La noción de que el consumo de esta hortaliza mexicana podía causar serios daños a la salud apareció en el libro Hierbas de John Gerard (1597), y se extendió hasta mediados del siglo XIX. Uno de los proyectos para asesinar a Abraham Lincoln consistió en sobornar al cocinero de la Casa Blanca y pedirle que se los sirviera en ensalada. Por esa misma época, los productores estadounidenses los comían en público para demostrar que no implicaban riesgos. La falsa creencia se generó porque el Jitomate pertenece a la familia de las plantas solanáceas, de las cuales algunas sí son venenosas o producen alucinaciones, entre estas la adormidera y la belladona. Hoy el jitomate se considera un fruto seguro, no así sus hojas y tallos.