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El alumnado y el profesorado NO somos iguales

En el artículo de hoy voy a cargarme un cierto discurso que, no por interesado, buenista o vendible, no deja de ser totalmente falso y pernicioso. Me estoy refiriendo a la igualdad, dentro del proceso o del propio sistema educativo, que algunos promulgan entre Alumnado y profesorado.

Las normas que rigen para el alumnado no son las mismas que deben aplicarse al profesorado. Hay Centros Educativos que se han dedicado, mediante la actuación de determinados equipos directivos, con el apoyo de un determinado grupo de buenistas, a imponer al profesorado, por petición del alumnado, cómo hacer las clases o, simplemente, a tener que negociar con el alumnado las normas que van a aplicarse en los centros educativos. Esto no funciona así. No es lo mismo el profesional que ofrece el servicio que el que lo recibe. Otra cuestión diferente sería, por si alguien se confunde, que no se pueda cuestionar el servicio. Claro que se puede cuestionar. Claro que debe cuestionarse, más todavía si se trata de temas tan sensibles como el educativo. Pero esto no implica que deba asumirse que el rol de alumno es el mismo rol que el de docente.

El alumnado no debe decidir cómo debe recibir las clases y qué es lo que quiere aprender. Es el docente, con su capacidad profesional, el que debe decidir, en ocasiones mediante consulta con sus compañeros, cómo va a efectuar esa aproximación al proceso de enseñanza-aprendizaje. Es el profesional. Es el experto. A nadie se le pasaría por la cabeza que un paciente le dijera a su doctor cómo debe operarle o que, alguien que está sufriendo en sus propiedades un incendio, le dijera al personal de extinción de incendios cómo hacer su trabajo. Es que es de cajón. Entonces, ¿por qué en el ámbito educativo existe ese discurso, abanderado por algunos, de ese falso igualitarismo que defiende que sea el receptor de la educación el que decida qué, cómo y mediante qué estrategias quiere aprender? O que decida si quiere o no hacer una prueba o una determinada actividad. Esto no funciona así. No debería de funcionar así.

Hay centros educativos que han prohibido a sus docentes usar teléfonos móviles en los centros educativos porque “así dan ejemplo”. Otros que cuestionan que, en las horas libres, algunos docentes fumen fuera del centro educativo o, simplemente, se pueda beber una cerveza en el bar. Lo de la persecución y destrucción de las tarimas que, “en ocasiones” iban bien para poder tener una mejor visión de la clase, también es algo que clama al cielo. Y ya no digamos que el profesorado, al igual que el alumnado, tenga capado el acceso a determinados servicios o aplicaciones de internet. Repito: NO somos iguales. Nosotros cobramos por ser profesionales de la educación. No por ser alumnado. Otro tema es que, conforme vayamos dando clase, vayamos aprendiendo estrategias y habilidades gracias a la experiencia con el alumnado.

La profesión docente la devaluamos los propios docentes. Tener que exigir silencio en el aula, pedir por favor que el alumnado atienda o, simplemente, negociar con el alumnado ciertas cosas que no deberían jamás negociarse, hace que nuestra función principal pierda todo su sentido. Quizás por eso la infantilización como colectivo. Quizás por eso ciertas cosas que están sucediendo. Quizás por eso existan centros educativos que funcionen mejor y otros peor.

A los docentes nos deberían evaluar continuamente nuestra tarea profesional. En el día a día ya somos evaluados por el alumnado (mediante la evolución su aprendizaje) pero, lo que sí que tengo claro es que realizarles una evaluación a ellos acerca de cómo lo hacemos a nivel profesional no sirve absolutamente de nada. Bueno, para que algunos se sientan más o menos satisfechos con esos resultados porque, al final, son solo percepciones subjetivas de alguien que no conoce las interioridades del profeso educativo. Por ello la evaluación debería ser de personas expertas, tanto en docencia como en su proceso.

Para aquellos que puedan cuestionar este post, aludiendo a que se trata de un discurso neorrancio, propio de un profesional trasnochado, tan solo les recuerdo que el colegueo (que no es llevarse bien con el alumnado, algo que es clave) y poner al mismo nivel los derechos y deberes del profesorado y del alumnado, tiene sus consecuencias. Unas consecuencias que estamos viendo en los últimos tiempos. Nadie pide volver a ciertas cosas (que está muy bien que hayan desaparecido), pero sí a un modelo educativo en el que queden claros los roles de cada uno de los actores del mismo. Algo que nadie se atrevería jamás a cuestionar en otros ámbitos laborales.

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