico de estos diálogos del "pueito".

El pescado llega "vivito y coleando"; la fina "cabrilla" o la sabrosa "vieja", el sargo, el abadejo, grande y moreno, y ahora la enorme "albacora" que "esparece el peje menudo", según expresión del viejo "Nené".

No tiene novedad alguna la conversación con estas humildes gentes de la mar que se levantan a la misma hora, que comen a la misma hora y hacen todos los días de todos los años las mismas cosas con idéntico mecanismo e igual gesto. Los poetas y novelistas de otro tiempo se creyeron en la obligación de asignar a la gente lugareña el papel de la inocencia y de la vida sana, influenciados por los sentimientos bucólicos del siglo XVIII; otros, cayendo en el extremo opuesto, residenciaban en el campo todo el mal, recuérdese la postura noventaiochesca de Antonio Machado: "Mucha sangre de Caín -tiene la gente labriega"... Pero se trata en uno y otro caso de filosofía o literatura; lo que realmente ocurre es una mezcla natural de bueno y malo, que es lo que en definitiva somos casi todos.

Estas gentes punteras son también así: tranquilos, supersticiosos como toda gente de mar, regularmente trabajadores; buenos mozos algunos, simpáticos viejos, muchachas lindas que envejecen en cuanto se casan y viejas graciosas en su mayoría. Poco meticulosos en cuestiones del septimo sacramento, suelen verificarlo a veces con un chiquillo en mantillas o de la mano, que ha venido antes de arreglar los papeles...

Perdidos ya la indumentaria y el sabor locales, visten y viven como el resto de los lugareñas insulares, pero hablan con una cadencia de ola, arrastrada y rumorosa, que hace inconfundibles a los punteros y punteras en su mayoría grandes cantadores de aires regionales.

 - ¡Mucho chiquillo, "Nené"!
 - La familia cuando "se ajunta" es el demonio, contesta el viejo sentenciosamente.
 - ¿Cómo ha puesto al barco?
 - "San Pedro", como el que tiene las llaves del Cielo.

"Nené" me explica las excelencias de su barco que se defiende del naufragio con dos depósitos a proa y popa, cerrados, y de suficiente vacio interior para mantenerlo a flote.

 - ¿Nunca se le ha "revirado" el barco?
 - Ni el Señor lo permita...

 El viejo sigue limpiando su lancha que ya necesita "una mano" de pintura, como le hago observar a su dueño... Pero los hijos de "Nené" que "rompían con el mundo" están "p´a fuera", "p´a esa guerra que está acabando con el mocerío". Los ojos de "Nené" se nublan un poco...
"Si repara usted p´a la gente - me dice - no verá un hombre que sirva p´a nada; no hay más que viejos, chiquillos y mujeres"...

En el otro grupo las muchachas vendedoras discuten sus derechos animadamente; la conversación crece, subiendo las voces, más o menos aireadas... "¡Camina p´a arriba, alma del demonio! ...

Los chiquillos desnudos pelean o "sorroballan" el pescado. Cuando éste ha pasado a las cestas suben las mujeres con ellas, mientras los hombres limpian los barcos dando fin a la faena.

Si la mar está buena, mañana volverán a hacer lo mismo el señor Benito, el señor Pablo, el señor Ceferino, Polo, Florentín, Hortensia, Pilar, María de la Paz, los chiquillos...Y pasado y el otro...dentro de muchos años estos chiquillos se llamarán Benito, Polo, Florentín y cargarán las cestas a Pilar, Julia, Milagros, que hoy "sorroballan" el pescado y se bañan todos desnudos.
Dentro de muchos, muchísimos años Benito, Pablo, Florentín, se llamarán, como los de ahora, el señor Benito, el señor Pablo, el señor Florentín; entraran de siete a ocho de la mañana al "pueito"; alguno se quejará de los males de otra guerra, de la sequía o de la mujer; y la chiquillería en cueros, junto al pescado, estará esperando el pincel de Joaquín Sorolla, el muerto pintor valenciano de los niños desnudos.


 María Rosa Alonso - Un rincón tinerfeño, La Punta del Hidalgo. 1944.


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