La clásica y cíclica interna justicialista se venía desarrollando de forma “normal” dada la clara disposición que presenta el tablero político. Eduardo Duhalde reaparecía en escena tras las Elecciones legislativas, en las que, sin ser candidato ni operador del todo visible, logró asestarle un golpe al kirchnerismo con el armado del frente de derecha que en la provincia de Buenos Aires encabezó Francisco de Narváez. Por su parte, el más moderado senador Carlos Lole Reutemann se reposicionaba como uno de los “candidatos naturales” del Peronismo, dadas su trayectoria y su buena performance en las últimas elecciones. Incluso no faltó el intercambio de elogios entre Duhalde y el ex piloto oriundo de Santa Fe. Cada cual afirmaba que el otro sería el mejor candidato del peronismo y lo que aparentaba ser una muestra de desmesurada cordialidad no es más que una paciente operación de desgaste: es que, a dos años de las elecciones presidenciales, el favoritismo es una pesada mochila que erosiona día tras día. De Duhalde se sabe que pretende competir por la presidencia, igual que Reutemann. Pero la prórroga de las facultades delegadas al Poder Ejecutivo que se votó el pasado jueves en el Senado desató un problema serio para el senador santafesino. Su aliada histórica, la también senadora por el sector Santa Fe Federal, Roxana Latorre, estampó su firma en un dictamen de comisión del oficialismo y habilitó el tratamiento de la mencionada delegación de facultades, permitiendo que el gobierno de Cristina Fernández lograra el objetivo.
Luego, todo se precipitó rápidamente: desde Santa Fe pedían la cabeza de Latorre; la senadora denunció que Reutemann le solicitó que renuncie a su banca, además de amenazarla con que la “pasaría muy mal en la provincia” y, si esto no alcanzara para poner a Lole en el ojo de la tormenta, sus declaraciones a una radio santafecina harían el resto: “Si fue un operativo para que se tiren a la miércoles todas las ambiciones o la lucha a futuro, eso me importa tres pitos. Que se la recontra metan en el medio del culo, lo digo con todas las palabras”, sostuvo, haciendo referencia a su candidatura. El operativo al que hacía referencia Reutemann se trataría de una operación del kirchnerismo para desplazarlo de su candidatura, y Latorre fue la pieza que realizó el preciso movimiento.
Aunque jugando ahora más de punto que de banca, el kirchnerismo parece arreglárselas hábilmente para erosionar la cohesión de sus enemigos dentro del peronismo y, por fuera de éste, la virtual quita que le hizo al Grupo Clarín del negocio de la televisación del fútbol se lee claramente como un efectivo golpe a las utilidades del multimedios. La lógica continuidad del desplazamiento de Clarín sería la sanción de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual que, según trascendió, la presidenta Cristina Fernández relanzaría (una vez más) en breve.
Felipe también
Luego del larguísimo eclipse que le significó Francisco de Narváez dentro de la alianza Unión-PRO, Felipe Solá se armó de algunos recursos, amigos y aliados. Fue la figura del acto realizado en la localidad de Luján, con Mauricio Macri y el duhaldismo ausentes, que empezó y terminó con la Marcha Peronista y con una carta de adhesión enviada por De Narváez como único apoyo. Solá se hizo un hueco entre los peronistas de linaje que aspiran llegar a la Casa Rosada: “No vinimos a esta patriada [de las elecciones] del 28 de junio para restaurar una nueva derecha en la Argentina”, lanzó desde el estrado buscando despegarse y, por elevación, apuntándole a Mauricio Macri ante una eventual disputa por la candidatura. “Es difícil que el peronismo lo acepte a Macri”, reflexionó el ex gobernador bonaerense. Conocedor de las resistencias que Macri despertaría en el seno del justicialismo, Solá no dudó en ofrecerse como el candidato del sector, aunque horas después sostuvo que de ninguna manera se lanzó como presidenciable, si bien mantiene la aspiración.
Nota publicada en La Diaria, Montevideo - Uruguay, el 25 de agosto de 2009.
