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San Maradona, Ora Pro Nobis

¿Dónde están los ídolos deportivos? ¿Dónde se metieron esos astros que llenaban estadios? Quizá sea que ya no los hacen como antes, o sólo que antes a aquellos semidioses deportivos los consolidaba el público y hoy, la mercadotecnia.

Dónde están los Pelé, los Mohammed Alí, los Maradona, los Senna, los Magic Johnson, los Raúl Ratón Macías? Atletas que consiguieron un enorme impacto entre el público y han dejado huella en la gente no sólo gracias a sus excepcionales condiciones atléticas y victorias en sus respectivas disciplinas, sino debido a su carisma y mentalidad ganadora, características por las cuales el público los elevó a considerarlos casi santos.

¿Por qué en la actualidad no existen auténticos ídolos deportivos? ¿Qué les hace falta? "Creo que la clave es ser auténtico y sencillo; estar cerca de la gente sin esperar nada a cambio, comportarte de la misma manera dentro y fuera de la cancha y hacer tu trabajo con pasión", dice Enrique Borja, ex futbolista mexicano, quien en el día de su retiro abarrotó el Estadio Azteca, algo nunca antes visto en la despedida de un jugador. Pero si hablamos de los héroes del deporte mundial, como Kobe Bryant (acusado de abuso sexual), Michael Schumacher (se le imputan conductas antideportivas), la velocista Marion Jones (se le investiga por el uso de sustancias prohibidas) y el tenista Roger Federer (falto de carisma), la afición no percibe sus hazañas de la misma manera. En primer lugar porque no han llegado a tener tal impacto entre las masas, y en segundo porque la tecnología que emplean, en algunos casos, rebasa incluso la capacidad del propio atleta. Poco tiene que hacer Bryant frente a los ganchos dé Kareem, o Federer (¿alguien sabía que era tenista?) contra los desplantes de John McEnroe. No parecerse a nadie es la pequeña gran diferencia.

El beisbol es un deporte que puede ejemplificar claramente esta situación. Casos como los de Mark McGwire y Barry Bonds, que hicieron estallar bolas hasta las tribunas con sus jonrones, e impusieron marcas de manera insólita, resultaron positivos en exámenes antidoping, lo que pone en tela de juicio los verdaderos alcances naturales del deportista. Babe Ruth, con todo y su sobrepeso, movía Manhattan sin mucho esfuerzo. Con esto no pretendemos opacar sus hazañas, pero si había algo que a los deportistas de antaño se les aplaudía era que no necesitaban de tecnología o estimulantes para destacar: simplemente eran atletas que brillaban por su talento y capacidades físicas. Incluso algunos de ellos impusieron moda, como el tenista Andre Agassi —recientemente retirado—, quien gracias a su vestimenta estrafalaria y sus peinados rebeldes, además de su mente ganadora, fue ejemplo a seguir, tanto en lo deportivo como en lo personal. Un ídolo recibe el trato de semidiós (como Maradona); una estrella sólo el de celebridad.

Eduardo Camarena, jefe de información de la cadena de radio Estadio W, señala que la diferencia entre ídolo y estrella es que "una celebridad es alguien muy famoso, pero sin carisma, es decir, no alcanza niveles de idolatría entre la gente; en cambio, un ídolo es una persona a la que los demás buscan imitar gracias a su espíritu guerrero, su capacidad de esfuerzo y sacrificio, y su estatus como competidor ejemplar". Sin embargo, hoy en día también podemos encontrar estrellas mediáticas que, sin llegar a ser ídolos, son adoradas por la afición gracias al poder, de los medios de comunicación y de las empresas que los patrocinan. Uno de los ejemplos más elocuentes es el de la tenista rusa Anna Kournikova, quien sin haber ganado un solo torneo de Grand Slam durante su carrera es más conocida e idolatrada que una de las mejores jugadoras del mundo, la francesa Amélie Mauresmo. La belleza vende lo que la falta de carisma no genera: idolatría espontánea.

"Los medios de comunicación contribuyen a crear figuras y celebridades deportivas", dice Camarena, "sin embargo, la afición es la que tiene la última palabra para poderlos encumbrar". Ya no basta con que el boxeador haya nacido en Tepito o el Bronx para que se convierta en un icono popular luego de tres campeonatos mundiales. Y tener un contrato de 40 millones de dólares no podrá opacar una polémica declaración de Maradona. Los ídolos, quizá, no necesitan homenajes.



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