Una saeta es una flecha, y nosotros los padres somos los que entesamos el arco y debemos darles dirección; para poder lanzar la flecha lo más lejos que se pueda, el arquero, por más buena puntería que tenga, deberá avanzar y entre más lejos avance, más lejos llegará. Y este principio es aplicado por muchos; especialmente por nuestros gobernantes, que han entendido, que ellos se lanzan primero, y abren un espacio para sus generaciones y por eso es que permanentemente, decimos que nos gobiernan los mismos con las mismas, porque es cierto, ellos han ido y han conquistado lugares, se han posicionado, porque han entendido, el principio de permanecer y conquistar para sus generaciones; motivados por que?, cada uno sabrá.  Pero este es un llamado especial, para aquellos, que  si están llamados a gobernar, para los que hay un mandato divino, para aquellos que deberían estar y no están, para aquellos que deberían traer paz a sus hermanos, por que están llenos de palabra y de principios por aplicar; aquellos que han sido justificados por gracia, aquellos que saben, que si gobiernan, no ha sido idea de ellos mismos, sino que han sido elegidos por Dios para este propósito, que lo van a hacer bien, que van a dirigir a sus flechas a propósitos santos, porque saben quien los respalda, aquellos llamados a establecer el reino de Dios aquí en la tierra. Y tanto respaldo tiene este principio que Dios entregó su cordero para abrir nuestros caminos y  entrar a poseer. En contra de estos buenos propósitos hay muchos, pero a favor de estos grandes propósitos hay más. Cuando es un mandato y obramos bajo obediencia, Dios respalda, Dios nos envía con toda la autoridad, con toda la provisión y con toda la protección, que ese propósito requiera.

"Además dije al rey: Si le place al rey, que se me den cartas para los gobernadores al otro lado del río, para que me franqueen el paso hasta que llegue a Judá; y carta para Asaf guarda del bosque del rey, para que me dé madera para enmaderar las puertas del palalacio de la casa, y para el muro de la ciudad, y la casa en que yo estaré.  Y me lo concedió el rey, según la benéfica mano de Dios sobre mí. Vine luego a los gobernadores del otro lado del río, y les di las cartas del rey.  Y el rey envió conmigo capitanes del ejército y gente de a caballo (Nehemías 2)."