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¿Por qué Venezuela está como está? Ejemplo práctico (y de la vida real)

A la urbanización El Encantado, en Macaracuay (Humboldt, Auyantepui, Las Haciendas, Conjunto Residencial El Encantado) todavía no se han mudado todas las personas que compraron allí. Se estima una ocupación que ronda el 50 % aproximadamente entre todos los conjuntos, a estas alturas del año 2017.

Hace quizás unos tres años, una de las líneas de autobuses que opera en el Municipio Sucre designó una ruta que iba desde La California hasta El Encantado, ida y vuelta, y cobraba un pasaje.

Luego la línea decidió hacer una parada intermedia, cerca del Centro Comercial Express, donde los pasajeros debían bajar y tomar allí mismo otra camioneta, de la misma línea, para bajar a El Encantado. Empezaron a cobrar entonces dos pasajes: uno de La California hasta la parada del C.C. Express y otro desde esta parada hasta El Encantado. Doble pasaje por la misma distancia.

Desde entonces el Servicio fue empeorando rápidamente. Los vecinos debían esperar hasta una hora para que algún camionetero decidiera bajar hasta las residencias (hay gente que dice que esperó hasta dos horas, pero la verdad, eso parece ser una exageración producto de la enfermedad terminal de impaciencia de la cual sufrimos agudamente los venezolanos). Lo peor era ver llegar y salir camionetas vacías o con muy poca gente, pasando frente a los vecinos que hacían su cola, sin decidirse a bajarlos. Para colmo las camionetas trabajaban hasta las 7 pm cuando mucho, los días de semana, y apenas trabajaba una que otra los fines de semana.


Se produjeron muchas discusiones entre pasajeros y conductores, mayormente por mal trato y mala actitud por parte de los camioneteros, aunque también muchos usuarios se tornaban agresivos sin necesidad. Muchas veces los vecinos fueron asaltados en el trayecto entre La California y el CC Express por personas que se montaban en el camino. Los vecinos sospechan que los camioneteros son cómplices de esto.

Hace unas semanas, un joven ofreció un servicio privado a los vecinos, utilizando para ello una camioneta VAN de 13 puestos, estableciendo una parada en La California y una en cada uno de los tres urbanismos principales: Humboldt, entrada de Auyantepui y Conjunto Residencial El Encantado. Cobraba por ello Bs. 1.500 (las camionetas cobraban Bs. 700 por cada viaje), ofreciendo el servicio desde las 6:30 am hasta las 8 pm.

La novedad es que para este servicio se creó un Grupo de WhatsApp a través del cual el joven avisaría por donde iba en su ruta para que los vecinos supieran cuando bajar o llegar a la parada para esperarlo. La imagen digital de dicho grupo tenía la información clara de horarios y de paradas. El grupo se creó únicamente para poder chequear por donde venía la camioneta, sin embargo, desde el primer momento, el grupo se vio inundado de mensajes de:

Gente preguntando por el horario

Gente respondiendo que vieran la imagen del grupo para conocer el horario

Gente preguntando por los días en que había servicio

Gente respondiendo que vieran la imagen del grupo para conocer los días de servicio

Gente indicando que el grupo no era para preguntar por horarios o días sino para que el conductor avisara por donde iba

Gente pidiendo perdón por preguntar

Gente reclamando porque la regañaron

Gente explicando que el grupo no era para preguntar o reclamar o regañar, sino para que el conductor avisara por donde iba

Gente preguntando al conductor por donde venía

Gente recordando que el conductor avisaba constantemente por donde venía y pidiendo que leyeran los mensajes u oyeran los audios

Gente pidiendo que la esperaran

Gente pidiendo que la recogieran en algún punto intermedio entre las paradas

Gente pidiendo que las llevaran hasta la puerta de sus edificios (Si. ¡Hasta la puerta de sus edificios!), porque la flojera de caminar unos metros más, así como la impaciencia, también es una patología social criolla.

Gente reclamando que usaran el grupo para cosas distintas al objetivo principal: que el conductor avisara por donde iba.

Gente preguntando por los horarios…

Y así…

La línea de autobuses, al enterarse de este servicio privado, decidió cobrar también Bs. 1.500 en lugar de los Bs. 700 que venían cobrando. La gente se molestó y les reclamó. Los camioneteros se molestaron y la línea decidió suspender el servicio. El mismo mal servicio que venía prestando.

En el grupo de WhatsApp, creado únicamente para que el chofer avisara por donde iba, la gente empezó a enviar montones de mensajes reclamando por el abuso de la línea de autobuses, acusando a otros vecinos por “chismear” a los buseteros sobre el servicio privado, proponiendo acciones de protesta contra las camionetas, etcétera.

Por supuesto hubo otros tantos mensajes recordando que el grupo no se creó “para eso”

A través de la andanada de mensajes, se corrió la voz de que el Macrocondominio (el grupo de representantes de las Juntas de Condominio de todos los urbanismos), había dado autorización al joven de la VAN para prestar su servicio sin avisar por ello a la línea de autobuses, produciendo así el conflicto con estos últimos.

El Macrocondominio no había dado dicha autorización, sino que había citado previamente a una reunión al joven chofer para acordar las mejores (mejores para todos) condiciones para su servicio. El joven no fue a esa reunión sino que comenzó a trabajar por su cuenta y, por supuesto, con el apoyo de todos los usuarios beneficiados.

El Macrocondominio decidió convocar a una nueva reunión con el joven conductor una noche de semana para, pues, aclarar con él las cosas y desmentir que le hubieran dado la autorización para arrancar a trabajar. El objetivo era aclarar las cosas, seguir con el servicio privado y tratar de mediar con la línea de autobuses.

En el grupo de WhatsApp se escribieron aún más mensajes acusando al Macrocondominio de querer hacerle una “encerrona” al chofer, de querer suspender el servicio, de querer amedrentarlo y de tener “negocios” con la línea de autobuses. Fue impresionante el nivel de las acusaciones. Se convocó incluso a movilizarse para “brindar apoyo al conductor ante la agresión del Macrocondominio”. Tal cual como las frecuentes acusaciones falsas que se suelen divulgar sobre, por ejemplo, el gobierno a través de las redes sociales, hay que reconocerlo.

La reunión tuvo lugar en completa paz, pues no era ninguna “encerrona” y el joven siguió prestando su servicio con recomendaciones precisas, hechas por el Macrocondominio, de colocar un cartel de “Servicio Privado” en la camioneta, para evitar problemas legales, y de tratar de no usar la parada de las camionetas, para evitar problemas con los camioneteros. Estos, sin embargo, ya habían amenazado verbalmente al joven conductor y siguieron sin prestar servicio.

El grupo de WhatsApp siguió colapsado de mensajes innecesarios, las colas para esperar a la VAN se hicieron más largas, debido a la suspensión del servicio de las camioneticas, y comenzaron los reclamos a gente que se saltaba la fila o le guardaba puestos a otra gente.


A los pocos días al joven chofer, regresando de su almuerzo, lo pararon unos ladrones, lo secuestraron unos minutos, le robaron el teléfono móvil y lo amenazaron con matarlo si seguía prestando el servicio privado.

Casualmente ese mismo día llegó al Macrocondominio una propuesta de la línea de autobuses que consistía en: servicio expreso (sin paradas intermedias) La California – El Encantado – La California, hasta las 8 pm todos los días, por un costo de ¡Bs. 2.000!

Al sol de hoy, los vecinos están introduciendo demandas contra la línea de autobuses ante la alcaldía y el ministerio. El joven de la VAN no está prestando servicio y la línea de autobuses tampoco. Los vecinos deben movilizarse como puedan.

¿Existirá acaso un mejor ejemplo que este para explicarnos porque es que Venezuela está como está?



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