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Yo también creí en gurús educativos

Cuando empezó todo esto de la mediatización educativa y la irrupción de las redes sociales en educación, reconozco que yo caí, al igual que hicieron y hacen algunos de mis compañeros, en las garras de determinados discursos educativos procedentes de ciertos “referentes”. Y además lo hice de forma totalmente acrítica y llenando mis manos de callos al aplaudir cuando, alguien desde determinadas tarimas que, curiosamente jamás había dado clase en etapas obligatorias, soltaba determinadas frases.

Que si los que no usaban las TIC eran malos Docentes. Que si debíamos de jugar al compartir y al colaborar, cuando los que lo decían eran los que sacaban tajada de todo. Que si tocaba defender la diversidad cuando los hijos de los ponentes, curiosamente, iban a centros donde todo el alumnado era homogéneo. Que si el PLE. Que si la Escuela 2.0. Que la culpa de todo lo que pasaba en educación eran de los docentes que no querían formarse. Que si metodologías activas. Que si pepinillos en vinagre. Hay discursos y relatos que, desde una tarima, en un momento profesional en el que crees que necesitas buscar magia, que pueden comprarse muy bien. Repito. Son discursos que yo compré. Y sin cuestionarme nada.

El problema de Ciertas Cosas que se venden en educación es que son muy fáciles de vender. Es muy fácil vender que la culpa es del profesorado que no quiere formarse. Es muy fácil decir que el problema es que los docentes que no creen en ciertas cosas son los culpables del estancamiento del sistema educativo. Es muy fácil vender determinadas herramientas TIC y pseudociencia porque, al final, todo lo anterior cuadra muy bien con la mayoría de docentes que, curiosamente, acabamos comprando eso en lugar de exigir a nuestra administración más recursos. Todos esos relatos mágicos tienen algo en común… el poner toda la responsabilidad de todo lo malo del sistema educativo en los docentes. Fijaos bien. Fijaos en los gurús o referentes que os están vendiendo en los medios y las redes sociales.

Ayer se publicó una canción que, quieras o no quieras, seguramente te habrá llegado por algún lugar. Mediatizada hasta el infinito. Y con muchos que analizan qué y cómo lo dice y, sin conocer a la cantante, ya suponen la intención que tiene con su publicación. Pues eso es lo mismo que sucede con los gurús educativos. Te venden quimeras. Te edulcoran ciertas cosas. Te intentan hacer colar esperpentos pedagógicos que, a poco que rasques un poco e investigues por tu cuenta, saltan por los aires ante su falta de evidencias. Bueno, más bien la mayoría de cosas que te intentan vender son evidencias en contra de lo que te están diciendo.

A mí me ha costado años salir del bucle del concepto y de los referentes de la innovación educativa. Me ha costado mucho tiempo y disgustos salirme de una secta que, con envoltorios muy atractivos, ha conseguido hilvanar un discurso muy bonito acerca de la educación. El problema es que cuando intentamos llevar ese discurso al aula o la observamos desapasionadamente, sabemos que ese discurso es totalmente falso. Pero, repito, es muy difícil salir de él porque es con el que nos martillean un día sí y al otro también. Y salirse de la línea marcada es muy complicado. Es lo mismo que si compras uno de esos inventos que prometen que, sin esfuerzo, se te marcarán todos los músculos del cuerpo. Si te los venden en prime time y los recomiendan determinadas personas que, aunque nunca hayan hecho deporte sean muy conocidas, los acabas comprando. Lo mismo con los gurús educativos y lo que nos venden. No hay nada nuevo bajo el sol.

Dar clase es complicado. Tener alumnado diverso obliga a reinventarte cada día. Al final, los únicos referentes que pueden servirte son, o bien los que te han dado clase (cogiendo lo mejor o lo que más de adecúe a tu manera de dar clase) o aquellos con los que comparten centro educativo contigo. O están en otros centros de la misma etapa en la que tú das clase. Lo de buscar referentes o gurús entre los mamporreros que jamás han visto un alumno, como no sea en esas fotos que, en ocasiones publican en las redes sociales algunos, es solo para los que todavía no han visto el engaño. Una estafa piramidal que funciona porque, al igual que me pasó a mí, hay docentes que todavía creen en ciertas cosas. ¿Por qué creen en determinados relatos? Pues porque el aula, al igual que otros contextos profesionales, son muy duros. Y no siempre funciona lo mismo en todos los grupos ni con todo el alumnado.

Yo también creí en gurús educativos. Ahora solo creo en la necesidad de reducción de ratios, mejora de infraestructuras, dotación de recursos, incorporación de personal externo para atender ciertas cosas que se escapan de la mano de los docentes y una evaluación seria para saber qué y cómo podemos mejorar la calidad de la educación que estamos dando. Y sin ningún tipo de peros porque, al final, los peros o las gilipolleces de que ningún sistema educativo está por encima de la calidad de sus docentes es, al final, una manera de vendernos ciertas cosas y culpabilizar a los que, como siempre, sacamos las castañas del fuego a la administración educativa: los docentes.

Por fin es viernes. No sé qué me ha pasado esta semana, pero he acabado muy cansado. A por el último día. Let’s go.

Como estoy haciendo en los últimos artículos, os recomiendo mi nuevo libro sobre educación para mayores de dieciocho, “Educación 6.9: fábrica de gurús”. Lo podéis adquirir aquí (en versión digital o papel) o en ese pop-up tan molesto que os sale. Y sí, me haría mucha ilusión que fuera uno de los diez libros más vendidos sobre educación este curso.



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